domingo, 22 de febrero de 2009

Vivir o vegetar. Habrá que elegir algún día. (…)



SoñadoresAlbert Joseph Moore


Miramos alrededor y vemos bienestar pero la gente no es feliz.
Los problemas generados en la vida diaria y resueltos con muchos desvelos, no permiten disfrutar del bienestar íntimo sumamente importante para estabilizar las fuerzas y la fe en lo que haces. Consiguen muy al contrario entristecerte. Si la vida consiste en dar continuos saltos y hacer incesantes esfuerzos para superar todas las controversias, sin disfrutar de un tiempo de tranquilidad, no merece la pena.
Algo falla, en países donde la renta per capita es alta viven personas insatisfechas en un alto porcentaje. ¿Qué es lo que perdemos en el camino? ¿Son estos los resultados de esa ansia de conseguir cada vez más?

La vida a un ritmo muy acelerado acorta el tiempo de alcanzar lo que te propones, y también de poder disfrutarlo.
Nuestros recientes vecinos inmigrantes de países en los que el sistema de vida no está aún impregnado de prisas y ajustes de tiempo, nos muestran la diferencia. Incluso nos pone nerviosos ver la calma con la que se toman las cosas. Allí donde nosotros damos importancia ellos no ven ninguna. Producimos hoy para mañana, ellos viven hoy sin apenas pensar en mañana. Dilatan el tiempo. No hace mucho España funcionaba de la misma manera, éramos los lentos de Europa. Aún conservamos la siesta y el buen humor gracias a la costumbre.

Tenemos cada vez más posibilidades de mejorar y cubrir nuestras necesidades pero la miseria sigue instalada entre nosotros, vivimos con un pie en la abundancia y otro en la pobreza. Somos conscientes que si este sistema nos falla, y falla con bastante facilidad, nos quedamos sin lo logrado.
Perder el trabajo es un drama, un virus que se regenera, una amenaza. No existe el trueque, si no tienes dinero no puedes optar a vivienda, comida, vestido. Sin poder satisfacer las necesidades más básicas nos echamos a temblar cada vez que a nuestro alrededor hay movimientos extraños.
Nos dijeron que se acabó el trabajo de toda la vida y nos enfrentamos a continuos cambios de labor, continuo aprendizaje no solo de la nueva tarea sino de la forma de trabajo de cada nuevo maestro. Además de necesitar pericia en tus capacidades para la elaboración, has de tener conocimientos de psicología para entrever que quieren, que proponen, y hacer los cambios pertinentes en ti adaptándote a las exigencias, y al menos conseguir llegar al segundo descarte de futuro colaborador.
Esto cuando no te dicen que hagas un estudio de mercado para adecuar tu curriculum, ya no eres una persona, un trabajador, te han convertido en un ente. Cuestión fácil ya, nombrado y numerado, de persona a objeto solo hay una línea casi invisible.

Los países subdesarrollados lo son, no por no poder conseguir los medios para subsistir si no porque nuestra degeneración ha llegado a su forma de vida sin que estuvieran preparados y aleccionados para seguir el ritmo.
Colonizamos con la idea de que nuestro sistema es lo mejor y no damos opciones. No respetamos sus maneras de entender el mundo. Provocamos destrucción, ignorancia y malestar. Les enseñamos nuestros dogmas y creamos seres corruptos.
Somos la especie más peligrosa del mundo, no por disponer de garras o de más fiereza o agilidad, sino por nuestra cultura que resulta ser la mayor adaptación biológica de este planeta.
Además de importar avances tecnológicos y médicos, llevamos histerias, bajos valores éticos, fundamentalismos y nuestra mayor derrota, la dependencia de los demás convertida en dogma.

La educación, la más importante de nuestras bazas, durante siglos se ha convertido en la más sutil y devastadora forma de dominio, siempre impuesta por los organizadores sociales que no precisan pensadores, sino mano de obra barata y sumisa. Y lo hemos permitido.
La técnica como privilegio. Formamos mentes para producir, no para pensar. Filosofar es perder el tiempo. La demostración más evidente de la ineficacia de nuestra educación y de nuestra cultura la tenemos con solo echar un vistazo a cómo se desarrolla el mundo. Pensar, hablar, discutir, comprender, probar, es perder el tiempo.Los que hablan para entendidos, convierten sus ideas en debates técnicos, incomprensibles para no doctos en el tema que tratan.
En nuestra desorientación hemos dejado de ver que el verdadero filósofo es aquel capaz de guiar a los trabajadores, a los hombres y mujeres de la calle, en el mundo real.

