viernes, 31 de diciembre de 2010

Al filo del fin de año



Estoy sentada delante de un libro genial, escuchando música muy dulce y suave, lejana, cómoda y caliente.
Algo en mi mente me ha hecho apartar la atención a lo que leía y he notado un deseo irresistible de escribir por última vez en este año 2010. Aún quedan unas horas.
Estoy rompiendo con todos los estereotipos, por fin, de lo que ha sido establecido como unas navidades dichosas.
He conseguido confeccionarme las mías a mi medida, silencio, introspección, coherencia, descanso, y sobre todo, moderación y sobriedad.

Desde este estado en el que el extraño poder de mi pensamiento me ha creado, observo.Y he observado a los demás durante estos últimos días… a los tristes, los excitados, los cansados, los emocionados, los desengañados, los iluminados… No faltamos ninguno, todos estamos en esta inmensa fiesta disfrazados. Cada uno utiliza su poder de pensamiento para alcanzar lo que quiere y para conseguir cómo lo quiere, y hasta algunos se sienten realmente dichosos. Mi disfraz ha sido el de mentir hasta que me han dejado sola, y al fin, sonriente y feliz.

Un cava bien frío y una cena frugal que no por ello menos exquisita, consienten en una configuración sensible de “conceptos” como en una bella obra de arte de este año que termina, sobresaliendo entre todos esa gran crisis que nos atormenta empobreciendo el sistema. Porque los “conceptos” importan más que sus “códigos”, aunque estos parezcan solucionar el vivir diario en tanto acumulan el poder en unos pocos, y no nos dejan ver que el verdadero índice indicador de cualquier crisis no son las ganancias bancarias o los recortes presupuestarios sociales, códigos al fin y al cabo de un sistema que administra sin una meta clara, sino conceptos tan axiomáticos como “la proporción de muertes infantiles en países subdesarrollados y la cantidad de guerras en auge”. Y estos indicadores hace años que se mueven en un camino sin retorno.

Compruebo mientras llueve y vacio mi copa, que puedo gobernarme a mí misma, aunque la sociedad intente limitarme, y una pregunta surge ¿Qué hace que algunos escojan la oscuridad mientras otros procuran la luz?

Los fuegos artificiales saltan por doquier fuera del gran ventanal, se acabó 2010. Ya estamos en 2011.

¡Aleluya!


miércoles, 8 de diciembre de 2010

El propio sentido


"... los seres humanos y las orquídeas -ambos impresionantes picos evolutivos de la naturaleza... "


Ella es una fantasía para muchos. Puede ser dulce como el almíbar y puede ser cruel como un buitre. Sobre todo ante los ojos cándidos de quién cree que el mundo no es una sucesión de hechos elegidos sin azar por la cambiante energía, de la que se nutre y se transforma. Porque no nos engañemos esto es el mundo que nos rodea, una sinuosa espiral de la que no conocemos fin en este universo. Sin aspiraciones, sin metas, donde se hace necesario el propio sentido.

Ella se mueve como si tuviera el poder de que el aire, el agua y el sol la obedecieran. Razona, utiliza la lógica más aplastante, su mente no para jamás, obtiene casi todas las respuestas, y cuando el descontrol del caos asoma a su estructurada mente se asusta. Y busca respuestas para recuperarlo.Su única verdad, su única meta es amar, estar enamorada continuamente, no importa cuántas veces la maltraten o la desprecien. Amarles, a ellos, a esos que la juzgan, la usan, la enloquecen. Darles cuanto es.

A veces no la comprendo y otras la entiendo tan bien que dudo. No comparto ese amor que le da sentido y la lleva a ser despiadada consigo misma. Me mira directamente a los ojos en silencio mientras le hablo. Dice que me entiende, pero que no es más que una mujer que quiere querer, y su razón es ser como es, no importa si las tres cuartas partes de su tiempo sufre como una condenada si en un solo momento ha conseguido perder el sentido con él. Me desconcierta.

Le hablo de apartarse de la vorágine de todo sentimiento que la domine y le produzca displacer. El placer que trae dolor no es tal placer. Siempre obtengo la misma respuesta “no quiero esa felicidad de la que disfrutas tú”.
Se va y cuando vuelve guardo silencio y espero, suelta una retahíla de los por qué, de los contra por qué, de las conclusiones a cada paso, a cada palabra que el otro ha dado. De razonamientos que solo encontrarías uniendo palabras de un diccionario gigante, en el que al posar la mano con esa energía que emana de tanto brío, pasara las páginas hasta dónde se iluminará la siguiente palabra que expresaría exactamente aquello que está sintiendo.
Cedo. Y no digo nada. Solo escucho. Ella morirá amando.

Hoy me ha preguntado,
- ¿Qué hago yo ahora?
- Nada –le digo- No hagas nada. Solo deja que ocurra lo que tenga que ocurrir.
- ¿Y cómo se hace eso?
- Sonriendo.
Solo ha durado un minuto, ha vuelto a unir, endiabladamente ágil, otro nuevo punto de vista a la última versión en que derivaba la discusión que tuvo con él. Paciente la escucho.
- Tenemos 24º -digo sonriendo en un momento que ha parado para coger aire- tras la intensidad del frío de los últimos días el sol brilla espléndido, y mi él tampoco me llama, sencilla y llanamente tengo claro que es porque no me necesita.

No sé si ha sido la temperatura, o mi tono, o que no ha encontrado aire suficiente, pero no ha dicho nada. Supongo que por eso somos tan buenas amigas a pesar de ser tan diferentes nuestros propios sentidos. Ella necesita amar a alguien para tenerlo, a mi con amar la vida me basta.
El propio sentido es una necesidad humana tan antigua como nuestra especie. Hasta en condiciones infrahumanas, dice Viktor Frankl, podemos encontrar una razón para vivir, esa que resulta conveniente y orientadora en cada momento de la vida.


foto: http://www.orquideas.in/viveros-de-orquideas/

lunes, 22 de noviembre de 2010

Contrafactual






Hoy es un día alternativo.

Me resulta salerosa esta palabra que está tan de moda. La usamos como modo de hacer una elección entre las distintas opciones que dispones para conseguir lo que necesitas.

