viernes, 19 de febrero de 2010

Mujer antes que madre y compañera


La gentil fuerza y la delicada resistencia


Entendible resultaría el mundo de los hombres para las mujeres si sencillamente nos propusiéramos entenderlo. Dejemos ya de pasamos la vida pidiendo que nos entiendan ellos. Ha resultado imposible a través de los siglos. Ya es hora que utilicemos nuestra manera de regir con primor y claridad la mejor distancia entre una y una misma, y entre una y ellos.

Fijémonos en un principio, dándole una base a este razonamiento, o más bien, este comienzo de debate entusiasta en la que andamos Nicolás, mi anciano y venerable amigo, mezcla de inconfesables y eruditos filósofos de todos los tiempos, y yo, una “plataforma” de varios siglos atrás.

Jantipe (Grecia siglos V-IV a.C.), esposa de Sócrates, fue una mujer irritable y con una rebeldía crónica, y que gracias al temible Platón ha pasado a la historia como rabiosa, insolente y feroz. Sin embargo, el mismo Sócrates exponía las razones del mal humor de Jantipe justificando sus airados comentarios:

”-… De modo que cuando rendido caía en el lecho por la noche (como Jantipe hace después aún de haber aseado lo que cenando hemos ensuciado todos, y tras de dar una última vuelta por la casa por si algo queda por hacer, pensaba: Todo esto que me tiene muerto es lo que ella hace día tras día y lo que lleva haciendo durante muchos años; y además cose, y estira y cuida la ropa; y ha de ahorrar; y ha de soportar mis insolencias y la de sus hijos, y parirlos y criarlos, y en fin, si aún se me antoja y despierto del primer sueño cuando ella llega a mi lado tras haberlo dejado todo en orden, ha de aguantar mis bárbaros e incómodos apetitos. Y empecé a verme muy pequeño a su lado, muy infeliz, muy nada sin ella; y a considerar la gran injusticia que es, por lo general, cada hogar, en donde el hombre que por mucho que sea es poco, quiere serlo todo, y en donde la mujer, que si es tal mujer lo es todo, como nada es juzgada. Y vi algo peor aún, y es los males que esto ha de causar el día que la mujer se dé cuenta de que su penosa y magnífica labor natural no se estima y, buscando lo que no encuentra en su elemento, se lance al trabajo fuera de la casa en abierta competencia con el hombre, para arruinarle muchas veces (pues de facultades tan completas y capaces como las nuestras y sólo inferiores en grado, en casi todas nos pueden suplir y en muchas cosas aventajar) y para desarticularle, descompletarle siempre: que el hombre sin la mujer no es nada, pues tan sólo el hombre es hombre ''completo'' cuando entra como elemento en esta combinación de tres factores: esposo, esposa e hijo…

-Creo, pese a lo que dices, que tu bondad natural disimula los dolores que tiene que producirte su compañía- dijo Platón…

- …Platón, ¿quieres alcanzarme esa rosa que tienes justo sobre tu cabeza?

El joven, con la mayor diligencia, la arrancó; pero tan vivamente y sin reparar en las espinas del tallo, que se las clavó en la mano, Sócrates la tomó delicadamente en la suya y sin hacer caso del percance, y mientras Platón se llevaba instintivamente los dedos heridos a los labios para contener la sangre, siguió:

-¡Mirad qué maravilla! -y levantando en alto mostró el capullo que se abrió a la caricia del sol; un capullo de un blanco inmaculado- Mirad qué finura, qué color, que transparencia, qué perfume. ¡Umh!...Claro que no sé cómo Platón no la ha tirado al pincharse- acabó, devolviéndosela.

-Gran torpeza hubiera sido -replicó el joven admirando la embalsamada flor sin acordarse ya de los pinchazos-; por bien empleadas las espinas con tal de tener la rosa.

-Pues lo mismo me pasa a mí con Jantipe.”

¿Evidencia acaso esto, la sordera que han padecido todos sus discípulos? Posiblemente.
Parece ser que resulta más fácil unirse a los misóginos y demás contertulios de la superioridad del hombre porque sí, que a la sencilla y llana razón.
Por favor, señoras, no hagamos lo mismo. Mujer antes que cualquier otro papel impuesto, permitiendo una construcción de si misma en una ética positiva liberándose de todo aquello que culpabilice o imposibilite la relación leal con el mundo, sin sumisión ni sujeción, en una existencia radiante y sin complejos. Y entonces, madre y feliz, sola o acompañada.