Lo único que me hace mantener la esperanza es que a pesar de los radicalismos y el desprecio hacia el pensamiento y lo diferente, siguen brotando por todas partes las ideas, las protestas, las mentes preclaras ante los que proponen los guetos que intentan establecer derechos de posesión a favor de los que –dicen- no entendemos, no sabemos y no tenemos capacidad para resolver nuestros problemas cotidianos.
Necesitamos que ellos-as, esos pocos-as, sigan intentando hacer patente que existe un arte de saber vivir. Aunque les llamemos locos, utópicos y excéntricos. Los que utilizan de forma diferente el mundo, los que gritan las equivocaciones, los que nos retan a probar nuevos sistemas. Los que todavía creen en lo humano.

Nosotros dos durante estas tardes, damos fe que las distintas generaciones y géneros, las distintas visiones del mundo son totalmente compatibles, discutibles y posibles de llevar a cabo. Y solo depende de lo que cada uno esté dispuesto a dejar de poseer.



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domingo, 15 de febrero de 2009

Mandas y mantras II (XIII)


OM
El sonido del mundo

“Sigue con el pequeño.

Se casó con una joven de salud frágil, también del pueblo, que aguantó más que la hermana. Se querían, o al menos no demostraron jamás lo contrario. No tuvieron hijos. Él había sido el ligón del barrio, acabaría convirtiéndose en un maduro salido, siempre según las mujeres de por allí. Contando con el morbo que proporciona un tendero faldero, mucho mejor que gastar dinero en atractivos anuncios. Admiraba a su hermana y siempre estuvo presto a ayudarla. Entre los tres y el mayor cuando no tenía partidas, atendían el negocio. Construyeron la casa pared con pared con la de sus padres, y siguieron juntos toda la vida. La cuñada calmaba los ánimos unas veces, otras hostigaba. Pero consiguieron convivir dentro de cierta armonía. Los sobrinos pasaron algunas temporadas en casa de los abuelos, y en vista de las malas rachas del tercer hermano, propusieron quedarse con la mayor, cuestión a la que la madre se enfrentó con un terminante no. Le cayó la sombra del despecho para siempre.

Murió primero el aventurero, quizá la naturaleza decidió que había aprovechado suficientemente la vida. Bastantes años después el mayor. Seguido al cabo de un par de años por la hermana, y al año siguiente la mujer del pequeño.”
Tras terminar su relato (por cierto, mucho más largo al escribirlo) entramos en un debate sumamente interesante.

Descubres una realidad que no conoces (adivinabas si acaso) dónde solo eres un nombre, antes tan familiar y ahora pronunciado por voces autoritarias y rotundas, casi que ni lo reconoces. Te asignan varios números que usas dependiendo a la institución que te dirijas. Tu valor está en una cuenta que otros manejan, utilizan y negocian, y a los que pagas por hacerlo. Tú identidad la bordan tus huellas dactilares en un documento, que otros manejan, utilizan y controlan. Que también pagas. Tienes que escoger con cuidado las palabras que utilizas, cómo dices las cosas, de qué manera cuestionas el asunto que otros redactan, estipulan, y juzgan. Ejerces de mero peón en un tablero que ni siquiera sabias que pisabas, sin conocer si avanzas o retrocedes, giras o tuerces. Admiten y concluyen al fin que eres quién dices ser. Y ahora que eres tú, nombrado y numerado, pagas (y tira porque te toca).

Antes eran los dioses, ahora la burocracia.
Pasas por momentos extraños no sabiendo a qué te enfrentas, por dónde vas y cuál debe ser tu siguiente paso, siempre en manos de los que vigilan tus derechos, dicen. Reconoces una fuerza opresiva, misteriosa y distante, con extraordinaria complejidad y carácter contradictorio que dificulta el trato directo con ellos, obligándote a buscar profesionales. Por un rato consigues librarte de todo, te da por pensar si realmente merece la pena llegar a sentirte como un pelele a cambio de un poco de dinero y un tercio de una mitad de una casa. Y te partes de risa (por no ponerte a llorar).

