lunes, 17 de enero de 2011

El corazón de la jornada



Desnudo de mujer - Joaquin Sorolla



El día se ocupa de echar por tierra toda esperanza, teniendo en cuenta que pagas tu estancia en este lugar con la propia vida, considérate bienaventurada si en lo que te cuentan hay algo que te sirva para arrancarle a la jornada el corazón, porque mañana volverá a ser lo mismo, salvo que contarás con una jornada menos.

Últimamente oigo repetir mucho que estamos perdiendo la comunicación entre los cercanos en pos de la relación entre los que están fuera de nuestro alcance. No lo creo. No siempre los que están cerca son capaces de entender cómo se ve el mundo desde tu cabeza. El cuerpo manda en la visión que se hacen de ti, en lo que eres o no capaz de hacer, para lo que vales y para lo que no. El cuerpo es social, la mente puede ser lo que quiera.

Salgo y veo. Un cielo amplio, brillante y azul, que refulge contra las paredes de las calles evaporando los colores en sinuosos vahos invisibles. Esto es hoy. Entra por mis ojos avaro y reflexivo, me obliga a respirar profundo y por un resquicio intento traducirlo a un idioma que pueda entender. Necesito interpretar esta lobreguez que, pesada, inútil y molesta, me hace sentir lo que veo y ver lo que siento. Y cavilo. Pero los hechos se conforman sin orden, no puedo hacer nada porque sé que si los organizo seré su rehén sin que nadie sepa que ha de rescatarme.

Una brisa de mar que canta perdida entre los edificios me distrae, donde quiera que estés me gustaría que supieras que no eché al fuego ni uno solo de los besos que me diste aunque sufriera de frio, ni abandoné tu recuerdo al borde del camino, por más que a los sueños el olvido mece…

No es eso, no. Tranquila vuelvo en mi y despacio repaso el día, he conseguido poner una clave a ese resquicio para pensar, con la que además dejo claro que, aunque ausente, vivo y soy útil, y solo entonces puedo ser radical para coger las cosas de raíz, cosas que hacen del día lo que es, ese lugar donde mi alma lustrosa y palpitante se posa como un cisne, donde me deja explorar en este lánguido ondear del agua que me rodea qué son, ¿la providencia? una excusa ¿el libre albedrío? no existe.
Ni responsabilidad ni culpabilidad tienen cabida en mi por el solo hecho de ser, eso, es así. Pero no soy solo alma ¿dónde está mi cuerpo? Aquí, descansa. Hacer sí da protagonismo a la responsabilidad y culpabilidad, mi cuerpo hace, y solo mi alma que es en él, le puede hacer sano y feliz. El placer y el dolor conducen el mundo pues alma y cuerpo se subordinan a ellos.

Y el mundo único, exclusivo, puro, se mueve inexorable y solo somos conscientes de una ínfima parte de ese movimiento. En el hervidero que supone su continuo trasegar nuestra capacidad de información es de corto alcance, y solo cuando ya ha ocurrido todo, cuando la transformación ha sucedido y podemos unir las visiones, recapitular los hechos, escribir historia, entendemos qué ha pasado y por qué. Y mientras lo hacemos seguimos forjando historia, continuamos conformando los capítulos que crearan la memoria de lo acaecido con cada pequeña, insignificante y valiosa consciencia de la que ahora nos valemos.

Todo el alcance que puede llegar a tener dependerá de quién cuente la historia. Y toda la eficacia que pueda llegar a producir será consecuencia de cómo sea interpretada.