Contemplemos el mundo tal cual es, e imitemos a la naturaleza olvidando por un tiempo el espíritu de la ilustración y del fingimiento. Dediquémonos a observar un momento. Luego cada cual que haga sus propias calibraciones en si vale la pena pensarlo y ponerlo en práctica -por aquello de si suena la flauta-, o pensarlo y desecharlo por no ser momento para cambios.

En la naturaleza existe una “ausencia de turbación” en todo su quehacer que la convierte en una magnifica productora de bienestar. Nos ha capacitado para determinar la existencia del dolor y nos ha dado poder sobre él haciéndolo soportable, en caso contrario moriríamos de dolor. Ese poder, mental sobre todo, nos faculta para obtener resultados tangibles que aumenten nuestra serenidad a la hora de sufrirlo, o de abstenernos en llevar a cabo aquello que lo produce.

No seamos deshonestas ilustrando hábilmente las malas interpretaciones de las confusas situaciones en las que nos vemos envueltas con el sexo opuesto, simplificando sus aseveraciones, satirizando y diciendo lo que no han querido decir. En cuestión de sensaciones casi siempre podemos ir un paso por delante. En este punto de la evolución sabemos que las verdades eternas no existen. Sujetarse a ellas solo nos deja una certeza puntual que rápidamente queda caduca.

Pensando en ello usemos esa ausencia de turbación y seamos parte del plan plenamente. Quiero decir, dejemos ya los histerismos y los lloriqueos y plantémonos en el mundo tal cual somos. Solo podemos fiarnos de los sentidos que poseemos, y solo tras el uso del mundo tendremos una visión casi perfecta de él. Usémoslos y vivamos.
Trastornos mentales provocados por el estrés, el nerviosismo, el miedo, los disgustos… ¡Abstenerse! Por dondequiera hay placer y se nos invita a renunciar a él, no lo hagamos. El júbilo es en su totalidad físico y mental, jamás el uno sin el otro.

Ese mismo miedo del que acusamos al hombre a perder su libertad, su autonomía e independencia es el que deberíamos estudiar para nosotras con sumo cuidado. El uso de los hombres, su disfrute, y su alejamiento si no está dispuesto a responsabilizarse de la progenie. Ha de ser desechado el indispuesto.
El que esté maduro a compartir ¡ojo… solo… compartir!, nada de posesión en ningún aspecto (ni físico ni mental), donde el amor se disfrute mientras exista, y cuando no, darle el pasaporte sellado y firmado con una hermosa sonrisa, comenzando a vivir íntimamente la individualidad. Si está, bien, y si no, también bien. Ausencia de turbación. No nos confundamos, no es indiferencia, es la misma sencillez con la que la naturaleza entierra aquello que no la beneficia y se dedica con entusiasmo a todo cuanto le permite ser.

Recuperación del equilibrio, recuperación de la estabilidad emocional y física, pues incluso en la melancolía hay placer, nos llevarán a conseguir una vida dulcemente placentera, deseable y feliz. Sin irritabilidad, histerias, pérdidas de posesión y tristezas varias.
Ya se encargará el mundo de traer momentos duros, tristes, penosos, entonces ¿qué necesidad hay de procurarlos además nosotras mismas?, y lo que es peor, para nosotras mismas.


Valencia ya huele a pólvora.

Jantipe - Referencia: http://www.apocatastasis.com/estampa-socratica.php#ixzz0fjqIFgrC
© Apocatastasis: Literatura y Contenidos Seleccionados
Fotografía de la Portada cd “Music from the World of Ballet”


martes, 2 de febrero de 2010

De inicios




Es un esfuerzo extenuante. Tengo una idea en la cabeza que no puedo plasmar.
He estado mirando detenidamente una serie de fotos antiguas de mis abuelos. La idea quedaba suspendida, o se abandonaba, en las que he seleccionado y colocado una junto a otra sobre la mesa. He esperado observándolas… y nada.

Comienza a sonar jazz suave y sensual y cerrando los ojos la idea se aclaraba en mi cerebro, se hacia entendible, la brillantez con que la estaba urdiendo ha hecho que me sintiera eufórica. Me he sentado delante de las teclas… y no he encontrado ni una sola frase que identificara ese brillo.

He salido a la terraza para ponerme al sol como las lagartijas. Y pensando en dónde ubicar un par de macetas de enredaderas para que den sombra este verano, se me ha ocurrido plantarla como una semilla, quiero decir, plantar la idea en la tierra.

