domingo, 25 de enero de 2009

Una conciencia de estilo de vida (X)




Laoconte y sus hijos
Escultura de Agesandre y sus hijos Polidor y Atenodor, de Rodas


Hoy ha sido una continua sensación en la que me manejaban fuerzas superiores. Me hallaba en un momento, y casi al instante en otro, aún cuando la mente es rápida cambiando de pensamientos y situaciones la realidad me ha superado, sorprendiéndome a cada momento. Tras un problema ha llegado otro mayor, y tras este otro, encadenados o sin conexión. La cuestión es que ninguno de ellos afectaba a mi labor, pero me he visto obligada por fuerza a participar en su análisis, deducción, resolución, y búsqueda de posibles respuestas para calmar los ánimos.

Cuando ya me hallaba al borde del enfado he parado, físicamente, y me he plantado delante de cada uno de los hostigadores que arrastraba el problema, mandándolos a cagar. Literalmente. He vuelto a mi trabajo y cinco minutos después, todo el mundo ha encontrado soluciones, resolviendo o poniendo parches a cada problema. Esto se merece cuanto menos un análisis.

Pasó hace un par de días. Costumbre urbana ésta de preguntar siempre quién tiene la solución a su problema en vez de buscar por sí mismo. En una forma de vida competitiva, impersonal y comercializada, se tiene tanta desconfianza a todo y de todo, que el descrédito lleva hasta renegar de la propia capacidad de decidir.

Ya he leído en más de un texto, que nuestra civilización está en su declive. Las civilizaciones nacen, crecen, culminan, decrecen y desaparecen, de ejemplos está llena la historia. Ambas, la que nos cuentan los que copian unos de otros con algún que otro arreglito, dicen que para mejorar la comprensión, y las que los investigadores en las sombras sacan a la luz con más o menos virulencia, si consiguen que no les acallen los apoltronados en sus puestos de mando, esos que también dicen actuar en bien de la humanidad. Con un análisis rápido de la situación, esto está que se hunde, y no me refiero a crisis económicas, no, esto es más profundo.

Hemos llegado a la conclusión y con bastante acuerdo, que puede que estemos de nuevo ante una “conciencia de estilo de vida” como la de los inquisidores del siglo XIII, dónde los dominantes hacen creer a la plebe que son las brujas, y no los príncipes y papas abusadores y holgazanes, las culpables de todas sus desgracias.
Pues que no cuenten conmigo. No voy a seguir a los fantasmas que crean los poderes democráticos –que por cierto, empiezo a no tener claro que es democracia, o mejor aún, en qué narices la estamos convirtiendo- y desde luego no me refiero a los visibles, los menos peligrosos.
Me niego a volver a la caza de brujas, a creer que los pobres y desposeídos no tienen capacidades, que son necesitados de algo más grande que les agrupe, les proteja y les salve de ser uno, individual y autosuficiente.

O cambiamos nuestra conciencia enderezando las actividades prácticas que nos hacen creer en fantasmas, o nuestro futuro será de nuevo el de aquel siglo. Y desde luego tengamos claro que no se puede eliminar a besos el corporativismo de los poderes como si fuera un encantamiento. Hagámonos a la idea que hay que ser activistas en la práctica ahora, y no solo con la palabra.
Utilicemos la razón y la evidencia para enfrentarnos a cualquier llamamiento al “combate decisivo” y a la objetividad para buscar caminos.

Y mira que me gusta la gente. No consigo encontrar un tema de conversación que no me lleve a criticar cada una de las muchas equivocaciones en las que estamos sumergidos. Encontrar culpables es el deporte mundial. Quizá deberíamos mirarnos más por dentro, preguntarnos de qué estamos necesitados realmente, y empezar a solucionarlo. Puede que ocasionemos pequeñas y sinuosas olas que choquen con los que pretenden navegar siempre con calma chicha, zozobren y despierten.





Poema de un soldado alemán a punto de partir hacia los Cárpatos, a las dos mujeres que disputaban su amor.
“Me parece altamente significativo que los alemanes estuvieran dispuestos a cantar a su propia muerte –apunta Sala Rose-. Algunos eran soldados curtidísimos, que habían participado en masacres y se ponían a llorar nada más oír la canción. Lili les daba la idea de que aún tenían un alma”.


domingo, 18 de enero de 2009

Indigentes de experiencias (IX)

Tres o cuatro días después



Andando a la salida del trabajo hacia casa, mis pensamientos van y vienen entre los momentos estresantes del día. Saludando a la gente del barrio sin darme cuenta vuelvo a pensar en mi nuevo amigo. ¿Dónde me llevará una amistad que solo depende de la tarde a la semana que nos encontramos y hablamos?