Ya se le dio un significado propio en la tauromaquia, la alternativa significa que te conviertes en matador, de toros. Pero se empezó a aplicar en la calle con un sentido más específico allá por los años 60 con la música electrónica de Delia Derbyshire, escultora sonora, y Ron Graine que la pusieron de moda en la serie británica Doctor Who, dándole una nueva estética a la música…

Y de ahí a la historia, la electrónica, la alimentación, la energía, el manga, la medicina, estos últimos más conocidos por andar de boca en boca ya con vida propia. Me ha llamado poderosamente la atención lo de la “historia alternativa”.

Hasta ahora concebía que la historia alternativa era contar los hechos con distinto punto de vista al que oficialmente estaba instituido, sin ocultar las verdaderas razones que se usaron para llegar a los resultados relatados o enfocándolos desde la vida diaria de la población y no desde la de los asuntos privados de economías y poderes.

E incluso con visiones diferentes de los hechos, invadir un país puede ser tomado como una forma de aportar ayuda y bienestar, o, un genocidio y un ataque.

Esto me ha metido de lleno en otro término no menos curioso, la de la historia”contrafactual”. Consiste en un análisis académico y riguroso sobre un suceso histórico que de haber ocurrido de forma diferente a como ocurrió, cambiaría totalmente la situación del presente.

Esta manera de analizar la historia cuenta con un método estudiado, en el que primero se ha de tener un “punto de divergencia o condición contrafactual”, por ejemplo ¿Qué hubiera pasado si Alejandro Magno hubiera emprendido su conquista hacia el oeste en vez de hacia el este? ¿Se habría iniciado una guerra con el imperio romano? Se preguntaba Tito Libio hace dos mil años en un ejercicio para alcanzar todas las alternativas que en un momento histórico se pueden considerar posibles.

Los siguientes puntos necesarios para realizar este análisis consisten en la unicidad del punto de divergencia, el sentido histórico y la plausibilidad.

Ha habido más preguntas de este tipo y más análisis de posibilidades en intentos para comprender mejor por qué ocurrió como ocurrió, revelándonos que la historia no se nutre por “leyes filosóficas, materialistas o espirituales, sino que es el escenario de un enfrentamiento entre la libertad, la fortuna y la imaginación”.

Charles Renouvier, publicó en 1876 su obra ”Ucronía: Esbozo histórico apócrifo del desarrollo de la civilización europea tal como no ha sido, tal como habría podido ser”.

Algo así como una ucronía, rama de la ciencia ficción, que a partir del punto Jumbar se desarrolla de modo tan diferente al que tuvo en una línea temporal ya acaecida pero, usando el estudio de la realidad del entorno de la época y ajustando los sucesos a la posibilidad real de que ocurrieran.

Esto nos revela que ese determinismo histórico del que hacemos gala proviene de actuaciones irreflexivas, llenas de actos frustrados del pasado, de contingencias indeterminadas, de una entre muchas alternativas, y que, ese pasado que fue, pudo ser tan enloquecido como cualquiera de los imaginados.

Hay pensadores tanto en contra como a favor de esta disciplina. Sin embargo, leídos los razonamientos de los que están a favor de este ejercicio realmente ingenioso, y que llevado con rigor, utilizando todos los datos que en la actualidad están a nuestro alcance, arqueológicos, documentales, médicos, nos llevan a unos resultados increíbles. Una forma de comprender qué ocurrió dadas las posibilidades y por qué hemos llegado donde estamos, sin ignorar que pudo haber otras alternativas.

No es una reinterpretación de la historia sino una nueva historia que no fue, y que deriva en un presente con cambios espectaculares respecto del nuestro, con actuaciones que divergen cada vez más a partir del hecho alterado.

Todos estos datos e ideas las he sacado de los sitios que he consultado, y dan para pensar un rato, claro que para eso tendríamos que disponer de tiempo y de un cerebro ejercitado.





Foto: http://www.wallpapergate.com





sábado, 6 de noviembre de 2010

Odisea



Comienza pues esta historia invocando a mi musa masculina para que cuente lo sucedido, porque la femenina resulta demasiado introvertida y se gestiona sola sus desvaríos.El medicane aquél del que hablaba ha resultado ser ciclón tropical y no mediterráneo como esperaba, y aunque ya amaina aún asusta.

La asamblea en que mis memes debían decidir si salir al rescate de lo necesario para superar la escollera, o “sencillamente” quedarme dónde estaba y dejar que todo acabara hecho añicos en el vendaval y desapareciendo, o divido el problema en fracciones más tolerables, acabó decantándome a buscar un sitio cómodo en el ojo del tornado.

Mientras allí esperaba, todo a mí alrededor desaparecía, incluso la comunicación, dejándome completamente aislada. De hecho he tenido que oírme aquello de que si “estaba quemada”, pues parece que siempre hay que estar sonriente y en pleno rendimiento, o de lo contrario eres una amenaza para el sistema manteniendo una actitud de desapego por lo que te rodea.

En cualquier caso ando por la orilla recogiendo pedazos, de vez en cuando arrecia la lluvia y me refugio en el primer sitio que veo, hasta que puedo regresar a casa. He desestimado mucho de lo que reencontraba, pero con los escasos restos que siguen funcionando vuelvo a poner en marcha solo aquello que me generaba alegría y calor, como este blog y los apreciados amigos que he hecho, y que con inmensas ganas vuelvo a visitar.

Ahora, en cuanto la tormenta cese comenzare la búsqueda. La distancia que no he puesto yo la han puesto los demás y, aunque a veces con pesar, me facilita el camino.

Ligera de carga solo he de invocar a Atenea para que me consiga un pacto y poder conseguir “convivir en la paz en los años venideros”. Dicen que los griegos en su festividad la honraban vistiendo ropas nuevas con algo púrpura y comiendo aceitunas.

Pronto iré de compras. Además de las mejores aceitunas del mercado, serán ropas dignas de una diosa.




La foto la he bajado de www.yodigital.com


jueves, 14 de octubre de 2010

Hábitos alimentarios en alerta roja.




Decirle a la gente, tal y como están las cosas, qué debe comer cuando no puede permitírselo es la forma más notoria de hacer que excuse comer los comestibles sin manipular industrialmente por suculentos alimentos preparados y a su alcance.

Resulta difícil comprender para este sobreabundante Occidente que selecciona sus productos según el marketing, que las familias con ingresos mínimos hayan de elegir entre lo económico en cantidad y la calidad austera.