Y aquí estoy, haciendo un hueco en este espacio gris, gris perla que no triste. Dejo caer las palabras con cierto orden, había pensado dejarlas en montones, pero lo mismo la parte que no toca tierra no germina. Al dejar espacio entre ellas puede que más de una logre atravesar la capa de tierra con la que luego las cubriré.

La semilla no sabe qué va a pasar, no conoce su poder de transformación ni en qué puede convertirse. Es una batalla dura salir de su protectora cáscara y encontrarse con que no existe camino alguno, el tierno brote debe enfrentarse al duro terreno evitando piedras y escollos, pero no pierde el valor en la oscuridad y sigue empujando.

Hay humildad y simplicidad en la naturaleza, la dura tierra permite que el brote le atraviese con sencillez, le deja espacio, y la piedra que en principio le impedía seguir, ahora protegerá su raíz y su alimento. Incluso la gravedad le deja ir en su contra, así que sin saber qué le espera fluye cada vez más seguro, pareciendo a veces que simplemente se deja llevar, dejándose arrancar sin hacer absolutamente nada.

Tras un tiempo lleno de misterio esperando, alerta, paciente, satisfecha, sin ansiedad, ni adormecida ni indiferente, ahí está, suave, receptivo, maduro para descubrirse. Y en la naturaleza no suenan los tambores cuando irrumpe a través de una flor, como tampoco entonan un canto fúnebre cuando los árboles dejan caer sus hojas.
Todo lo pasado le ha conducido a ese momento de perfección, enfrentándole a otra época de crecimiento y cambio.
Todo, en silencio, para si, en relación con el entorno compartido y no exclusivo, con identidad propia y sin derecho sobre el resto.

Y solo quería contar sobre la plenitud de amar incondicionalmente, sin expectativas ni demandas.
Fíjate qué salió de la tierra, un flamante arbusto y no la portentosa flor que esperaba.
Otra vez será, lo de plasmar la idea, el arbusto se ganó su sitio.


miércoles, 20 de enero de 2010

Puñeteros regalitos



Parque Vigeland - Oslo


Estoy abriendo un regalo. Viene en una bonita caja con un precioso lazo. Es azul, la caja y el lazo, de un azul brillante. No sé si abrirlo. Yo no he hecho regalos esta vez. A nadie. Lo tengo aquí al lado, he desecho el lazo pero me apetece rehacerlo.
Estoy obligada a devolver el gesto, lo he aceptado. Ya es mío. Si al menos te dijeran "tengo un regalo para ti estoy esperando el tuyo”, te darían opción a pensar “pues espera, espera, que lo tienes claro”. Se quedaría con él, que además sería de su gusto, y aquí paz y mañana gloria. Pero no.
Además lo ha hecho con alevosía porque me lo entregó primero, y ha sido por puro placer de hacerme feliz.

Me acaba de llamar para ver si me ha gustado. Y se lo he dicho. “Vale” me ha contestado, ”pues no lo abras y cuando tengas el mío los abrimos a la vez”. Encima es una persona genial. Y lista, se aseguró el suyo. ¡Leches! ¡Y qué le regalo a una persona tan genial! Cada vez se complica más. ¡Puñeteros regalitos!

Cada paso que doy cada vez que salgo, me los paso mirando escaparates, a ver si veo algo. En ninguno de ellos, en ningún estante de ninguna tienda hay regalitos para personas geniales. En casa miro libros y me paso las horas en internet. Nada interesante.
No puedo llamarle y preguntarle qué quiere porque no me lo preguntó a mí. Sorpresa, pues sorpresa.
No sirve tampoco que piense en sus gustos porque ya no sería un regalo genial.
Tendré que decidirme o me voy a pasar media vida buscando. Y que me joda el regalito unos días, pase, pero más, ni de coña.

Usaré la razón. ¿En qué consiste ser una persona genial? Ser magnífico, estupendo, sobresaliente, extremado, que revela genio creador… Pues mira que bien, y si logro sorprenderle yo también seré genial. Pues vaya que alegría.

Con cuan insignificante impulso, un regalito, ya ves, se convierte la alegría en compromiso, éste en desazón, y ésta en tragedia, y que a nadie se le ocurra decirme que ésta no es consecuencia de la primera aduciendo que no hace falta tomarse la cosa por la tremenda. Lo explicaré sucintamente por no cansar a quién me lea.