Cuanto más me alejo del centro, las calles se hacen más anchas, y al levantar la vista puedo ver un cielo impresionante. Retazos muy azules entre nubes de algodón blancas, grises y negras, que hacia el oeste se tornan amarillas y rojizas al compás de mis pasos, cuanto más avanza la tarde se intensifican los colores. El sol, invisible ya, las pinta de color y de sombras. Como si de una mano enorme se tratara, el viento difumina aquí y allá el gris y el blanco a manotazos, rasgando nubes y deshaciéndolas en fina lluvia que no acaba de caer.

Hace días que doy vueltas al sentido de esa palabra tan manida, amistad. Y pensando en mi amigo ante tanta maravilla me sorprendo preguntándome ¿qué importa de dónde venga tanta belleza? O qué se pueda hacer con ella, salvo disfrutarla. Acaba la tarde desvaneciendo los colores, mañana habrá un nuevo espectáculo. Hoy ha sido un deleite. Desde que sé qué ocurre allá arriba no dejo de mirar ninguna tarde. Y no dejaré de volver a la cafetería.

Le hablaba sobre la amistad y toda mi teoría giraba en torno a la felicidad individual. De vez en cuando asentía, y de cuando en cuando daba la impresión que me miraba socarrón. Mientras hablaba espiaba sus ojos y sus reacciones, esperaba que cortara mi charla en cualquier momento, observaba cualquier atisbo de humor que se le escapara, oteaba su expresión esperando adivinar que pensaba de lo que oía. Hubo un momento, ante el gesto de bajar la mirada para tomar la taza, que callé, tan atenta estaba a sus movimientos que perdí el hilo, me miró mientras bebía, quizá con sorpresa por el silencio, y entonces no tuve más remedio que tras una corta risa soltarle todo lo que estaba pensando al tiempo que le hablaba.

Risueño, se ha reído de mi tan a gusto que no he podido tomármelo a mal.
Hemos seguido hablando atando cabos sueltos de cuanto había dicho, en unos hemos estado de acuerdo, otros los hemos discutido.
Tengo en cuenta que su experiencia es mayor, en lo vivido y en lo que ha visto, pero desde luego no ha experimentado lo que yo, y tampoco lo ha hecho de la misma manera. Es realmente enriquecedor compartir sin los pesados patrones de opiniones, interpretaciones, dogmas o doctrinas que imponen aquellos que creen tener la verdad, o gran parte de ella en sus juicios de valor.

Me asaltó el pensamiento de estar convirtiéndonos en indigentes de experiencias, apartados por un mundo que produce pero no piensa, no piensa qué produce ni para qué, no piensa que vive hoy ni cómo lo hace, no piensa que sus necesidades físicas están saturadas, empieza a atiborrarse en sus necesidades biológicas, y está falto de muchas de sus necesidades mentales.
Tema para debatir. Habrá que buscar un buen fuego.




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lunes, 12 de enero de 2009

Relaciones interpersonales (VIII)

Quino - Mafalda


La más intrincada y difícil cuestión sobre la que nos hacemos preguntas a lo largo de todas las etapas de la vida, es la de las relaciones con las otras personas que nos interesan: los amigos y los enamorados.
Tratamos de dar respuestas y definiciones, e incluso llegar a estudios serios para conseguir un consenso.

¿Qué nos lleva a querer conocer a una persona y no a otra?

No siempre el atractivo físico impera, aunque tenga cierta importancia, la mayoría de la gente que paseamos por la calle no destacamos precisamente por ello. El aspecto físico identifica un estatus, con el cuidado del cuerpo, la forma de vestir, ademanes y gestos, muy significativos para las mujeres, y el de que si la belleza predomina por fuera no menos debe ser lo que guarda dentro, significativo masculino. También cuenta el grado de acuerdo o no, al que llegues con los estereotipos de belleza implantados.

La forma o el momento en que se conoce a esa persona, tienen una incidencia directa con la necesidad o el gusto por volver a verla, e incluso del gozo que te embarga cuando la vuelves a ver.
Has tenido que valorarla positivamente, normalmente porque esa persona te responde con la misma simpatía o atención que tú le ofreces, halagado tu ego deduces que si tiene el buen gusto de hacerte caso, bien merece la pena corresponder. Con todo, tenemos muy en cuenta la valoración de los demás, si es aceptado nos cuesta menos interesarnos.

Los filósofos socráticos y platónicos, diferencian entre Amistad (compatibilidad y respeto) y Amor (afecto y atracción física).
Veamos ¿si hay amistad no puede haber afecto y atracción física, y si hay amor no habrá compatibilidad y respeto?
Respondemos a los acercamientos con la timidez o auto-estima que nos han imbuido al tratarnos, al educarnos. Y desarrollamos la relación dependiendo de lo que consigamos a cambio. Evaluamos el coste que supone el intercambio y comparamos esto con la alternativa de ¿si no es esto que tengo? Otra amistad posible o la soledad.