Las circunstancias prácticas que rodean las costumbres dietéticas de una sociedad la condicionan, y si conseguimos ser capaces de entender el origen de preferencias y manías de las personas hacia los alimentos, podríamos cambiar estas conductoras circunstancias prácticas antes de que aparezcan remedios ineficaces y hasta peligrosos para los graves problemas que acucian nuestra salud.

Los hábitos dietéticos se han visto limitados por los cómputos de costes y beneficios de las empresas transnacionales de producción y venta de comestibles, que con el lema “lo que es bueno para comer es bueno para vender” han acostumbrado a sus clientes a la abundancia excesiva de alimentos.

El desencadenamiento de los sensibles mecanismos que activan el apetito humano al sobrealimentarlo, y la desaparición de la dependencia en la búsqueda y elaboración constante de los alimentos necesarios para subsistir, han favorecido que los estragos físicos como la obesidad y los trastornos cardiovasculares produzcan sus efectos nefastos en la salud, y esto aún siendo previsibles. Lo que nos ha llevado a la aversión hacia los alimentos de alto contenido en grasas y colesterol y a bajar su consumo. Podríamos decir lo mismo de los azúcares, la sal, el alcohol… larga es la lista.

Esto pone en marcha la desigual optimización de costes, produciendo efectos inversamente proporcionales según se trate de consumidores, agricultores, políticos o empresarios, y esto a su vez, lleva al error de pensar que las costumbres alimentarias actuales de la gran mayoría de la población media y pobre, son dominadas por símbolos “arbitrarios” que reflejan hábitos mudables de alimentación. Nada más lejos.

Todo el mundo sabe que la obtención, preparación e ingestión de alimentos es la diferencia entre vivir y morir, y que no existe ningún alimento que provea de todos los nutrientes para mantener un nivel de salud óptimo. Pero de poco sirve porque a pocos les preocupa que la nutrición sea el proceso mediante el cual los alimentos que ingerimos se transforman en nutrientes, base del equilibrio y el bienestar de esa salud que a todas luces queremos obtener.

La armonía no es intangible ni irreal, tan solo consiste en saber qué necesitamos, qué nos hace sentir mejor, qué propiedades son válidas y cómo obtenerlas. Conocernos, esencial. Si nos familiarizamos con el aspecto nutritivo de los alimentos y nos informamos debidamente sobre su aspecto lucrativo (por lo del coste en conseguirlos entre otros), seremos capaces de entender esa parte primordial de nuestra salud. Comer adecuadamente hoy por hoy es todo un arte. Y vital debiera ser el adiestrarnos en aquello que pone en peligro nuestra salud física y psíquica, adaptando la alimentación a unos cuerpos que funcionan al compás del alteradísimo sistema nervioso al que nos lleva nuestra forma de vida.

Porque enfrentarnos además a noticias como que entre todos los entes que soportamos con nuestros impuestos, CSA, FAO, FIDA, ONU, PMA, OMC, FMI, han contabilizado que alrededor de los opulentos Occidentales hay 925 “millones” de “personas” que pasan hambre, y hablan de “debatir” sobre la “volatilidad de los precios de los alimentos”, para después nombrar a nuevos embajadores de buena voluntad de la FAO” entre actrices, cantantes y actores, es lógico que nos trastorne y hasta nos irrite tocar este tema.

No se puede decir mucho más, salvo guardarnos la vergüenza donde menos huela y ponernos manos a la obra cada uno de nosotros, sinceramente. Empecemos por educarnos y sigamos por educar.



http://www.elmundo.es/elmundo/2010/10/11/solidaridad/1286814264.html

sábado, 2 de octubre de 2010

Yo y la de antes.


Solo, pequeño, imbatible, hermoso, magnánimo, fuerte… feliz


Estaba especialmente triste mi compañera aquella tarde. Acabamos paseando por la playa, hablaba de su lejana tierra, de la pérdida de él (ese que ya será por siempre único), de la tristeza en la entrega de un hombre a su destino y la tranquila espera del fin. Iba de un tema a otro tras cortos silencios, hablaba despacio y las olas del mar no me dejaban oír algunas palabras pero no la interrumpía, la imaginaba más allá de lo que estaba diciendo, y traducía mentalmente a otra historia lo que me contaba entre ambigüedades por algo más terrenal.

La imaginaba viéndose a sí misma allí, conocida, como tras un cristal, riendo, con su manera de hacer las cosas, y cada una de sus frases la trasladaba al sentimiento, la notaba queriendo aunarse con aquella imagen en tanto algo se lo impedía y la obligaba a quedarse donde estaba, viéndose desaparecer decidía acercarse y atravesaba aquella proyección de sí misma, con la angustia atenazando su garganta comprendía que debía dejarla ir, la certeza de que ya no le pertenecía ese tiempo se hacía cada vez más irrefutable, si la retuviera ambas sucumbirían, debía olvidarla y seguir su camino con este nuevo ser en el que apenas se reconocía, pendiente de construir, miraba sus manos, sentía su cuerpo, el cansancio, la pesadez, le faltaba la alegría que le hacía correr. ¡Señor! La otra, la conocida, se quedaba con todo, era la invencible, la que no contaba con lo feo. Esta nueva en la que a duras penas se presiente, en la que nunca pensó y para la que no se siente preparada, la altera, ¿cómo lo hacéis las demás? Algunas lo delatan en el rostro, en su carácter, en sus quejas y lloros, deshaciéndose en un torbellino de preguntas sin necesidad de tener las respuestas.

Precisa un ”barredor de tristezas” -pensé- había callado, caminando, medía sus pisadas y la distancia al mar, me senté en la arena y la deje alejarse a solas.

Quedé pensando en la actitud con la que enfocamos nuestras vidas. La sociedad es áspera y delirante, le molesta todo aquello que no sea ella misma, joven, bella y suntuosa, y acaba dándose de bruces cuando se le rompe la dirección (por no decir que se pega la hostia padre reiteradamente). En cuanto nos toca quedarnos atrás, dónde ya no podemos echar carbón al fuego porque nuestro tiro se queda corto, y nos apoyamos en la pala para maldecirla, recordemos que debemos soltar la pala alzándola primero sobre nuestra cabeza y tirándola lo más lejos posible, levantar el dedo anular justiciero bien tieso y soltar el mayor taco que se nos ocurra en ese momento. Se acabó la responsabilidad, se acabaron los horarios, se acabaron las estadísticas, se acabaron las vacilaciones (se lo contaba en el camino de vuelta). Ahora eres vieja, ni te miran, ni te quieren, ni se acuerdan de ti. Mejor que mejor. Ahora toca hacer lo que te de verdaderamente la gana, y con el aliciente de hacerles sentir culpables por desahuciarte, a la familia, a la sociedad, al gobierno y a todo ser viviente que se considere socialmente aceptable. Que les den. Se reía. Menos mal.