La cuestión entra en el honor de mi persona ante la sociedad, nada menos, dónde no hay opciones. Todo está determinado para que yo, como individuo, me comporte acorde al modelo social, una fuerza que me apremia a hacer lo que se espera de mi, y además pretendiendo hacerme creer que es una elección consciente.
En caso contrario, si decido oponerme a esa fuerza, al sistema, mi tendencia recibe la etiqueta de “comportamiento marginal”.
Pesa en la constitución de mi identidad la influencia educativa, las coacciones mentales afectivas, las convivencias familiares… Si estoy de acuerdo con la norma y sigo el modelo, mi dosis de libertad es importante, pero si mi forma de entender difiere de la del resto, esa dosis libertaria es totalmente inexistente para mí.

Cogí la caja, le saque el contenido y la volví a cerrar. Cuando la abrió y la encontró vacía me miró interrogante. Y le espeté:

“Me ha gustado tu regalo. Gracias.
Si te hubiera regalado algo sin desear hacerlo, me habrías quitado mi libertad de elección y menguado mi identidad como individuo, la misma que te merece el deseo de agasajarme. De ti depende que a mi actitud, en contra del determinante social de devolver el regalo para quedar bien, le pongas la etiqueta de conducta marginal, o no.”

Tras un segundo sonreía. Claro que no todos entenderían el concepto.
Sigue siendo una persona genial, ahora en grado superlativo, consiguió sonreír. Y yo sigo con mi etiqueta de “hay que fastidiarse con la tía esta, que encima me cae bien”


lunes, 11 de enero de 2010

Tomate esta botella conmigo

Tiempo y Ser
Obra de la escultora Gloria Achucarro.
Recibió la medalla de bronce en el concurso de los Juegos Olímpicos de Pekín


Esta noche veo que siempre caigo en los mismos errores. Un mundo raro este donde se hace preciso mentir.
“A los educados en el desprecio hasta el amor les sirve para repartir odio” La escuchaba hablar quedamente, me ha invitado:”Tomate esta botella conmigo” He negado con la cabeza y he pedido otra. La que a mi me gusta.
Tiene la voz ronca del alcohol y el tabaco. Y la mirada fija, dura y profunda.
”Este mundo. Tan triste como cuando los árboles pierden sus hojas… las cosas simples son las que más duelen… debes olvidar a quién no te quiere, a quién no te atiende, demórate en tu tiempo sin soñar en su vuelta…” Hablaba entre trago y trago. ”¿Eso no lo canta Chavela?” Le digo, y en la carcajada de alegría porque he reconocido sus letras casi la atraganta el trago. Ya en mi segunda copa solo le hablaba a la botella, y para no acabar sintiéndome carabina la dejé disfrutar en su compañía.

He decidido que mañana seguiré. El porvenir no será sorpresa. Será lo que yo quiera.
Mi sinfonía solo la puedo tocar yo, y yo he de puntualizar, repetir, dirigir y modular para que suene tal y como quiero oírla cada día, bella y portentosa.
Seguiré en mi trinchera, queriendo lo que quiero y deseando lo que deseo, quizá luche más duro que hoy, quizá vierta mi sangre en el duelo, puede que llore desconsolada, puede que decida retroceder, o salir a campo abierto y exponerme a una lluvia de desdén. Si es así regresaré a mi morada, silenciosa, cansada y sucia. Me impregnaré de mis olores favoritos, liberaré a mi mente de cualquier intento de juzgar mis decisiones, me envolveré en el calor de la seda, daré a mi cuerpo las atenciones más exquisitas, y me sentaré a preparar el avance del siguiente día. Este día habré vencido.

Y si el siguiente lo quiero triunfante, avanzaré con ímpetu sonriente, admitiré la mañana nublada, o soleada o nevada, vistiendo de colores, o gafas o bufanda. Asumiré el sufrimiento como parte de mi enseñanza en el combate de lo posible. Llevaré el timón por los mares tranquilos, evitaré las tormentas obedeciendo al corazón que manda y busca. Y volveré a mi morada llena de vituallas de otros puertos, con velas brillantes para los rincones, limpiare los cajones y los sacaré fuera. Este día habré conquistado.

Cuando quiera decir, diré, y recogeré lo que caiga como cosecha provechosa. Cuando desee callarme, callaré, y no evitaré lo que ocurra. Me demoraré en mi tiempo, feliz o triste, golpeada o amada. Seremos yo y mi brevedad.