"Te vuelves escéptica, como que te da un poco igual, le comentaba ella. Penetras en un espacio sepulcral, con el corazón apretado, el notario lee las escrituras llenas de palabras extrañas, y pregunta si se quiere alguna aclaración ¿Alguna? Te animas y preguntas -A ver, entonces, yo tengo que pagar 3.000 euros para recibir los 7.000, descontando los 2.000 que me cuesta la notaria, el abogado y demás trámites. Con lo que me quedaré con 2.000 limpios, y el tercio de la mitad de una casa de gastos e impuestos correspondientes a partir de ahora-. Haces un esfuerzo por no soltar la risita y parecer seria (mientras piensas “me cago en mi rica familia ¡la leche que pesadilla!”) E intentas no cabrearte más cuando oyes a los otros, dueños de otro tercio, decir que están la mar de contentos porque se consideran afortunados. Les dedicas una mirada de compasión y les dejas estar.
Entonces caes en la cuenta que también tú estás usándote como mercancía, exiges tus números correspondientes, tu sitio y tu encasillado preferente, a ser posible, a cambio de lo que eres capaz de producir."

Esto derivó la conversación sobre la capacidad del ser humano de luchar contra la necesidad, reducirla e inventar su libertad. El valor intelectual y espiritual del que tanto alardeamos y que nos aleja de nuestros comportamientos animales, también es una cárcel. Me habla de Diderot (da para otro post)
“Si os proponéis ser su tirano civilizadlo […] Desconfiad de quién quiere restablecer el orden. Ordenar es siempre convertirse en dueño de los demás molestándoles” Denis Diderot
Casi deseas la felicidad del ignorante. Pero no. Mejor sacrificado sabiendo, que un feliz sacrificado. Estamos de acuerdo.

Tras un periodo de enajenación mental a la que te lleva la diosa Burocracia, no vendrá nada mal un poco de sosiego. Las formas de conseguirlo pueden ser diversas, desde irse de compras hasta subir al pico de una montaña. Mi propuesta es menos costosa (financiera y físicamente) pero advierto que no se debe perder de vista que el inmenso vacío en el mundo es necesario, no hace falta rellenarlo con nada ni con nadie, solo contemplarlo y disfrutarlo.


El hecho de que vivamos al final de un pozo de gravedad, en la superficie de un planeta cubierto de gas, que gira alrededor de una bola de fuego nuclear noventa millones de millas más allá y que pensemos que eso es normal es obviamente una indicación de cuán retorcida tiende a ser nuestra perspectiva.
Douglas Adams.


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La palabra mantra proviene del sánscrito man, que significa mente, y tra, que tiene el sentido de protección, y también de instrumento. Los mantras son recursos para proteger a nuestra mente contra los ciclos improductivos de pensamiento y acción. Aparte de sus aspectos vibracionales benéficos, los mantras sirven para enfocar y sosegar la mente. Al concentrarse en la repetición del sonido, todos los demás pensamientos se desvanecen poco a poco hasta que la mente queda clara y tranquila.


domingo, 8 de febrero de 2009

Mandas y mantras I (XII)

Elliott Erwitt - Bañistas en la playa
(a contracorriente)


Llegaba con retraso, estaba en la mesa repasando unos papeles con sellos oficiales. Había estado en el notario tratando de poner en orden su patrimonio. Se lamentaba del tendencioso contenido de las leyes que debía asumir. Algo que parece tan sencillo como dejarle la casa a tu hijo, tener protegida a tu pareja y a ti, acaba resultando tan desconcertante como tener que pagar el IVA de las facturas que aún no has cobrado. Le costará varias visitas más hacerlo parecido a cómo lo tenia pensado.

Comentando nuestras experiencias, no siempre agradables, mencionó el caso de una amiga muy cercana que se vio forzada a realizar una serie de procesos confusos y desquiciantes para todo aquél no habituado a estos trámites. He cortado su frase, cogiéndole del brazo “Luego te enseñaré un mantra para que te reconcilies con la energía del universo”, mirada burlona “¿Sabes sanscrito?”, la sonrisa no me dejaba pronunciar bien: “No, pero sé hacer ooommm de formas diferentes” Tras las carcajadas, le he instado a continuar.
Y cómo hace siempre, me relató la historia con ese talante entre jocoso y serio que me embelesa, y consigue que el tiempo pase de manera fulminante.