Ya ha vuelto a su tierra, a sus orígenes, se siente capaz de enfrentarse a todo el dolor que tuvo que asimilar y por el que de la noche a la mañana decidió huir. Recompuesta, más mayor y serena, pretende renovar su vida con cuanto pedazo huérfano dejó encajado en cualquier parte de su mundo. Y una actitud totalmente diferente, la de aceptarse a ella y al mundo tal cual es.

A veces, más de una locura acaba siendo cordura. Me ha dejado patente la fuerza con la que la naturaleza y los humanos, como parte consustancial de ella, podemos persistir y deslumbrar una y otra vez.


sábado, 11 de septiembre de 2010

Inteligencia nula



Monday in B flat
Monday in B flat
Toni García



"Cerf-volant"
Cometa
Que vuelas al viento
No te pares
Hacia el mar
Ahí arriba en el aire
Te ve un niño
Viajes insolentes
Turbaciones embriagadoras
Amores inocentes
Siguen tu estela
Siguen tu estela
Volando
Cometa
Que vuelas al viento
No te pares
Hacia el mar
Ahí arriba en el aire
Te ve un niño
Y en la tormenta
Tus alas triunfarán
No te olvides de regresar
Hacia mí



Puesto que la consecuencia de un día es que resulta irrecuperable, parece presuntuoso intentar dudar en si participar o no en el combate, su viabilidad la identificas cuando compruebas el equilibrio racional entre ganancias y pérdidas.
Cada uno de nosotros solemos explicar los acontecimientos en base a los sentimientos y motivaciones personales que experimentamos antes, durante y después del desencadenamiento de las hostilidades, pero a pocos nos interesa conocer qué nos ha llevado hasta ese punto.

Casi siempre se funda en una base práctica, en la que las soluciones alternativas distan mucho de existir para ese momento infructuoso, o al menos así lo parece en ese instante en que la solución forma parte de una estrategia adaptativa a las condiciones específicas.
E invocas ciertos instintos criminales imaginarios, e incluso motivos inescrutables para llegar a comprender por qué en ese combate te has armado como una verdulera de tus más primitivos instintos, nada de lo que enorgullecerse. Puedes ganar la batalla pero sentirte rematadamente frustrada, así que empiezas otra batalla contigo misma.

En la historia se puede fácilmente comprobar que nuestros predecesores no tuvieron en cuenta los cambios que provocarían sus malas decisiones, a veces irreversibles, sin que llegasen a comprender conscientemente lo que estaba pasando, y te explicas que los resultados de la incapacidad en el control consciente e inteligente de los acontecimientos de un día pueden traer malas consecuencias incluso a corto plazo.

Todo se hace en beneficio de un bien momentáneo y ambiguo, antes mal, ahora mejor, luego fatal, y entonces ninguno de los puntos de escape viables te dan una salida ni siquiera remotamente digna. Es como una onda de acción que siguen todos, desde problemas políticos hasta la enseñanza de los hijos pasando por todos los contextos sociales, laborales y personales.

Por eso echas mano del arsenal cultural que otros antes que tú han utilizado demostrándote que da resultados, cima de la civilización, y rebuscas en la diplomacia filosófica de la que tanto se ha escrito en siglos pasados, del refinamiento retórico, adhiriéndote a ella para cosecharla como mecánica intelectual, a la que por fin solo te lleva la experiencia de los años (años intentándolo, que al cabo dan su fruto).

Llegado el momento, antes de la destrucción masiva de cuanto se halla a tu alcance y bajo tu línea de fuego, echas mano de esa gran estratega que has estado cultivando: servicios secretos afiliados y la soldado de elite, en suma, conocimiento y buena puntería, algo que cualquier política que se precie debería utilizar siempre.

El mar y ese dulce coro de voces te introduce en un mundo de sueños nuevos, de posibilidades inmensas, y acude hasta ti la imagen del poder real o la de la belleza auténtica. Hay que acudir al campo de batalla cada día.

Y se desvanece el día mientras sonríes recordando la cara de sorpresa de los demás cuando sin un solo aspaviento, mala cara o molestia alguna, y con la mayor serenidad haciendo gala de una inquietante sonrisa, les ha demostrado que el problema no estaba ciertamente donde todos lo estaban viendo, sino en la consecuencia irreparable de una mala decisión que ha sido tomada sin considerar los previsibles cambios, superioridad y mayoría que han actuado como “beligerantes poderosos bombardeando a la población civil con fuego, violencia, napalm, rarefacción de oxígeno, armas high-tech”, y cuanto tenían a su alcance salvo lo más importante: el verbo y el derecho.

Solo ha habido silencio.


No hubo elección:
murió quién pudo,
quien no pudo morir continuó andando,
los árboles nevaban lentos frutos,
era verano, invierno, todo un año
o más quizá: era la vida
entera
aquel enorme día de combate.

Por el oeste el viento traía sangre,
por el este la tierra era ceniza,
el norte entero estaba
bloqueado
por alambradas secas y por gritos,
y únicamente el sur,
tan sólo
el sur,
se ofrecía ancho y libre a nuestros ojos.

Pero el sur no existía:
ni agua, ni luz, ni sombra, ni ceniza
llenaban la oquedad, su hondo vacío:
el sur era un enorme precipicio,
un abismo sin fin de donde,
lentos,
los poderosos buitres ascendían.

El campo de batalla
Ángel Gónzalez


Sí, hay que acudir al campo de batalla cada día, con la estrategia bien definida, el verbo como arma y del derecho la bala. De manera que en la derrota, el sur exista.





sábado, 28 de agosto de 2010

Medicane a 39º 28’ N 0º 22’ O



Medicane
Ciclón del mediterráneo, 18/10/07 Murcia.
Imagen MODIS-NASA (la flecha señala el “ojo” del sistema)


Estoy en casa sentada en la terraza con una copa de riesling helado, es noche cerrada y el calor cede. Llega agradable la brisa del mar hasta el centro de la ciudad.