No, ya no me dormirán con cuentos de hadas.


lunes, 4 de enero de 2010

Resumen de prensa.



Vendedor de periódicos de 6 años.
Sant Louis (Estados Unidos)


Hoy ha amanecido un día frío y brillante. El sol relucía en un cielo absolutamente azul, con la calle húmeda y la gente tapada hasta los ojos. Aún en festividad con todos los comercios del centro abiertos, hay más gente de lo normal en una mañana de domingo, sin aglomeraciones todavía.

Compro el periódico de camino al trabajo, y lo abro por la última hoja para ver el tiempo que hará hoy. Veo que las nubecitas tapan un sol empequeñecido. Trato de traducir observando el despejado cielo que por la tarde lloverá. Guardo el periódico para leerlo con tranquilidad esa tarde.

Nuestra querida alcaldesa se ha tomado muy en serio la propaganda con la que nos bombardeaba no hace mucho con aquello de “mantenga limpia su casa, mantenga limpia su ciudad”, y nos ha puesto suelo de salón en las aceras de la mitad del centro. Y no es que aquí llueva mucho, pero cuando lo hace, los patinazos, los resbalones y los culazos te ponen en alerta.

Cuando pasas de las baldosas de hormigón a las brillantísimas y resbaladizas losas cambias la forma de andar. Lo hacemos todos. Si se pasara a cámara lenta disfrutaríamos de una danza digna de los mejores bailes africanos. De andar distraídamente a mirar el suelo y pisar con cuidado, separando los brazos del cuerpo para estabilizarte mejor, de vez en cuando se te va un pie, y te tambaleas, sigues más despacio y con cara de miedo. Eso sí, algunos disimulan muy bien, pero de repente han perdido la prisa, no miran al suelo pero no pierden ojo al anhelado final de las malditas baldosas de patinaje. Miedo al tortazo y al ridículo.
Desde luego los que si han debido salir beneficiados son los zapateros remendones, deben estar poniendo suelas antideslizantes a dos manos.

Opto por continuar por las callecitas adyacentes a los que la oferta de “dos baldosas por una”, según le supongo a nuestro ”ahorrativo” consistorio, puesto que me es imposible encontrarle otra respuesta que me mantenga en la inopia tranquilidad de mi borreguil indiferencia, no habrá llegado para más baldosas, alabada sea la suerte esta vez.

Acomodada con el periódico delante, y tras repasar todas las hojas, he leído los cuatro artículos que han llamado mi atención y otro que en este momento que escribo aún no he disfrutado. Consciente que me distraerá de lo que pretendo decir antes, lo dejaré para el final.

La forma en que la sociedad gestiona el conocimiento universal que las tecnologías de la comunicación actuales ponen a su alcance es realmente preocupante, al que crea, no se le conoce pero los que plasman y caricaturizan el estilo mueven masas, no interesa la personalidad del creador solo el residuo de lo que pretenden, “El deseo de morir y matar por una caricatura ofrece una panorámica más explícita de la década… una década repleta de enfrentamientos de origen incomprensible” Matías Vallés.

Todo cuanto está ocurriendo en nuestra democracia, digo nuestra, porque no tiene nada que ver con lo que dice la RAE que es, no es más que una nueva forma de colonización como señala Nawal el Sadaawi (escritora egipcia, psiquiatra y disidente política del mundo árabe), … no conocemos qué hay detrás de palabras como socialismo, modernismo, diálogo, autonomía, términos como educación, globalización, emancipación, no sabemos que utilidad tienen en la vida diaria.”
Apunta Sadaawi
”que la mujer occidental lleva un velo cosmético aplicado a base de bisturí que la hace creerse libre” y cada vez me inclino a pensar más como ella.
”… Así vivimos la inmensa mayoría. Como autistas. Como si lo que pasa cerca de nosotros sucediera en realidad muy lejos. Ya sé que hacernos los sordos y los ciegos es más cómodo y más sano que cortarnos las venas. Pero seguro que esa sordera y esa ceguera son mala cosa para la buena democracia. Muy mala cosa. Muy mala.” Alfons Cervera.

Un estudio de la UNED “Nupcialidad y cambio social en España”, demuestra que la opción de vivir solos es cada vez la más escogida. El sociólogo Martínez Pastor apunta que el mayor nivel educativo, la precariedad laboral, el precio de la vivienda, la trayectoria profesional de la mujer, el cambio de valores, y la dificultad en conciliar lo personal con lo familiar y laboral, hacen mucho más fácil vivir solo.
La cultura es determinante para superar inconvenientes, abramos la mente.

