domingo, 31 de mayo de 2009

El tiempo y la palabra



Mercat Central i Carrer de la Corretgeria


Paseo con Nicolás por callejuelas en la parte antigua de la ciudad. De tanto en tanto un recodo, un balcón, un trozo de calle le trae un recuerdo que relata con un dejo de ensoñación, haciendo patentes las diferencias de antes y ahora, y lo termina cada vez diciendo “…mi percepción de lo ocurrido ha variado, ya no sé si fue así o lo he adornado para hacerlo más interesante o gracioso, no me hagas mucho caso…”

Esta ciudad ha cambiado, ha cambiado muchísimo, han cambiado las gentes y las formas y con ellas toda la ciudad. La subsistencia diaria, mantener el hogar y tener un sitio seguro eran las necesidades que les movían antes. Ahora es la información, la movilidad, el estrés de hacer cada vez más cosas lo que nos consume.

Algunas calles aún conservan parte del silencio, la tranquilidad y el señorío de otras épocas en una quietud solo amenizada por el paso de algún transeúnte. Oímos el murmullo distante de la ciudad inquieta en la avenida, unas cuantas calles más allá. La gente ya no anda, corre, no tienen tiempo para pasear.

Es curioso, el tiempo es el mismo ahora que antes. Ese invento con el que medimos el transcurso de la vida, en la misma medida con la que antes era suficiente para cubrir la jornada de quehaceres y comunicarse con las más cercanas, ahora resulta insuficiente. Cuanto más avanzamos tecnológicamente menos tiempo tenemos, exactamente todo lo contrario que esperábamos.

No debimos entenderlo bien cuando nos lo explicaron, o la explicación no fue lo suficientemente esclarecedora. Aunque, me inclino más a pensar que lo que no entendimos bien fue el contexto donde pusieron las palabras: tecnología, avance, tiempo, disfrutar, ganar, todas.

Nos hemos sentado en la terraza de una pequeña plaza tras la Lonja.

Hoy día tenemos un abanico realmente extraordinario de posibilidades, hay tanto donde elegir que casi nos vemos obligadas a cumplir con todas.
Renunciar ha desaparecido de nuestro vocabulario.
Así las cosas falta tiempo, siempre faltará tiempo.

Buscamos la totalidad, la realización personal no como personas sino como productoras-disfrutadoras, el “cuanto tengo valgo”, la posesión.
La totalidad, la persona como entidad única y total está ahí desde el principio, pero ya no hay prestigio en ella, solo en sus posesiones.

Así que con tantas opciones posibles dejamos el tiempo de conversación, el tiempo de compartir con las demás, para poder disfrutar de unas vacaciones con 20 horas de avión, de un chalet en una urbanización silenciosa e hiperprotegida, o de una casa equipada con todos los instrumentos tecnológicos que puedan existir y el resto del tiempo, evidentemente, hay que dedicarlo a esclavizarse para poder permitírselo.

¿Falta de tiempo por falta de entender el contexto de lo que nos ofrecen para cubrir “necesidades”?

La palabra posee una sabiduría que sólo comunica a quien sabe escuchar. La palabra descuidada y arbitraria pierde el acceso al verdadero significado de los conceptos. Casi todos los conceptos se mueven en varios planos a la vez y da opción a usarla ambiguamente, “debemos” aprender a percibir la palabra en todos sus planos al mismo tiempo.

Cuando alguien habla, cuando leemos una noticia, cuando nos comunicamos, no nos implicamos en lo que nos dicen o nos comunican. Somos meras escuchadoras y solo atendemos a la parte que nos gusta y nos atrae, sin detenernos a entender el contexto en el que está inmerso eso que nos dicen.
Y esto lo hemos convertido en una forma de vida, pretendiendo ser sibaritas allí dónde no somos más que máquinas pendientes del tiempo.