Ha sido un día de vacaciones duro, uno de los últimos, solo pensar que mañana estaré en la montaña me reconcilia con la vida. En apenas dos días comenzaré de nuevo con la rutina, se acabaron los fines de semana dobles. Deberé contar con día y medio aprovechados al máximo.

Así que con las estrellas ante mí me dispongo a tomar decisiones.
Cambios, importantes y serios. La vorágine que gira a mi alrededor de ideas, pensamientos, querencias, son como la ruleta, apuesto a un número y a un color, y dejo rodar una decisión que va contra la corriente del ciclón que cada vez con más fuerza me rodea, generado en gran medida por la baja presión del sistema en el que he de asentarme al chocar continuamente con la alta presión de mi continua necesidad de vivir tranquila.

La cuestión se agrava cuando a la vorágine convertida en ciclón empiezo a verle en vórtice. Ya no se ven números, y mucho menos colores, la decisión va derecha al centro con la posible contrariedad de que forme un tornado y deje de ser un cambio (de ruta o de signo, según se mire) para convertirse en una batalla campal (lo mires por donde lo mires).

Segunda copa de riesling antes de ver por dónde libero energía y recupero la decisión sin perder la cabeza, acción que me coloca en el centro de todo.
Mano de “santa” oye. De repente amaina la tormenta y vislumbro color en el giro, los posibles números dibujan líneas blancas a mi alrededor.
Acabo de tener una visión (no doble, mental).
El comienzo y el fin siempre van juntos. Si empiezo algo nuevo automáticamente dejaré de hacer lo que estaba haciendo.

Y justo en el vórtice donde me encuentro ahora, no hay nada.
Estoy ante un potencial único, porque donde no hay nada se encuentra el poder absoluto de hacerlo todo.

Poseo las herramientas, técnica, experiencia y conocimiento.
Y ahora, a dormir.
Salud.


domingo, 22 de agosto de 2010

Obviar lo justo






Lisias, logógrafo del 403 a.C., maestro de retórica y oratoria, todo un virtuoso en adaptar su discurso al carácter de su cliente. Además de dominar el poder de convicción para manipular a su favor cuantas pruebas fueran necesarias utilizando tan solo la palabra, el lenguaje, la dicción y la idea “con pureza, sencillez y claridad”. Demóstenes, Heródoto, Tucídices, ejemplos no faltan.

Usar el lenguaje y la palabra, la dicción y la idea, no es lo que hacemos todos los días. Solo las aplicamos en parte para cubrir nuestras necesidades inmediatas, pero no las usamos en absoluto. Ni siquiera los que se dedican a ella profesionalmente.
Hacer referencia a políticos y abogados actuales sería perder el tiempo. Los pedagogos andan perdidos entre saber qué son y qué les dejan ser, los filósofos están a la caza de reflexiones psicológicas y psiquiátricas que dan divisas, a unos periodistas les da igual lo que la gente quiera leer y otros escriben lo que les compran, los escritores y educadores van a lo suyo, de modo que el lenguaje y la idea andan flotando en el ambiente y a nadie parece importarle por donde deambule.
Y a las mujeres, a las mujeres siguen sin escucharnos, claro que son pocas las veces que te encuentras con alguna capaz de distraer de sus sentimientos una idea sobre el mundo, y que además quiera llegar más allá en una cuestión que no sea para nada práctica.

No me daba cuenta de la cantidad de cosas que aún estando ocultas a nuestro interés, siguen existiendo. Me sorprendo escuchando a dos indigentes que sentados en el banco de la esquina, en una parte boscosa de este río de diseño dentro de la ciudad –no por ello menos hermoso- y expresándose con la legua pastosa y lenta debido posiblemente a que su núcleo accumbens* debe ocuparles ya casi por completo el cerebro, lo que nos llevaría a suponer que el resto de actividades propias han quedado minimizadas, como decía me sorprenden grandemente porque hablaban de la nobleza con una perspectiva muy interesante y que me hizo prestarles la atención que hasta ese momento tenía puesta en mi libro.

Nobleza de la gente que vive asociada a las deudas del alma, al placer de la crueldad, que cuando no encuentra con quién desahogar esa necesidad de “justicia” van contra sí mismos, hurgando en su interior, pretendiendo perfeccionar lo que hace millones de años se incrustó en nuestros memes como algo innato a nuestra naturaleza, esa necesidad de compensar a nuestro sufrimiento haciendo sufrir a los demás.
Nosotros al menos, decían, no nos estamos analizando por lo malos que somos, disfrutamos cuando podemos y cuando no, sufrimos, pero estos, estos sufren hasta para ir al baño, hasta cuando hacen daño se sienten mal, y se pasan la vida ansiando otro momento de placer para luego detestarse por la forma en que lo consiguen, o por lo poco que dura, o por vete tú a saber que se les ocurre.

Seguí el hilo de mi pensamiento. ¿Quién abandona sus deseos, avanzando libre de anhelos, desinteresado, sin egoísmos, marchando hacia el Nirvana?
No queremos sufrir, sin saber que la falta de sufrimiento ancestral con el que nos bautizó la conciencia, lleva implícito dejar de observar el mundo como los ungidos por la razón. Y este no sufrimiento que ansiamos no está en el camino de la dependencia de los demás, del consumo exacerbado, ni de las propiedades particulares.

De igual manera hay gente que admiras, de lejos, por lo que hace en público, y no eres capaz de entender que el resto de sus quehaceres son rutinarios y comunes a los tuyos. Y el de aquellos que viven a tu lado de los que ni se te ocurre pensar que pudieran crear o descubrir cosas que un día acabaran asombrando al mundo. La tendencia es a declararlas incompatibles, y solo consistiría en adoptar un buen punto de vista para que la confusión se tornara en claridad.

Reinterpretar las ideas, los mendigos tienen tiempo para pensar y si lo hacen con sus núcleos placenteros a todo gas, no van del todo descaminados, perdamos pues tiempo –que no neuronas- en recuperar el resuello y aún estando fatigados esforcémonos en dejar en manos de la obviedad solo lo justo para que no pasen desapercibidos los comportamientos destructivos. Quizá entonces podamos conseguir otra utopía, hacer al amor y la libertad aliados.