Paul S. Samuelson premio Nobel de Economía individual, nos deja su visión sobre el capitalismo … la vida es competencia, pero también suerte. Por esa razón, porque el azar existe precisamos una red de seguridad que es la democracia y el Estado de bienestar: la democracia es el sistema de reaseguro mutuo más importante que se haya inventado jamás… Cándido Pañeda.
… consideraba bastante limitadas para lidiar con la grave crisis actual a las escuelas de pensamiento nutridas en tiempos de bonanza… que no incluyen en sus manuales referencia alguna acerca de la trampa de la liquidez. I. Giménez Zuriaga
Aplicable en su totalidad a nuestra democracia.

Pero vamos más allá y a ver que os parece, así como esas tecnologías de la información han dado pie a que todo el mundo pueda ser lo que no es, también mantienen informados a todos los humanos en todas las partes del mundo, y todos aprendemos a entender el espíritu de comunidad de otros que miran de forma diferente pero les ocurren las mismas cosas, intentando prevalecer sobre nacionalismos, sectarismos o etnocentrismos. Usando esas tecnologías avanzadas, las mercancías y los servicios son conocidos y de una forma u otra acaban por llegar a todos los rincones del mundo. Las empresas multinacionales explotadoras, cuando no fabrican armas, pueden transformarse en “promotores activos de intereses y perspectivas mundiales”. Usemos lo que tenemos.

"Los estudios sobre consolidación de unidades políticas soberanas estima que el número de unidades políticas en el mundo alcanzó su punto máximo hacia el año 1.000 a.C. con unas 500.000 bandas, aldeas y jefaturas distintas. El número de unidades autónomas descendió a 200.000 en el año 500 d.C.. El proceso se fue acelerando hasta llegar a menos de 200 en todo el mundo. En 1.648 Alemania tenía 900 Estados soberanos, hoy no hay más que 2.”
Quizá la solución sea empezar ya a trascender de Estado a otra forma de sociedad para mantener el orden y la ley. “La paz mundial parece mucho más lejana que la guerra mundial, pues tomamos como realistas astutos a los belicistas y soñadores quijotescos a los pacifistas.”
La fuerza de la cultura será determinante, la sociedad lo demuestra en su trayectoria, el hombre como la naturaleza busca aquello que le permita sobrevivir, solo el peso o la ayuda de esa cultura puede dejar que nos extingamos, o encontrar soluciones.

Si hemos de contar con el azar y la suerte, como dice Samuelson, deberemos hacerle caso en la “cuestión de razonar con conceptos que se puedan medir directa o indirectamente y pensar que lo demás no tiene ciencia.”

En el artículo que había dejado para el final, parece ser que la audiencia española decidió en mayoría tomar las uvas con Anne Igartiburu en vez de con Belén Esteban, y además sin anuncios y aumentando su perfil de audiencia entre los jóvenes.
Casi podríamos decir que algo sí debe estar cambiando. No se si ponerme eufórica o continuar con el tono emocional bajo, porque como dice Juan José Millás cuando estás eufórico acabas por meterte en cualquier disputa, mientras que si estás depre ni te molestas.


Levante El Mercantil Valenciano, 3 de enero de 2010


sábado, 26 de diciembre de 2009

Canción de una lejana primavera para un largo invierno






En todos los pueblos del mundo el ser humano siempre ha querido conocer a sus predecesores. Hemos ansiado en todos los tiempos saber cómo pensaban, qué les preocupaba, e incluso poseer un retrato que identifique el tipo de gente de la que provenimos.

En estas consideraciones andaba la otra tarde en la sección de historia de una librería, cuando empecé a pensar que la posteridad también deseará saber cómo somos, cómo era la ciudad de nuestros tiempos, y los escritos de la historia de entonces relataran nuestras vivencias de ahora.