Curiosa palabra ésta, sibarita tiene por sinónimos a epicúrea, regalada, conocedora, sabedora, voluptuosa…

Ser epicúrea significa no excederse ni quedarse corta, ni asceta ni frívola, justo el término medio. Tampoco comprometer a nadie a aquello que no estés dispuesta a comprometerte tú misma. Todo aquello que te produzca displacer olvidarlo, no utilizarlo. Pero no solo el displacer momentáneo sino el que se provoca a largo plazo.

Tres máximas fundamentales nos dejó Epicuro (S.IV a.C.):

-        Existe un derecho natural en virtud del cual se reconoce que es útil no hacerse daño unos a otros ni sufrirlo.

-        Nada es justo ni injusto para ningún ser vivo en caso de no haberse acordado previamente ningún contrato entre las partes interesadas, se trate de pueblos o de individuos.

-        La justicia no tiene existencia en sí misma, sino en relación con el mencionado contrato.

Llevamos largo rato hablando en la terraza, ha habido momentos de tumulto, pero ahora que anochece quedamos unas pocas personas. Nicolás termina por decirme que a la palabra hay que tratarla con respeto, usarla con medida y ofrecerla a quién la valora.

El antes y el ahora, el compartir o esclavizarse, el tiempo y la palabra, saberlas en todos sus planos no nos librará del estrés, pero al menos nos dará la opción de valorar en su parte positiva a la “renuncia”.




PS. Hoy he optado por escribir en clave femenina, el “todas” por el “todos” refiriéndome a ellos y ellas. Espero me permitáis esta licencia, incumpliendo el artículo 6c de las “Reglas para evitar el lenguaje sexista”, dando preferencia esta vez al sexismo del femenino genérico, tan solo para comprobar lo difícil que resulta cambiar costumbres y normas.
Al leerlo solo pensamos en todas, y no en todos.





domingo, 24 de mayo de 2009

El educador es un artista





La sonrisa de un niño de Vaida Petereikiene


Me mira con unos ojazos limpios y grandes, muy seria. Estoy dibujándole un edificio futurista sentadas en la hierba, tiene en cada manita que descansa sobre su regazo dos muñecos muy pequeños. Mi edificio estaba quedando realmente bien, ventanas elípticas, varias alturas ajardinadas, escaleras curvas… al levantar la vista entusiasmada y mirarla veo su ceño fruncido mirando fijamente mi dibujo. Espero un momento y pregunto ¿te gusta? Y con toda la naturalidad del mundo, gesto confundido y voz incrédula me espeta: “Eso no es una casa, es una casa de mayores que no sirve ¿estás tonta o qué?”

Miro mi edificio y la miro a ella un par de veces, sus rizos rubios sujetados por dos horquillas de colores hacen juego con sus mofletes sonrosados, inspira tanta ternura que me hace debatirme entre mi incredulidad porque no le guste tan estupendo dibujo y mi intento por entender que me está diciendo. Llega su madre y el beso de despedida ha estado a punto de no dármelo, aunque ha debido decidirse al pensar que al fin y al cabo soy una persona mayor que no se entera de nada. 

Dándole vueltas al dibujo intentando ver qué le disgustaba he decidido botarlo, lo he dejado sobre las plácidas aguas del estanque, permanecía allí agachada viendo como el agua iba empapándolo y empezaba a hundirlo, y una vocecita autoritaria con carita pelirroja de nariz respingona, que levantaba apenas un palmo por encima de mi cabeza, sin presentarse ni saludar, me dice: “Oye eso no se hace que contamina el agua y luego los peces se mueren ¿estás tonta o qué?”

Le digo que me lo voy a llevar, que no lo voy a dejar, y se me cruza de brazos en plan sheriff a esperar que lo haga. No sé si reír o mandar al niño con su padre, que anda peleando con otra fierecilla un poco más allá sin quitarle la vista a este que me asedia. No tengo más remedio ante su insistencia. Anda acercándose cada vez más en plan amenazador y por no terminar yo en el estanque, recojo y estrujo el bendito edificio y me lo meto en el bolsillo, el nano me mira sonriente y marcha hacia su padre dando zapatazos marciales con la misión cumplida.
No me lo puedo creer, vaya tardecita infantil que estoy teniendo.