*Grupo de neuronas del encéfalo. Se piensa que este núcleo tiene un papel importante en la recompensa, la risa, el placer, la adicción y el miedo.


sábado, 31 de julio de 2010

Una tarde etérea colmada





La escalera tiene una claraboya en el techo que la ilumina salvo en los primeros pisos donde la luz eléctrica es necesaria. Forma un pequeño habitáculo cuadrado que se pierde en el infinito hacia la luz de la claraboya, cuando la bajas parece estrecharse y lo haces en picado, pones los pies en los escalones triangulares con cuidado, la pared es clara, y los escalones, pero la barandilla de hierro forjado resulta terriblemente negra, en todos los tramos se amontonan dos o tres bicicletas sujetas a ella tapadas con plásticos llenos de tierra, en la oscuridad parecen bultos silenciosos y misteriosamente quietos, triste congoja por nada, estás sola en un pozo con absoluta libertad para salir aunque la mente sea una traidora.

Nuestro cuerpo es una oligarquía en la que, como apunta Nietzsche, ha sido muy duro que llegara a ser razonablemente social, ha habido que castigarle mucho y de aberrantes formas a lo largo de la historia para que la medicina del olvido no actúe libremente, de manera que “Se marca algo a fuego para que permanezca en la memoria: solo lo que no cesa de hacer daño permanece en la memoria”.

El que canta obtiene inmediata recompensa al proyectar su voz, oírla y dominarla, y el que pinta le ocurre otro tanto, subyuga, ve, siente, los colores, las formas, un todo. Momentos que se asemejan a los recuerdos felices y risueños, gestos causales de otros tiempos que vuelven a hacerte sonreír.

La ciudad queda atrás en el espejo retrovisor, el peligro de la velocidad se mezcla con el poder de sentirse viento, mis sueños viajan a mi lado, desde la ventanilla los veo por el rabillo del ojo cara al aire sonrientes, con la boca apretada y entrecerrando los ojos, como lenguas de fuego avivada por el viento, les decía sin mirarles que podían irse libremente o volver conmigo, se alejan al centro de la autovía y vuelven pícaros a ponerse a mi par junto a la ventanilla, disfruto, la música me recorre alegre hasta en las vibraciones que mueven el volante entrándome por las yemas de los dedos, soy música y ritmo, la ventaja de hacerse mayor es la de no tener que disimular, ni la necesidad de impresionar.

Recóndita la imagen mental que provoca la inmortal música, la fugaz sensación de hundir los pies en barro llena mi mirada de brillantes chispitas, deshaciéndose la boca pensando en la de él, que se cree olvidado, el pecho, volteando a la comba el corazón, suave perfila cada sensación entrecortando la respiración, de la que no soy consciente hasta que los pulmones necesitan aire y aleteando la nariz con rápidas absorciones elevo la intensidad de los sentidos, oigo por la piel, toco con los ojos, huelo con las manos, tanteo con los labios.

Se está poniendo el sol, la luna le despide, cambio de sentido y vuelta a la ciudad.




domingo, 18 de julio de 2010

Viento
(de la brisa al huracán)


Franco Ambrosetti


A veces resulta difícil soportar la alegría. Dentro de ti parece como si fuera posible hacer cualquier cosa, volar, tirarte por el balcón y planear hasta el suelo. Hay que tener cuidado con los trenes, los puentes y los coches. Si la alegría te puede llevar al dolor, o a la inexistencia, y no se puede vivir pensando a todas horas en el dolor ¿con qué objetivo estamos viviendo? Podríamos intentar una medida, entre el 0 de la desdicha y el 100 de la alegría insoportable, un 75 que diste suficiente del 0 y aún esté lejos del 100. Moderada dicha.

La gente que me voy cruzando no tiene buen aspecto. Enseguida he pensado en el mío. Es un gesto, una actitud, porque yo me encuentro perfectamente. Parecen arrastrar kilos y kilos de algo, caminando como si los pies no pudieran despegarse del suelo -me obligo a enderezar el busto-, el calor, seguro, es agobiante.

Las dos andan de prisa sorteando cuanto encuentran al paso sin parar de hablar, se dan la razón una a la otra mientras vituperan a una tercera ahora paradas en el paso de peatones, no miran a los lados, siguen enzarzadas en lo que más bien parecen dos soliloquios al mismo tiempo. Cuando los que vienen de frente cruzan, se lanzan a la calzada, los brillantitos de las blusas de idéntico patrón relumbran con el movimiento de sus senos, la una negra la otra blanca, ganan distancia a la carrera.

Merodea por el lugar pareciendo no saber que está llamando la atención. Lleva el móvil pegado a la oreja, pasea nervioso hasta la esquina, da media vuelta y vuelve atrás. La mirada en el suelo, el ceño fruncido, mueve la mano como para dar énfasis a lo que está diciendo a solas, el cuello le cae hacia delante y el pantalón que sujeta la rebosante barriga da la impresión de que en cualquier momento se enrollará a sus pies. Su voz acongojada y sus frases llenas de interjecciones chulescas cuadran a la perfección con la elección del atuendo y el corte de pelo.

Tendrá unos ochenta años, bajita, delgada, encorvada, alrededor de sus ojos los colorea el granate, ese que se pone cuando pasas noches sin dormir, su andar lento pero resuelto, mira de frente y a los ojos, en una mano lleva una bolsa plegada delante de la cintura, el otro brazo se mueve militar al andar. Me hace un gesto con la cabeza sin parar el paso.

Unas piernas largas manejan lentas, unas sandalias de tacón de aguja deslumbrantemente blancas contra la piel bronceada. El vestido cuelga perfectamente relleno en todos sus pliegues y costuras sobre unos hombros huesudos, el largo cabello negro azabache tapa el escote de la espalda, inclina la cabeza hacia delante mientras el brazo que cuelga apenas se balancea con el diminuto bolsito blanco. Uñas larguísimas y rojas, aparta el cabello de la cara al pasarle y me mira, bella mirada adornada de colores, me sonríe y le sonrío. Un cuello demasiado ancho, pienso, pero el vestido le sienta de maravilla.