“Sabia que sus familiares en el pueblo tenían alguna que otra propiedad, pero bueno, la generación de actuales dueños puede hacer lo que quiera, y te desentiendes. La falta de roce hace el resto. Te van llamando conforme se ponen enfermos, acudes a visitarles, estás con ellos, y cuando pasa todo vuelves a tu casa. Así uno tras otro.
Un día te llaman y te dicen, sus familiares han muerto sin testar, son ustedes herederos de la mitad de los bienes con otro familiar que queda vivo. Han de venir a hacerse cargo de ella, de la herencia. Y empieza un jaleo de espérame y no te menees. La familia se une (más o menos), pero toda la parafernalia legal que se monta alrededor de esto es bestial (he buscado sinónimos, pero esta que utilizó lo describe tal cual es). Y empieza la pequeña historia de esta saga.

Hubo peleas entre hermanos toda la vida.
Durante la niñez y la adolescencia unos cuantos garrotazos del padre les mantenían a raya. Tres chicos y una chica. Crecieron en el valor de la fuerza sin aprender a razonar. Cada uno organizó su vida en base a lo bien o mal que le costaba aguantar a los otros. Y crecieron.

Vivían todos en la casa paterna, decidieron hacerle unas habitaciones separadas al mayor al otro lado del patio, para darle cierta independencia. Era jugador de pelota de trinquete, la vida le sonreía y le llevaba de un sitio a otro. Ayudaba en el negocio familiar cuando no tenía partidos. No se le conoció novia oficial ninguna. Novio tampoco. Se dedicó a vivir para sí mismo, en cuerpo y alma, fue un hedonista feliz.

A la hermana, el hombre que quería la dejó al declararse homosexual, allá por los años 40. Un duro golpe para una joven que no tenía más futuro que el matrimonio según manda la santa madre iglesia católica apostólica y romana. Las habladurías en el pueblo del resto de cristianos de la congregación tuvieron tema para años, eso era amar-jodiendo al prójimo, y no lo que hace ahora el entretenimiento televisivo favorito de la mayoría. Aquello era contra alguien cercano. Vigilada y perseguida sin esfuerzo, podían estar a favor o en contra de una o de otro. Mirarla de reojo cuando pasaba y cuchichear, con la sana intención, queremos deducir, de que hiciera pública su opinión del asunto, y con la malvada intención, concluimos, del morbo que provoca meterse en la vida de los demás.

Ella decidió quedarse soltera, puede que por despecho, puede que el dolor la dejará destrozada y no quisiera volver a embarcarse en otra historia, puede que quisiera demostrar que no necesitaba a hombre alguno. Vaya si lo demostró. Levantó un negocio con una fuerza digna de una sacerdotisa egipcia, allí no respiraba nadie sin su consentimiento. Mejoró la casa y llevó el negocio viento en popa. Los terrenos de sus padres los alquiló hasta que vio venir las voraces fauces de los temibles constructores y vendió. No quiso hacer negocio, solo dinero. El negocio familiar, lo regentaba ella, enfrentándose cada día al pueblo entero, a quién quisiera entrar, con una sonrisa de oreja a oreja y las frases más cortantes y directas que tendero alguno dirigía a su clientela. Y siempre estuvo lleno.

El tercero emigró, escogió a una chica del pueblo y contra los deseos de ella de viajar al extranjero, fueron al sur. Era el más aventurero. Vivía a su manera. Jugaba al póker con las normas, las utilizaba para apostar, las ignoraba cuando no le interesaban, y cuando alguna le daba la razón la convertía en religión. Montó un par de buenos negocios, que florecieron con fuerza y desaparecieron con rapidez, le gustaban las cosas a lo grande. No era bebedor ni mujeriego, pero todo lo que conseguía se lo jugaba a las cartas.

Ella era diferente, necesitaba estabilidad, no le gustaba hacer las cosas sin prever lo que pudiera ocurrir. Negociaba por sus tres hijos. El poco dinero que llegaba a sus manos lo hacía desaparecer casi al instante, unas telas para vestirlos, unos zapatos, los libros del colegio; lo único que no pudo conseguir es que acudieran a misa cada domingo, él se negó en rotundo. No estaba dispuesta a tratar de conocerlo y enseñarle a razonar, ella tenía razón, que importaba lo trascendente de ese negocio si no tenían la seguridad de comer todos los días.