Sentada con Nicolás le cuento las anécdotas llegando a convencerme de lo realmente tonta que he estado. Ella solo quería un dibujo dónde poner sus muñecos, y con tanta raya era imposible encontrar un sitio. Él no estaba dispuesto a dejarme infringir una norma, tanto da lo que hiciera con el papel siempre que lo sacara del agua.

Había olvidado esta etapa. Adultos realmente tontos. Complicando las cosas más sencillas. Yo no me hubiera atrevido a llamar la atención a un desconocido de una forma tan clara, probablemente porque no tengo rizos rubios con mofletes rosados ni pinta de sheriff en miniatura. O sencillamente porque habría participado -con el pensamiento en otro sitio- del evento de ver hundirse el papel o disfrutado del dibujo sin importar su destino.

Así, todo lo que hacemos los adultos.
Que habré aprendido durante todos estos años para que me acaben preguntando si estoy tonta y tener que decir que si. Decía Paulo Freire (un apunte de Nicolás): “… ningún sujeto es ignorante ya que desde su mayor o menor experiencia de vida, ha ido acumulando su propio saber y ha ido forjando su forma de interpretar la realidad.”

Una buena lección, nacemos con la facultad de asumir nuestras limitaciones y hacer partícipe a otro con más posibilidades para que pueda enriquecerlas, y lo hacemos con un espíritu crítico que sobrecoge. Te pasma el darte cuenta que esa actuación natural y lúcida en algún momento de nuestro aprendizaje la perdemos, desconectamos de las necesidades de nuestro contexto real de vida para inmiscuirnos en conocimientos que no solucionan los problemas que nos asedian.

Hay que entenderles, comprender su interés, para incorporar nuestro conocimiento a lo que ellos entienden. Y solo hay una manera, pensar como ellos, lo que significa olvidar los tecnicismos para atender un problema real.
Su visión de su necesidad para aplicarle una solución efectiva.
Utilizando mi conocimiento crítico, tomando conciencia de qué me rodea, captar la necesidad de colocar sus muñecos en un lugar sencillo donde su imaginación hubiera hecho el resto en vez de ponerme a dibujar con tanta pulcritud.

Nos convertimos en adultos educadores, no profesionales ni cualificados, que en un momento u otro tendremos -como parte del grupo al que se está adaptando- mostrar nuestro respeto hacia las necesidades de la otra persona. 

Pero primero y ante todo hemos de aprender nosotros, aprender a no coartar que su forma de ser se una al mundo, y hemos de echar mano de nuestros mejores pensadores y educadores profesionales. Una forma de enseñar para no desconectar de la realidad, aplicarla a lo que aprendemos y lo que aprendemos a ella. 

Educar es un arte, dice Freire, “… el educador es también un artista, él rehace el mundo, él redibuja el mundo, él repinta el mundo, él recanta el mundo,él redanza el mundo…”


domingo, 17 de mayo de 2009

Entre nuestros deseos y la realidad


John Hyde
La realidad puede superar cualquier sueño.
Pocas veces un sueño alcanza la realidad.


Llega todos los días sin desayunar y con el café en la mano que se toma de un sorbo mientras empieza a trabajar. Tiene 19 años, es alto, listo y rebelde. No ha estudiado porque no encontró quién le enseñara bien ni lo que a él le interesaba y lo consideró una pérdida de tiempo. Aprendió en la calle con los amigos, se escaqueaba las clases sin que sus padres lo supieran, engañando a los profesores hasta dónde estos y aquellos se dejaban engañar. Cuando terminó lo imprescindible acudió al mundo laboral, y allí fue rodando de un sitio a otro aprendiendo de todo el que se encontró en su camino. Le gusta dibujar pero eso no da dinero y lo que él quiere es vivir bien.