Un coupe negro sube a la cera por un paso de peatones, sinuoso, silencioso, se arrima hacia un lado apartando a los andantes que le miran con admiración o con enfado según el sentido en que muevan la cabeza. Se detiene junto a un escaparate de hermosos vestidos, hechos para subirse en él. Del hueco de la portezuela emerge un oriondo calvo de estimada experiencia de vida, con una impoluta camisa a rayas, la chaqueta en la mano y el pantalón sin una arruga, el olor a colonia inunda la calle y mis fosas nasales a cierta distancia aún. Resulta tan agradable que borra lo ostentoso del cuadro siguiéndole con la mirada acariciadora del buen gusto.

Miedo a sentir, a qué sientes y cómo lo sientes. Hay cosas que están mal y otras que están bien, se fueron estableciendo con dogmas telúricos sobre lo bueno y lo malo, en manos de los que decían ser felices por haber conseguido lo que ansiaban, y nos llegó a confundir de tal manera que vivimos ansiando perennemente.
Las cosas que me hacen sentir bien pueden descubrir aspectos de mi no encasillados en lo considerado bueno. Mi bien no es compatible con todo lo bueno establecido, tampoco mi mal lo es con todo lo malo, y para liarlo un poco más, algunas veces mi bien está en lo establecido como malo y mi mal en lo establecido como bueno.

La confusión es evidente observando a la gente. Sobrevive utilizando el doble rasero, a veces más de dos dependiendo del nivel de preocupación que les proporcione su estatus, ese lugar de inconsistente sostén en que te alza el resto. Además he comprobado que cuanto menos importancia das a lo bueno y lo malo establecido, cediendo ante lo que hace feliz al que te atiende, mejor criterio y opinión elabora de ti. Es casi imposible hacerles ver que me importa un comino el criterio con el que me elevan o me degradan, insistiéndoles en su capacidad para ceder ante lo que me hace feliz a mí. Pocas entienden esto, muchos entienden más, pero inmediatamente vuelven al criterio establecido porque les evita explicar su cambio de contenido, resultándoles más fácil seguir el curso del sentir general, de lo que resulta que no soy de fiar.

Mis incursiones en lo malo establecido para rescatar aquello que me hace sentir bien, sigue creándome posibles descréditos sociales, es cierto, y haciéndome ese aura de peligrosa para muchos, aunque tan atractiva que no acaban de ignorarme del todo.

El desconcierto les obliga a confundir que si bien me gustan algunas cosas establecidas como malas, no significa que yo sea mala. Puedo serlo evidentemente, pero cuando utilizan el doble rasero casillero no dan opciones, y un día te los oyes ¡jo! Ni me imaginaba que fueras así, pensaba que… Sí, sí, claro. Pero siguen con el sentido atrofiado de lo que les hace felices, por lo tanto tú, los demás, tampoco está bien que lo sean.


domingo, 27 de junio de 2010

Soplos coyunturales


Hubo una vez un tiempo
cuando las estrellas eran aún desconocidas
que la grandeza del mundo
habitaba en el sonido
y su belleza
en el equilibrio de los colores.



Es un despropósito lo que me cuesta conseguir ser lo que soy.
Menuda paradoja la vida, condenada a sufrirla por orden divina. Utilizan ese poder simbólico inscrito a perpetuidad en nuestras percepciones e inclinaciones (a admirar, a respetar, a amar…) con el que nos manejan imperceptiblemente, anulando cualquier posibilidad de actuar libre e individualmente, e invalida la expresión de aquello que sentimos tal y como lo apreciamos.

Entre destellos de lucidez, el preciado beneficio al que “debo” aspirar no dejará huella entre mis manos, y me vuelve escéptica, al mismo tiempo que descubro dónde empiezan y dónde acaban los límites a la hora de vivir. Salvaguardo constante mi fuerza y mi soberanía absoluta a capa y espada, ante el compromiso social de pertenecer a una masa inconsistente y pretendidamente protectora.
¿Protección a cambio de mi individualidad, mi sentir, mi compromiso conmigo, mi sosiego? No.
Prestarme, por supuesto, entregarme, nunca.
La motivación: ser feliz. Vivir en calma.

La felicidad versus beneficio, (con el origen latino de versus: “de la felicidad hacia el beneficio”). No buscar su verdad no significa admitir su mentira, los grandes beneficios prometidos, a largo plazo, suelen nublar la mente. Vivir con y para los demás puede resultar placentero siempre que el “yo” tenga pleno control sobre esos límites, que traspasados abocan al displacer, prescindir de su compañía para evitarlo implicaría poseer un entendimiento íntimamente trabajado.

No hay nada nuevo sobre la faz de la tierra.

1275-80/1342-43 Marsilio de Padua, abogaba por mantener los asuntos espirituales separados de los temporales.

1533/1592 Michel de Montaigne, declara la guerra al dolor “…¡Querer al dolor, como si el que existe no fuera suficiente!”

1541/1603 Pierre Charron, “… La duda metódica… eliminar los consejos de la mayoría, desembarazándose de los lugares comunes, arrojando por la borda las opiniones del hombre común…”

1588/1672 François de La Mothe Le Vayer, “…no hay verdad, sino sólo verosimilitud; los excesos son condenables, deseemos el justo medio; la razón es impotente, sometámonos a las costumbres; el dogmatismo echa a perder la vida, el escepticismo le da encanto; la intranquilidad es detestable, la acatalepsia nos salva. El goce de uno mismo. “

1592/1655 Pierre Gassendi, “…solo con ayuda de esta carne llegamos a conocer el mundo…”

Y hay más. Muchos más.

Esas épocas en las que los pensadores usaban su tiempo para filosofar, tiempos donde el centro del universo era divino y cada círculo concéntrico en que se dividía la moral social, se movía en torno a él. Aquel que seguía líneas distintas era vituperado y expulsado, aquella quemada. Sobrevivir al poder dogmático obligaba a batirse entre un escepticismo interior y una manutención entre los hombres. Unos morían por ser ellos mismos, otros lo eran sin declararlo.

Estas épocas dónde la individualidad supone ignorar al resto, tampoco es muy acertada. Sin embargo, las ideas están aquí. Sorprende cómo a pesar de las limpiezas pretendidas de los mal llamados eruditos, el goteo de sabiduría siga moviéndose en nuestro tiempo y llegue hasta los que no saben, y no quieren, leer.