Buscas en un amigo compartir actividades, buenos ratos, apoyo. Pero no le pides que esté pendiente de ti a todas horas. Respetas su intimidad y acudes en su ayuda cuando te lo pide. En cambio cuando tienes una pareja, los roles ya no son los mismos.
Tras decidir que te gusta y familiarizarte con la persona, puedes predecir su comportamiento, tratando de hacer las cosas que le agraden y no las que le enfaden. La fuerza o la superioridad, la debilidad o la autocompasión se hacen patentes, tanto más, cuanto más tiempo pases cerca de ella. Son creencias populares y no necesariamente lógicas estos cambios de actitud entre amistad y amor.

¿Y qué pasa con ese estado emocional salvaje que experimentas con algunas personas? Ocurre tanto con estímulos positivos como negativos, en un estado de felicidad tras la salida de una representación cómica, o tras pasar por una angustiosa experiencia, al mirar al otro que te ofrece protección o comparte tu alegría, la activación fisiológica precipitan al apasionamiento. Y puede derivar tanto en una relación de compañerismo como en un alejamiento. Hay quien lo experimentan una y otra vez, mientras otras no lo hacen nunca. Siendo razonables, por maravilloso que sea ese tiempo y esas sensaciones confusas (ternura y sexualidad, júbilo y dolor, ansiedad y descanso, altruismo y celos) físicamente sería un desgaste bastante fuerte que durara toda una vida.

Los pocos estudios hechos hasta ahora concluyen que en los matrimonios las personas están más sanas que los solteros y divorciados.
Y por supuesto no estoy en absoluto de acuerdo. Una persona puede ser feliz y sana, sea cual sea su estado social. Si nos guiamos por estadísticas, probablemente habría que tener en cuenta que toda la vida social te lleva a seguir pautas de comportamiento para conseguir estatus y por ende la aprobación de los demás, y no para conseguir tu felicidad como individuo.

No ha venido. Hace demasiado frío. Eché de menos sus opiniones.





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domingo, 4 de enero de 2009

Géneros y generaciones (VII)



Alex Alemany

Cómo tratar con aquellos que se guían por estereotipos. Cómo hablar con los que no escuchan, o escuchan, pero no les cuadras dentro de sus arquetipos, y se pierden, te pierden. Las relaciones entre los dos géneros son difíciles, si a eso le añades distintas generaciones, ya ni te cuento. Me pregunto si es verdad que resulta tan dramático saber lo que quieres, y decirlo con todas las letras. A veces por no hacer daño se hace tanto que no puedes imaginarlo. Vamos que si me dicen vete, lo entiendo, y me voy. Pero si me dicen ven y no están, me hunden. Debo ser muy extraña para este tipo de personas.

Y ahora nuestra sociedad –la misma a la que he aludido en otras ocasiones- empieza a considerar la creencia de que la mujer se siente más libre en este siglo. Como concediéndole otro papel diferente al que ha estado sujeta por imperativos sociales fundamentalistas.
Sentirte extraña a un mundo en el que intentas no sobresalir ni ser diferente para que te dejen en paz, es una dura lección de supervivencia. Pero con un poco que te dediques a investigar la historia, compruebas que siempre ha habido mujeres y hombres que se han salido de la norma.

Me entiendo muy bien con las generaciones anteriores a mí, e incluso me llevo genial con los jóvenes, pero no hay manera con las dos generaciones siguientes a la mía. Digo libertad y entienden libertinaje. Digo ahora, en el momento, y entienden siempre. Digo amor y entienden compromiso. Digo compromiso y entienden cadena.
Vivir es un compromiso, los amigos son compromisos, ser feliz es un compromiso, el mundo es compromiso.
Si no son conscientes de esto ¿cómo van a saber lo que quieren? Por mucho que busquen jamás estarán satisfechos.

La cuestión no es cuál sea tu papel en el entorno, sino la idea que te haces de las circunstancias que te rodean.
En tanto yo concluyo, que mi felicidad tan sólo consiste en volver favorables a mi idea todo aquello que me sucede, mi nuevo amigo piensa que la suya consiste en conseguir aquello que le hace cambiar de idea volviéndola favorable.
¿Materialismo? -pregunto yo- No, intervencionismo –contesta él-
¿Idealismo? -pregunta él- No, quinto poder –contesto yo-. Ambos reímos.

Vive con ella desde hace varios años. Viudos los dos. Cada uno lleva su vida social a su manera, y en su intimidad disfrutan de los gustos comunes y respetan los que no comparten. Lo llama “hay sal” (AISAL, Asociación independiente sin ánimo de lucro).

Ha pasado el tiempo tan rápido que al despedirse como todas las tardes me ha parecido regresar de otro mundo.
Magnifica sensación, a la que solo le faltó música.





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