Y le traen de su país a ver si se centra. La verdad, no he visto un tipo más centrado en toda mi vida, y no tengo muy claro que quieren demostrarle. Pero aquí le tengo a mi lado, con un porro en la mano y tan feliz, yo no le preocupo en absoluto.
Pero eso dura poco, voy a convertirme en una de sus preocupaciones diarias. Está en una pequeña encrucijada, por un lado la familia y por otro el negocio, que quiera o no es lo que le da dinero y pertenece a la familia, como buen italiano eso lo tiene muy presente.

Tras explicarle cómo se han de hacer las cosas aquí y por qué se hacen así, todo cuanto le digo a partir de entonces es para matizar lo que hace. Y eso le repatea. Me dice que soy demasiado exigente, y yo le digo que es cierto y le hablo de calidad, y si he de admitirle con todas las cosas que no me gustan, él tendrá que hacer lo mismo. Al cabo de un mes parece que hemos llegado a un acuerdo sin proponérnoslo, él trabaja a su manera pero consigue el fin que yo quiero. Incluso parece que nos llevamos bien, aunque sigo sin pasarle ni una y él cuando puede sigue escaqueándose. Si, eres un condenado artista le digo a veces y ríe. Y me repatea, pero empieza a caerme condenadamente bien.

En mi camino diario hacia el trabajo, justo cuando paso por delante del "after hours" le veo salir con el grupo, al girarse para caminar de frente se topa conmigo, los ojos ribeteados de rojo, cara de sorpresa y de no saber donde meterse, mira hacia atrás y en un instante decide qué decirme “… me llamaron los amigos y he venido a recogerles, en un rato nos vemos…” Sonrío con una ceja levantada mientras me habla, asiento con la cabeza y sigo mi camino.

Ha llegado con el pelo mojado y los ojos en perfecto estado. Me mira preocupado con media sonrisa que se le escapa, le hago un gesto con la cabeza y continúo. Se para delante de la jefa que le dice que llega tarde y que a ver como se las ingenia para que le de tiempo. En un segundo pone manos a la obra, las mil veces que le he repetido cómo ha de hacerlo por fin han dado resultado. No solo lo hace de la manera adecuada sino que la mejora.
Me quedo un momento mirando el trabajo fascinada, anda por el pasillo con el pecho henchido y desafiante, dejo de prestarle atención y continúo con mi trabajo. Se ha dado cuenta que no he dicho nada y ha sido amable, ha estado en todo y le ha sobrado tiempo, y me premia con cierto respeto. No sé cuanto durará esto, pero lo voy a disfrutar de lo lindo.

Me resulta gratificante saber que no será un cordero fácil de guiar al emborregamiento general, puede que consiga establecerse en algún lugar y vivir bien o puede que termine en un gueto barriobajero, tiene ambas posibilidades al mismo nivel. Lo que decida lo decidirá él. En la cena de trabajo, en asientos contiguos y después del “madre mía” de cada uno, tuvimos una sobremesa interesante. Tras unas copas se me ocurre sacar un tema filosófico, más con la intención de que se fuera a otra parte que de hacerme entender, pero ocurrió todo lo contrario. Me siguió.

Hablando con Nicolás -hemos hecho un inciso en su lectura bloguera (no solo lee lo que escribo sino lo que leo en otros)- y también tiene simpatía por el chaval. Le recuerda a un amigo que creó un pequeño imperio mientras él estudiaba, y fue la distinta manera de enfrentarse al mundo lo que les unió enormemente. Uno está falto de experiencias y al otro le sobran, pero a ambos les marca su visión de una conciencia bien interpretada.