¿Quién tiene, quién se cree con tanta autoridad para elegir qué debo pensar, qué debo creer, qué debo leer, qué debo ser…? NADIE, salvo yo.
Qué nadie se atreva a hacer desaparecer ninguna de las opciones con las que pueda conjeturar, interpretar, elegir, comulgar o disentir.
El no elegir también es mi opción.


martes, 1 de junio de 2010

Lonja de los Mercaderes (I)



Subo la escalinata hasta la gran puerta y cruzando el salón de columnas salgo al jardín, paseo junto a la pequeña fuente estrellada hasta el otro lado del patio y espero a Nicolás sentada en el poyo de la magnífica ventana enrejada.


En la quietud del patio de los naranjos llama mi atención al otro lado de la estrecha calle, frente al ventanal y pegado a la puerta acristalada un pequeño cartel blanco con letras negras: “OBRA EN VENTA”, me hace descubrir al fondo de la habitación un cuadro iluminado con la cara de un hombre de mirada penetrante, resaltando rojos y amarillos
¡Cuánta belleza a mi alrededor!


Delante tengo la alta escalera de piedra, no puedo evitar la tentación de subirla y quedo varada en la preciosa puerta ante el salón del “Consulado del Comercio”, entro despacio, busco asiento en el rincón más silencioso y desde allí dejo vagar la vista por la historia, el arte, la vida.

Desvanece el pasado la luz eléctrica, brilla donde en otro tiempo estarían las sorprendentes velas alumbrando la oscuridad de los portones cerrados con luminosidad titilante.

Entre el tenue rugido de los motores que de vez en cuando pasan al otro lado de los gruesos muros, se oye el piar de los pájaros, el ulular de la brisa y las campanas que voltean no muy lejos


He llegado pronto, bajo de nuevo al balcón del jardín a esperarle.

Sentados en el poyo donde hace siglos reposarían las posaderas de acalorados comerciantes, nuestra conversación se centra en la maravillosa Lonja, construida en pleno siglo XV cuando Valencia era el centro comercial del reino de Aragón, en pleno auge de la fabricación de seda y con veinticinco mil telares solo en la capital, se hizo necesario centrar el comercio que realizaban en las puertas de las iglesias y los mercados, en un edificio sin par que se edificó sobre la demolición de 25 casas de las de entonces.

Nicolás habla enamorado de este sitio, me emplazó a venir el día que leyó sobre los “chocantes” que visitaban la ciudad.

Relata con cariño las sorprendentes utilizaciones a la que ha sido destinada. En la época foral tenían lugar las subastas de arriendos de los derechos de la Generalidad del Reino, sirvió de improvisado depósito de trigo en tiempos de escasez de grano, tras la Guerra de Sucesión de la Corona Española fue cuartel militar, y el jardín, cocina para la tropa, se le llamaba “El Principal”. Improvisado hospital en las oleadas de cólera y peste del s. XIX, tras la Guerra Civil española la República celebraba las reuniones de las Cortes Españolas, y hasta hace bien poco los domingos abría para albergar a los filatélicos y numismáticos, así como a las exposiciones del Ninot de Fallas donde por votación popular se indulta solo a uno para que no sea quemado.

Ensimismados en nuestros pensamientos mientras a nuestro alrededor un grupo de extranjeros recorrían el lugar mirando y comentado detalles de las estancias, guardamos silencio hasta que volvimos a quedarnos solos en el ventanal del jardin. Nicolás me dijo:

-Mi abuela me traía justo a este lugar y me contaba historias. La que más me gustaba y le hacía repetir siempre era la de su abuela, mi tatarabuela. ¿Quieres oírla?
-Si me dejas escribirla en mi blog, si. Y si no, también.
-Me gusta que escribas las cosas que te cuento. No todas ¿eh?

Cuento esta historia siguiendo el hilo de Nicolás, pero añado algunos matices de mi cosecha que me parecen sumamente interesantes, y que después de comentarlos con él y hacerle sonreír, doy por aprobados.

“Corría el año 1857, más o menos, tendría ella unos doce años. Desde bien pequeña sabía que era el ojo derecho de su padre. Siempre le dedicaba su tiempo libre y le dejaba estar en su despacho cuando se encerraba a trabajar. Se sentaba sobre un cojín en la alfombra cerca del fuego con su juguete favorito, siempre el último que le había traído él, y casi en silencio jugaba mientras espiaba a su padre. Llegó a conocer todos sus gestos de desasosiego, preocupación, tranquilidad, alegría.
Su madre, sus hermanos, amigos íntimos de la casa y hasta el personal de faena, todos, se acostumbraron a hablar delante de ella, incluso cuando peleaban ella permanecía quieta, y aprendió a no asustarse. En secreto sin que su madre lo advirtiera, la enseñó a leer y a hacer cuentas, sentada en sus rodillas miraba y escuchaba. Cuando advertía su necesidad de concentrarse en algo, sin molestarlo resbalaba de su regazo y volvía a su juego mudo.

Su madre en cambio la instruía en el arte del disimulo, en el de la persuasión, la trama y la astucia, en el uso de su candidez y el de la simpleza, la extorsión y la mentira, armas infalibles en un mundo donde solo cabían dos posiciones, la de circular como signo fiduciario, objeto de trata e intercambio para reproducción del capital simbólico de los hombres, o la de utilizar ese mismo miedo a lo femenino en que se entrampa el privilegio masculino, haciendo de la virilidad un ideal que solo les procura una inmensa vulnerabilidad ante lo femenino.

Vaya si le sirvieron aquellas armas, el primero con el que las utilizó fue su padre. Se daba cuenta que él fue también su maestro, le enseñó cómo sacar partido a todas ellas, cada vez estaba más segura que la vio venir en más de una ocasión, guiándola con sus negativas o sus condicionamientos para conseguir lo que se había propuesto. Y se había propuesto nada más y nada menos acompañarle a su trabajo, a la Casa de los Mercaderes donde realizaba la compra-venta de los géneros que negociaba.

La primera negativa la recibió arrugando el ceño y apretando la boca en un gesto que a su padre le causaba ternura. La segunda vez preguntando abiertamente el por qué, quedándose con una explicación nada convincente, pero de la que sacó razones para ir abatiendo la resistencia de su padre…”




Hoy me he acercado para saber del autor de la “OBRA EN VENTA”, y en la misma puerta he encontrado la web de Patricia Iranzo:
http://patriciairanzo.com/index_pintura.php?cuadros=7