domingo, 28 de octubre de 2012

Primer movimiento


Obra de Koko Rico en Laguardia (Rioja Alavesa)
Compañeros inseparables del viajero


Es difícil saber cómo empezar.
Hablar y leer constantemente sobre la crisis hace perder cualquier sentido de progreso. Existe un temor diferente entre los que hemos vivido siempre en crisis, incluso en tiempos de bonanza, y los que han disfrutado del privilegio de optar a cuanto han deseado o a la mayor parte de sus aspiraciones. Es como si antes yo me viera fuera del tiempo y ahora vea a los demás.

Me centro en hacer progresar aquello que me propuse hace tan solo unos meses. A unos días de la partida solo está aplazado lo del último momento. El coche puesto a punto, las maletas y bultos pendientes de cerrar, reservas y billetes de hotel y pasaje, punto de encuentro en la isla, despedidas.

La aventura que me espera es sugestiva y emocionante, con tantas posibilidades de éxito como de fracaso. Del fracaso, rechazo lo que tiene de frustración -usaría quiebro por lo de no poder conseguir un fin pero no produce la misma inquietud  al leerlo que provoca el vivirlo-, ya que a estas alturas de extenuante esfuerzo librándome de ataduras tan pegajosas como el galipote ya se ha involucrado el éxito.
Y en tanto me queden fuerzas no quedará en esta pequeña pero bacanal primera aventura.

Experimento alegría entre mil preocupaciones al enfrentarme a una nueva vida donde soy ajena a costumbres, a los hábitos para servirme del medio que me rodea, a superar las manías de lo que no comparto, a la lucha por hacerme un hueco en situaciones de desventaja…
La diferencia entre mi medio habitual y al que pretendo conquistar está en la mejora de las condiciones y no a la inversa, ya es un handicap a mi favor, que si bien puede considerarse positivo podría ser tan duro como irse a recorrer el Amazonas, pero no imposible.

Al levantar la mirada tras unos momentos de concentración, vuelvo a sumergirme en los gritos y las prisas de la gente que habla y gesticula sin decir nada, hemos convertido la comunicación en una hazaña y utilizamos los gestos y la palabra como escudos y espadas con los que atacar y protegernos. Lo más curioso es que ni siquiera nos miramos, curioso porque todos sabemos que nadie va a decir nada nuevo, y algo triste  porque al dejar de escucharnos hemos hecho de la ciudad un lugar un poco más hostil.

Mi ciudad y mi país aparecen en el casi ignorado televisor del local. Alguien cerca de mí se queja de un gobierno al que le votó una mayoría de españoles y que se limita a hacer lo que siempre ha hecho la derecha política española, están de más ese asombro y esa irritación exacerbadas. Aún estoy aquí y ya a ambos les noto lejos.

Espero aprender mucho. Espero entender por qué no ha funcionado el estado de bienestar en mi país. Espero ser capaz de reeducarme viviendo con otros criterios, otras maneras y otras formas de aceptar el mundo y a los humanos. Ya tengo práctica en superar momentos críticos puede que por eso no me resulte tan descorazonador cambiar con los tiempos.
A veces solo el respeto que consigas sentir por ti misma puede ser la mejor manera de apuntalar tu existencia.