Hay un foso enorme entre lo que pretendes ser y la realidad de tu existencia y cuanto más alto pones el listón de lo que deseas terminas por convertir el foso en precipicio.
Aspiramos a una vida magnifica y no aceptamos la evidencia de una realidad dolorosa y triste, y poco placentera, preferimos creer en ese mundo mejor que nos venden y que nos aprisiona en la culpabilidad de no ser perfectos.
Hemos creado el arte de querernos como no somos, tomamos nuestros deseos por la realidad y a la realidad como algo puntual que hay que sufrir en pos de conseguir la vida maravillosa que deseamos. Esto nos hace odiar nuestras necesidades más reales.

Y acabamos volcando ese odio hacia el mundo, hacia aquel que pretende ser diferente, hacia aquella que provoca la libertad de cuerpo y alma, haciéndoles culpables y enemigos por nuestro fracaso. La mala conciencia de no ser perfectos para conseguir el paraíso pesa como una losa en nuestras vidas.

Dice Charles de Saint-Évremond militar independiente y liberado (siglo XVII) “Pocas gentes no darían las ventajas y pretensiones del espíritu, por conservar esta parte baja y grosera, este cuerpo terrestre, al que los especulativos hacen tan poco caso”
Mentes liberadas de la mala conciencia social imbuida desde hace siglos -para someternos - y nosotros aún seguimos colgados de las supersticiones y la pulsión de muerte.

La conciencia debe ser un instrumento de estimación de las buenas relaciones con uno mismo, con el mundo y con los otros. Nunca un dedo acusador.
Recuperar la claridad de que somos lo que somos, que no tenemos por qué hacer lo que establece una sociedad que nos utiliza y nos produce displacer con sus exigencias, su creciente necesidad de más, y su falta de respeto hacia la individualidad de cada uno.


El pacto contigo mismo de alejarte de todo aquello que te produzca dolor y displacer es difícil pero es la única forma de convertir el círculo en un camino entre el exceso y la privación, armas de desencanto y destrucción.


El término medio entre la libertad y el libertinaje, el ascetismo y el materialismo, la voluptuosidad y la pureza es el secreto de cuantos han ido descubriendo durante siglos la verdadera naturaleza de ser, Demócrito, Epicuro, Diógenes de Enoanda, Filodemo de Gadara, Charles de Saint-Évremond, Jean Toussaint Desanti, … y tantos otros.





Foto conseguida en http://webecoist.com/2008/12/22/nature-environmental-photographers-photos/

lunes, 11 de mayo de 2009

Mala calidad productora ¿Generadora de guerras?



Puesta de sol en una playa de Gaza

Hace unos meses conocimos a un chico que acababa de llegar de Gaza donde había estado trabajando como cámara. Comíamos un kebab, que acabó comiéndoselo frío porque se pasó más de veinticinco minutos hablando por teléfono en la calle y fumando como un descosido. Cabreado tras una discusión en la que solo querían emitir parte de su reportaje “o todo, o no lo suelto” fue su última palabra.

Tras nuestra sugerencia a que dejara de fumar, su mirada sarcástica y su negativa rotunda, la conversación giró en torno a los deportes de alto riesgo. El amigo nos relata su experiencia de un salto en paracaídas en la que hubo sensaciones de miedo, alucinación y subida de adrenalina, a la que el reportero ha decido apuntarse e ir los dos juntos a saltar. Para darle más énfasis a lo fantástico del asunto, contaba como uno que iba en el grupo que preparaba los saltos, y que añadía “iban de petas hasta el culo”, cuando tocó saltar se levantó en un ataque de euforia y risas y se tiró sin paracaídas. El amigo no contento con la cara de circunstancias que se nos quedó a todos, va y compara ese subidón con el que experimenta en su fantástica moto a 300 km/h, la respuesta del reportero no se hace esperar, esa forma de actuar frente al peligro es totalmente gratuita y sin sentido. Al menos si te tiras sin paracaídas solo pones en peligro tu vida.

