¡¡Gente, maravillosa
gente!!
Gritos de niños que
juegan en la calle, voces de gente que pasa, murmullo en la terraza del bar,
nada que ver con el ruido de tráfico en la avenida de casa aun resultando igual
de molesto. La algarabía que sube de la calle jalonada con el canto de los pájaros,
el ladrido lejano y las campanadas de la torre me distraen de la idea que no
consigo expresar, unir las palabras que dicen lo que quiero me está costando
mucho esfuerzo. Me evado en la modorra de la siesta mientras avanza la tarde y
aumenta el trajín callejero.
Subo de la calle de
madrugada, el silencio de lo humano no paraliza la vida, rumorea el río y de
vez en cuando el crujido de ramas y hojas secas pone en alerta a quienes se
sienten indefensos. Al igual que el viento entre las rendijas, los roces y los
golpes en las noches quietas de la ciudad suenan amenazantes.
En la habitación
iluminada por la luna que entra a raudales brindando una paz sedante mi
pensamiento vuelve a razonar. Enciendo el ordenador y leo, medito y escribo.
Empiezo a emocionarme y el pensamiento de la tarde comienza a fluir.
Con todo lo
experimentado e ignorado hasta ahora resulta muy difícil entender qué está
pasándole a esta burguesía del siglo XXI, quiero razonar con el mayor rigor del
que sea capaz estos acontecimientos, calzar el máximo de puntos y sacar alguna
conclusión en por qué las decisiones sociales no están originando cambios
renovadores en los fallos del sistema, haciendo parecer incluso que su
desarrollo continua fuera de nuestro alcance.
En este bárbaro
intento advierto que en ciertas épocas las personas nos volvemos mentalmente
inoperantes. En el levantamiento de hombros general cuando ocurren los
desatinos que nos llevan al filo de la extinción como humanos me pregunto, por
qué la masa cae como el plomo y se arrastra hacia lo fácil y lo cómodo, por qué
la parte que queda aplastada se deja morir y unos cuantos hastiados y rendidos
se alejan en solitario llevando su visión y su fuerza lejos del resto.
Esa fuerza, esas
visiones, son un desafío al entendimiento, pero la impregnación de sus
pensamientos es tan lenta y resulta tan fácil dejarse llevar. La cabeza de la
corriente se vuelve inmune a la magia de las palabras y se apelotona en lo
masoquista de su rudeza.
No queda otra opción
que echar mano de la historia. Pero la historia de los libros que nos han hecho
memorizar de niños no es Historia, muy a su pesar (al pesar de los que dictaron
esos libros) no son más que estadísticas que dicen poco o nada.
Leyendo "Historia
de la sexualidad" de Foucault, he apreciado con facilidad la diferencia en
las formas, en los criterios, en la mentalidad que fuerza al espíritu de una
sociedad, de un grupo. Estas formas dispares de vivir la historia y de enseñar
historia -la de Oriente y Occidente, aunque ambas buscaran producir la verdad
del sexo- resulta clarificadora.
En Oriente “la verdad
es extraída del placer mismo, tomado como práctica y recogido como experiencia;
el placer no es tomado en cuenta en relación con una ley absoluta de lo
permitido y lo prohibido ni con un criterio de utilidad, sino que, primero y
ante todo en relación consigo mismo, debe ser conocido como placer, por lo
tanto según su intensidad, su calidad específica, su duración, sus
reverberaciones en el cuerpo y el alma.
Los efectos de ese
arte magistral, mucho más generosos de lo que dejaría suponer la sequedad de
sus recetas, deben transfigurar al que recibe sus privilegios: dominio absoluto
del cuerpo, goce único, olvido del tiempo y de los límites, elixir de larga
vida, exilio de la muerte y de sus amenazas”.
En Occidente, “… según
los objetivos y las urgencias, se interesa en su dirección natalista o
antinatalista. A través de la cercanía política de la población se forma toda
una red de informaciones sobre el sexo. Tratan de convertir el comportamiento
sexual de las parejas en una conducta económica y política concertada. No se
dice menos, se dice de otro modo.
... la aristocracia lo
elevó a objeto de poder, en primer término usó a la familia para problematizar
la sexualidad de los niños y adolescentes, medicalizar la sexualidad femenina,
alertar sobre la posible patología del sexo, la urgente necesidad de vigilarlo
y de inventar una tecnología racional de corrección. Pertenecemos, en cambio, a
una sociedad que ha ordenado alrededor del lento ascenso de la confidencia, y
no en la trasmisión del secreto, el difícil saber del sexo.”
Ahora sé que el
espíritu del tiempo de esta sociedad ha agotado su creatividad, todos aquellos
individuos para los que su espíritu creativo esté en alza deben abandonarla.
Solo los que con el sometimiento a su fuerza física puedan remar deberán
cohesionarse para al grito de ¡ya!, parar la bajada, mantenerla y esperar hasta
que pueda de nuevo avanzar. Los Sísifo son los que ahora tienen un lugar, las
mentes que repiten hasta la saciedad, sin ambiciones, que puedan tragarse sus
deseos y soportar la fatalidad, las que no levantan la vista del suelo y que su
conformidad les sirve como a señores.
Habrá un par de
generaciones perdidas que morderán el polvo, pero guardaran el privilegio de haber
tenido la oportunidad y el acceso al conocimiento y a la ciencia.
Saquemos valiosas
lecciones esta vez, recordemos que los beneficios a corto plazo, la riqueza a
costa del empobrecimiento de otros son “pan para hoy hambre para mañana”,
hagamos caso de aquello que repetían nuestros antepasados “nadie da duros a
cuatro pesetas” y no nos dejemos engatusar por abusadores banqueros,
desarraigados empresarios y confundidos economistas.
Pero si las mentes que
van a mantener la nación no están abiertas, no están entrenadas con el
conocimiento, no están enseñadas con la Historia viva, incurriremos de nuevo en
olvidar que no debemos dejar nuestras decisiones en manos de ningún
representante, ni a nivel particular ni a nivel social.
Hay que mantener viva
la Historia para mantener viva la mente, la Historia no es pasado es presente,
el presente que la instaura y que la escribe.
No es pues en la
historia lineal que se remonta a un origen único, sino en la Historia viva, que
evoluciona, crece, muere, se reconvierte, enmudece y grita, donde hay que
buscar respuestas.
Quiero tratar con la
Historia, conocer qué es y cómo es la Historia, gozar la Historia. Necesito
beber de otras fuentes sociales, grupales, con otras formas y otros criterios.
Y no, no es labor de
la Historia devolverme mi soberanía como sujeto…