Nosotros hemos hecho hábiles deducciones, puesto que gran parte de las huellas que dejaron nuestros antepasados fueron destruidas, unas veces por ignorancia, otras por guerras feroces, o por la más cruel de todas las circunstancias, la de los que se creen con el derecho y el poder de decidir que es lo bueno o lo malo. Los ciudadanos del futuro no tendrán tanto problema en descubrirnos, en vez de aparecer en cofres o vasijas perdidas fragmentos desconocidos o, sabiamente escondidos los escritos destinados a la desaparición por obra y gracia de unos cuantos, sencillamente accederán a la inmensidad del mundo de Internet, en el que nuestros valientes sucesores navegaran atrapando relatos, historias, verdades, mentiras, creencias, soledades, brutalidades y demás vivencias particulares y generales que ocurren en nuestros días, identificándonos sin problema y deduciendo con bastante fiabilidad nuestro carácter como pueblo.

Y estando en estas llego más lejos, sabemos que no hay pueblo en el mundo actual ni de los anteriores a nosotros, en el que se hayan establecido costumbres ejemplares. En todo caso intentos por mejorar, puede que conseguidos o aún pendientes de hacerlo. Este siglo XXI sigue siendo muy hombre. Continuamos con esa manera tan humana de alardear de buenas intenciones pero que a la hora de la verdad hace prevalecer la hegemonía del más fuerte.

Al salir por la puerta que tengo por costumbre de la librería, me choca ver que ha desaparecido la tiendecita de lencería de enfrente, y en su lugar una mini cafetería megailuminada ocupa el espacio, y de nuevo me siento forastera entre mi casta, donde lo raro, lo extravagante, lo extraño es lo de casa, y lo normal y lo admirable lo de fuera. Hay que reconocer que la facilidad de la información de nuestra época nos ha hecho variar la dirección de muchas costumbres, arrinconamos nuestros originales y les etiquetamos sin utilidad alguna, obsoletos, cuando no lo son en absoluto.

Inmersos en obtener la última invención de la técnica para considerarnos sociedad avanzada, entendiendo que la compra compulsiva sostiene esta sociedad capitalista agonizante, nos estamos viendo enfrascados en un dilema, casi todos queremos pertenecer al mundo siendo parte del grupo que avanza con fuerza y al mismo tiempo tememos perder nuestra identidad como pueblo volviéndonos recelosos de lo nuestro.

Con todo, llevamos a la confusión a los primeros futuros descendientes, puesto que se han encontrado con lo normal globalizado y nuestro recién estrenado afán de sacar los viejos originales inutilizados para recomponer la identidad del país.
Con razón nos toman por un tanto fantasmas y acaban yendo a “su bola”.

Observando desde el punto que ocupamos en la línea histórica, todas las culturas han tenido las mismas necesidades e impulsos básicos humanos, y en todas, hemos desarrollado respuestas análogas al enfrentarnos a circunstancias similares. Los cambios culturales importantes sucedieron sin que nadie comprendiera conscientemente qué estaba ocurriendo.

Los cazadores de mamuts o bisontes gigantes cazaban sin ningún interés en hacer desaparecer la especie. Ninguna tribu de Nueva Guinea tenía la intención de convertir su selva en praderas. Cuando se construyó el automóvil pretendían que nos trasladáramos a mayor distancia en menos tiempo, pero nadie quería que desaparecieran las zonas rurales, que se localizaran los centros sociales en inmensos centros comerciales, o que la densidad de tráfico acabara provocando ansiedad e hipertensión. Creyeron que la química aportaba beneficios, no que los residuos tóxicos acabarían con el aire limpio, el PVC contaminando aguas, la lluvia ácida y la protección de la capa de ozono destruida.

Nadie de ninguna época quiere ni ha querido pobreza, mendigos, recesiones, pero… los hay, ocurre, sigue habiendo.

Y seguimos viviendo y trabajando pensando que nuestras decisiones son buenas, las mejores que llegamos a imaginar. Aquí nuestros descendientes no encontrarán diferencia alguna con nuestros antepasados, nuestras iniciativas tampoco tienen en cuenta las “consecuencias inintencionadas”, seguimos sin ser conscientes plenamente de “que estamos determinando las grandes transformaciones necesarias para la supervivencia de nuestra especie”.

Antes, los cambios culturales se mostraban en varias generaciones, ahora ocurren de una generación a la siguiente, y la generación anterior sigue retardando el cambio de mentalidad a la próxima. Hemos visto que nuestros antepasados luchaban por comprender y dominar este mundo, en tanto que sus mentes sentaban los principios de la ciencia y el arte. Ahora vemos que la ciencia y el arte sobrepasan nuestra comprensión en más de una ocasión, y que la dominación del mundo no es posible, la del mundo como naturaleza, como humanos si que nos hemos dado el gustazo de dejar tremenda huella de que sólo sabemos vivir de una manera, dominando o siendo dominados por otros.