Es evidente que este hombre joven que acababa de llegar de un mundo de muerte, donde los niños agonizan en la calle, y humanos destrozados se ven a diario, tiene un trabajo personal por delante bastante duro.
Por un lado la guerra instalada allí por cuestiones de poder, dinero y chulería del más fuerte contra cualquiera que se ponga a su alcance, tanto da puesto que el fin justifica los medios, además de consentida por el resto del mundo, nosotros.
Y por otro lado, su vida aquí, en la paz, en la bonanza del consumo indiscriminado, del tiro lo que me sobra porque me toca ir por más. Nuestro sincero consejo de dejar de fumar y la vida sana están de moda aquí, no porque sea bueno para el medioambiente y el consumo se equilibre en todo el mundo, sino porque estaremos más sanos, con un cuerpo cien y seremos la envidia de quienes no lo puedan conseguir, en suma la vida que conoce y quiere. Cómo compaginar, lo que aquello le hace sentir y su natural querencia de vivir en la abundancia.
Darse un paseo por nuestras calles, confraternizar con el populacho, y no volver por allí ¡ojala fuera tan fácil!

Tras la despedida, ni siquiera había pasado por el hotel del hambre que traía, la disertación nos tuvo hasta las tantas. Somos tan humanas como los que ven esas atrocidades y absolutamente sensibles a las desdichas del mundo, entregadas a respetar los derechos humanos en nuestra esfera personal, nos permitimos el lujo además de imponer treguas al combate de los hombres. Un momento fuera de los momentos atroces, demostramos que se puede hablar, gestionar, aunar intereses, conseguirlo estriba en la capacidad de entendernos. Pero…

Nuestra equivocación de estos siglos atrás estriba en producir y gastar sin miramientos, sin tener en cuenta la calidad sino la cantidad de lo que se produce. Ahora nos encontramos que la materia prima para sobrevivir en nuestra abundancia se nos termina aquí y hemos de ir allí a cogerla, y dado el poco aprovechamiento al que estamos acostumbrados no solo malgastamos lo nuestro sino también lo de los demás. Y si hace falta usamos nuestra fuerza y su mano de obra barata.

Y así hemos llegado a donde estamos, ni el derecho es justo ni la justicia equitativa.
Guerras como soluciones únicas, motivaciones triviales “dinero y poder”, desprecio de los anónimos, palabras grandilocuentes, y sobre todo y quizás lo peor, la falta de calidad en lo que producimos y la falta de ética en lo que decimos.

Ellos, los que se encuentran inmersos en necesidades básicas mientras les bombardean (con bombas y con mensajes) no tienen tiempo para pensar en la incapacidad de quienes les dirigen, en la mentira de quienes les ayudan, ni en las razones de sus creencias.

Importante detalle a tener en cuenta el de la calidad: compramos un producto de duración limitada, gastamos en gestionar los arreglos, al final lo tiramos a la basura y compramos otro. Todo esto sin tener en cuenta si es fácil su reciclamiento o va a aumentar los desperdicios que contaminan nuestro medio. Nos acoplamos a lo que nos dan, sin exigir que lo que nos dan, nos acople. A los oligopolios y a las instituciones no les interesa perder tiempo y dinero en productos que duren, mientras seamos nosotros los que lo perdamos en vanas gestiones de recuperar lo gastado, y por cansancio gastemos más.