Dedicó su vida a intentar meter a ese hombre en un trabajo de horarios, de movimientos mecánicos, sin libertad de acción, de decisión, de peligro. No lo consiguió y acabó con una crisis nerviosa, le diagnosticaron epilepsia, recetándole unas pastillas que estuvo tomándose durante 30 años. En su vejez un médico quiso saber más sobre ese diagnostico y le hicieron pruebas. No padecía ese trastorno, debía dejar las pastillitas poco a poco (me pregunto si los efectos secundarios de un medicamento agresivo que no necesitas durante tantos años, puede ser causante de algunos, por no decir todos, los males que ahora se le acumulan).”
(Sigue…)




Discover Frank Sinatra!


domingo, 1 de febrero de 2009

Nadie me salvará de este naufragio (XI)


Sentados ante las tazas hablábamos. Manteníamos una discusión relajada sobre la forma de entender la convivencia. Coincidimos en que es una cuestión de supervivencia. Y disentimos en la forma de conseguirla.

Es en esos momentos en que la enfermedad te atrapa y pierdes la capacidad de cuidarte, de procurar los mínimos recursos para restablecerte cuando te das cuenta que la soledad es imperfecta. Una mano en tu frente, una bebida caliente ofrecida en mitad de la noche, una sencilla pregunta, e incluso una mirada de atención, son siempre la iniciación a ese estado de disposición de tu propia mente y cuerpo para comenzar a trabajar en la lucha contra sus agresores.

Ésta es una de las presiones que más nos afecta a la hora de decidir no estar solos, tanto, como para soportar los roles a los que te integras al acceder a la categoría “de pareja”, tanto como dejar que la presión del grupo te obligue a conformarte con lo establecido, tanto como pasar toda una vida junto a una persona que ha evolucionado de manera distinta con intereses distintos, tanto como para establecerte en una doble vida, la real y la que sueñas.
Esos otros que consiguen volver al proyecto común (los menos), capaces de respetar la libertad del otro sin sentirse amenazados, sin coaccionar la lealtad a lo prometido -solo los he visto fuera de las leyes sociales imperantes desde que Constantino las hizo oficiales- viven teniendo una actividad reflexiva, cabal y de meditación, creando una existencia consecuente.

Todo esto conforma el círculo de una vida que se cierra en el mismo punto del que partes, indefenso, desprotegido, necesitado…. Con la diferencia que al comienzo hay cada vez más belleza y fuerza, y al cerrarlo solo prevalece la belleza de lo que guardas en los memes y el designio de dejar de ser uno, solo tú. Y del que no queremos ser conscientes.

Ha seguido un silencio largo.
Hemos quedado una tarde, cuando comience la primavera, en hacer un recorrido por la parte antigua de la ciudad que él conoce, y me hablará y contará cuanto recuerde.
Pensaba en mi acierto al abordarle aquella tarde y dejar que me enseñara.

Sin previo aviso comienza a recitar una poesía, entona pausadamente, como si estuviera relatando una historia. Ha levantado la mirada de dónde la tenía perdida y ha sonreído al ver la mía asombrada.
Su voz lenta, segura, grave, me ha transportado allí de dónde hablaba. Ha sido hechizante ver sus manos, ojos y cabeza, poniendo fuerza, alegría y tensión a la poesía.

He quedado tan despagada cuando ha terminado que le he pedido que la repitiera. Y lo ha hecho.


Tengo estos huesos hechos a las penas
y a las cavilaciones estas sienes;
pena que vas, cavilación que vienes
como el mar de la playa a las arenas.
Como el mar de la playa a las arenas
voy en este naufragio de vaivenes,
redondas, pobres, tristes y morenas.
Nadie me salvará de este naufragio
si no es tu amor, la tabla que procuro,
si no es tu voz, el norte que pretendo.
Eludiendo por eso el mal presagio
de que ni en ti siquiera habré seguro,
voy entre pena y pena sonriendo.
Miguel Hernández




Discover Coleman Hawkins!


Esa increíble foto la he conseguido en esta página http://static4.bareka.com/photos/medium/3393267/barco-hundido-pecio-shipwreck.jpg