La cultura sigue evolucionando con rapidez y socialmente seguimos retardando la evolución natural. Están vigentes las pautas del pasado de no entender nada, el largo invierno se prolonga tan eficazmente que cantar la canción de primavera hoy en día, suena a memez.

Es algo tan sencillo como que el ser humano culturalmente está muy capacitado y socialmente inhabilitado.

Pues eso. FELIZ NAVIDAD Y PRÓSPERO AÑO NUEVO


miércoles, 2 de diciembre de 2009

Ciudad con alma y cuerpo





Pasó el caluroso verano.
Ya es un lejano recuerdo. Los días sin trabajar, el viaje, la casa del pueblo y las tardes en la plaza con los amigos. Por aquí vivió su alegre y maravilloso acaecer.

El hormiguero de la ciudad despierta perezoso llenando las calles de ajetreo, ir y venir de no se sabe, propósitos, proyectos, objetivos, intentos, se cruzan sin mirarse, atentos a luces y sonidos, al desmadre y al desafío.

A mitad del día el ambiente se relaja hasta una parsimoniosa velocidad, algunos pasean atesorando tímidos rayos de sol, si arrecia el aire o la lluvia los hombros se encogen, las manos desaparecen y los refugios se atiborran.

Cambian las calles a frías y solitarias iluminando de amarillo adivinados cielos grises u oscuros, donde a duras penas descubres puntos brillantes, de los que imitan los escaparates, al igual que esos extraños árboles con sorprendentes aderezos que empiezan a llenar vitrinas.

La ciudad siempre provisional inventa cada vez y cada época cosas que no son, para entretenernos lejos de las cosas que son, desviviendo las intenciones de vivir intensamente. Reniega del tráfico y se une a él. Despotrica de los horarios y siempre quiere saber a qué hora sucede todo. Busca tranquilidad y se amontona en lugares de moda. Imperceptibles actitudes para miradas habituales.
Como una gran partitura de Beethoven, fuerte y enérgica a la vez que dulce y melodiosa, jugueteando desde los exquisitos y placenteros murmullos callejeros a la fuerte avalancha de los estresantes metálicos en las avenidas.

Sobreviviendo en este lugar de nadie, despiadado en ocasiones, que invita y acoge al azar, que usurpa todo lo que niega su deseo, que aprovecha el fuego destructor, el viento atronador, maltratando y domando al que la maldice, aquí, vegetan, existen, se quedan, rebullen los poetas, filósofos, escritores, cantores, virtuosos y creadores, con las crisis, hambres, recuerdos, ignorancias, codicias, voces, y con la impasible belleza de las rosas.

Y el invierno ha inundado el otoño.
Qué fácil resulta ahora, en este punto, separar el alma del cuerpo.
La ciudad maquinal del invierno, fácil de conquistar por aquellos embaucadores que adoctrinan cómo cuidar el alma e ignorar el cuerpo.
Destruirse o amarse, perversa alternativa o amenaza con premio post mórtem.

Uno, se eleva en la luz diseccionada por los copos de nieve, no siente, etéreo se deja traspasar y penetra allá dónde quiere. El otro quejumbroso, pesado, grotesco, apenas se mueve si no le alimentas, le cuidas y le proteges. Sus veleidades dañan haciéndole depender absolutamente del albedrío del otro. Pero si el alma es soberana, autónoma, libre, practica en el aquí y ahora, y el cuerpo obediente se detiene, descansa, y agradecido responde, conocerán la grandeza de la vida.

La confianza en la carne, los sentidos, nada de falsos pudores, nada de ignominiosas contradicciones, si uno sufre el otro tiene poder para serenarle, proveerle, protegerle, enseñarle a soportar o abstenerse cuando lo que escapa a su voluntad sucede. Pero jamás utilizando el dolor como medidor de fuerzas y capacidades. La muerte no les concierne, ni vivos ni muertos, identifican el bienestar por la ausencia de turbación, los deseos los naturales y necesarios, los otros no, la moral y la ética importantes para con ellos mismos.

Si ya es difícil gobernar tus propios instintos ¿Cómo hacer comprender a las múltiples almas de los múltiples cuerpos de la ciudad que no pueden separarse?

Llueve. Acaban de sonar las dulces campanadas que indican las horas. Suaves y lejanas.
Acogedora, durmiente, segura la ciudad con alma y cuerpo.