Y no será por falta de ideas. Ha nacido el “Cradle to Cradle” (De la cuna a la cuna) del arquitecto estadounidense William McDonough y el químico alemán Michael Braungart, consiste en mantener nuestro ritmo de consumo derrochador sin destrozar el medioambiente, a imitación del ciclo natural “residuo=alimento”. Un ejemplo: la silla Think de Steelcase, un 37% de la silla de material reciclado, y el 98% es reciclable en peso, totalmente desmontable con herramientas caseras, facilitando su reparación e incrementando su duración.
¿Próxima revolución industrial? ¿Tendrán negocio los empresarios oligopolistas? ¿Se impondrá en las instituciones el beneficio global a largo plazo? ¿Seremos capaces de cambiar nuestros hábitos?





domingo, 3 de mayo de 2009

Repentinas emociones


Estany Negre - Parc Nacional d'Aigüestortes

Nicolás sonríe, desde que he llegado no para de hablar. Al menos antes me daba la alternativa y me escuchaba un rato.
Mientras narra sus andanzas de estas semanas yo estoy deseando contarle las mías pero me temo que tendré que hacerme el ánimo de que no será esta tarde.

Me ha traído una caja de madera forrada de nácar blanco y rosa, las piezas de la tapa forman rombos y los laterales tiras de apenas un centímetro. Es una preciosidad, “me recordó a ti en cuanto la vi y no dude en cogerla”, ahora soy yo la que sonríe de oreja a oreja.

Sigue sin apenas respirar, contándome entusiasmado la visita que hizo con unos amigos a una casona en la sierra dónde pasó parte de su niñez.
Había empezado a escribirla siguiendo su manera familiar y radiante de contar, después de llevar dos páginas y media y solo haber plasmado las primeras horas de su estancia, he decidido no publicarla de momento. Resultó a fin de cuentas más divertido lo que ocurrió después, ya a punto de despedirnos.

Se me ocurrió decir “esto que cuentas puede llenarme el blog durante semanas” ¿Qué blog? ¿Qué es eso?
Su compañera es correctora y utiliza internet, conoce el tema. Lo que le ha resultado nuevo es saber que yo me explayo en uno y sobre todo, que es en parte protagonista.
Su rostro atento y su mirada en la mía cuando se lo contaba me tenían en ascuas. Siempre me ha gustado que me miren a los ojos cuando hablo, pero en esta ocasión no me dejaba preveer si le gustaba o no lo que oía.
Hubo un momento de silencio, al terminar de hacerle la exposición de cómo era, una aproximación del por qué lo había creado -ya que ni yo misma me lo he planteado aún- y la idea de hacerle personaje, en parte, de mis elucubraciones.

“Quiero leerlo” -lo que me faltaba-
“¿Conmigo o sin mí?”
“Contigo, contigo al lado” –sonreía, menos mal-
“No pienso borrar nada de lo que he escrito, te advierto, te guste o no” -¡ahí, valiente yo!
“Ya veremos” –yo le miraba inquisitiva, apenas entrecerrando los ojos-

Y soltó la carcajada, con alivio le sonreí apenas, no muy convencida, ese último “ya veremos” me dejó un tanto sublevada. A ver por qué narices me daba la impresión de estar ante un examen, seré tonta, a estas alturas.
Lo que me lleva a reconocer que Nicolás me influye mucho más de lo que hubiera estado dispuesta a admitir unos minutos antes.
Se lo digo y su contestación me sorprende “Pues claro, exactamente igual que tú a mí”
Ha sido el día de conocer una yo que no me preocupaba por sabida y controlada. Creo que tendré una madurez mucho más divertida de lo que pensaba, me queda mucho más por experimentar y cambiar.

Veremos que ocurre cuando lo lea, aunque repasado todo lo publicado tiene para rato, o tenemos, si tengo que estar a su lado. El sitio que hemos elegido es cómodo y tranquilo, si no hay representación esa tarde.
Y ahora mientras lo escribo, ya tengo ganas de verle leer esto, saber si me influye al escribirlos que está al tanto de lo que aquí digo, e incluso podría pedirle que participara, o puede que me mande al carajo.
Tengo unos días para pensar, agudizar mi ingenio, sopesar probabilidades, y prepararme para replicarle, convencerle y escucharle.

Parece que tengo 15 años y voy a tener mi primera revelación existencial. Repentinas emociones de nuevo.