domingo, 18 de julio de 2010

Viento
(de la brisa al huracán)


Franco Ambrosetti


A veces resulta difícil soportar la alegría. Dentro de ti parece como si fuera posible hacer cualquier cosa, volar, tirarte por el balcón y planear hasta el suelo. Hay que tener cuidado con los trenes, los puentes y los coches. Si la alegría te puede llevar al dolor, o a la inexistencia, y no se puede vivir pensando a todas horas en el dolor ¿con qué objetivo estamos viviendo? Podríamos intentar una medida, entre el 0 de la desdicha y el 100 de la alegría insoportable, un 75 que diste suficiente del 0 y aún esté lejos del 100. Moderada dicha.

La gente que me voy cruzando no tiene buen aspecto. Enseguida he pensado en el mío. Es un gesto, una actitud, porque yo me encuentro perfectamente. Parecen arrastrar kilos y kilos de algo, caminando como si los pies no pudieran despegarse del suelo -me obligo a enderezar el busto-, el calor, seguro, es agobiante.

Las dos andan de prisa sorteando cuanto encuentran al paso sin parar de hablar, se dan la razón una a la otra mientras vituperan a una tercera ahora paradas en el paso de peatones, no miran a los lados, siguen enzarzadas en lo que más bien parecen dos soliloquios al mismo tiempo. Cuando los que vienen de frente cruzan, se lanzan a la calzada, los brillantitos de las blusas de idéntico patrón relumbran con el movimiento de sus senos, la una negra la otra blanca, ganan distancia a la carrera.

Merodea por el lugar pareciendo no saber que está llamando la atención. Lleva el móvil pegado a la oreja, pasea nervioso hasta la esquina, da media vuelta y vuelve atrás. La mirada en el suelo, el ceño fruncido, mueve la mano como para dar énfasis a lo que está diciendo a solas, el cuello le cae hacia delante y el pantalón que sujeta la rebosante barriga da la impresión de que en cualquier momento se enrollará a sus pies. Su voz acongojada y sus frases llenas de interjecciones chulescas cuadran a la perfección con la elección del atuendo y el corte de pelo.

Tendrá unos ochenta años, bajita, delgada, encorvada, alrededor de sus ojos los colorea el granate, ese que se pone cuando pasas noches sin dormir, su andar lento pero resuelto, mira de frente y a los ojos, en una mano lleva una bolsa plegada delante de la cintura, el otro brazo se mueve militar al andar. Me hace un gesto con la cabeza sin parar el paso.

Unas piernas largas manejan lentas, unas sandalias de tacón de aguja deslumbrantemente blancas contra la piel bronceada. El vestido cuelga perfectamente relleno en todos sus pliegues y costuras sobre unos hombros huesudos, el largo cabello negro azabache tapa el escote de la espalda, inclina la cabeza hacia delante mientras el brazo que cuelga apenas se balancea con el diminuto bolsito blanco. Uñas larguísimas y rojas, aparta el cabello de la cara al pasarle y me mira, bella mirada adornada de colores, me sonríe y le sonrío. Un cuello demasiado ancho, pienso, pero el vestido le sienta de maravilla.

Un coupe negro sube a la cera por un paso de peatones, sinuoso, silencioso, se arrima hacia un lado apartando a los andantes que le miran con admiración o con enfado según el sentido en que muevan la cabeza. Se detiene junto a un escaparate de hermosos vestidos, hechos para subirse en él. Del hueco de la portezuela emerge un oriondo calvo de estimada experiencia de vida, con una impoluta camisa a rayas, la chaqueta en la mano y el pantalón sin una arruga, el olor a colonia inunda la calle y mis fosas nasales a cierta distancia aún. Resulta tan agradable que borra lo ostentoso del cuadro siguiéndole con la mirada acariciadora del buen gusto.

Miedo a sentir, a qué sientes y cómo lo sientes. Hay cosas que están mal y otras que están bien, se fueron estableciendo con dogmas telúricos sobre lo bueno y lo malo, en manos de los que decían ser felices por haber conseguido lo que ansiaban, y nos llegó a confundir de tal manera que vivimos ansiando perennemente.
Las cosas que me hacen sentir bien pueden descubrir aspectos de mi no encasillados en lo considerado bueno. Mi bien no es compatible con todo lo bueno establecido, tampoco mi mal lo es con todo lo malo, y para liarlo un poco más, algunas veces mi bien está en lo establecido como malo y mi mal en lo establecido como bueno.

La confusión es evidente observando a la gente. Sobrevive utilizando el doble rasero, a veces más de dos dependiendo del nivel de preocupación que les proporcione su estatus, ese lugar de inconsistente sostén en que te alza el resto. Además he comprobado que cuanto menos importancia das a lo bueno y lo malo establecido, cediendo ante lo que hace feliz al que te atiende, mejor criterio y opinión elabora de ti. Es casi imposible hacerles ver que me importa un comino el criterio con el que me elevan o me degradan, insistiéndoles en su capacidad para ceder ante lo que me hace feliz a mí. Pocas entienden esto, muchos entienden más, pero inmediatamente vuelven al criterio establecido porque les evita explicar su cambio de contenido, resultándoles más fácil seguir el curso del sentir general, de lo que resulta que no soy de fiar.

Mis incursiones en lo malo establecido para rescatar aquello que me hace sentir bien, sigue creándome posibles descréditos sociales, es cierto, y haciéndome ese aura de peligrosa para muchos, aunque tan atractiva que no acaban de ignorarme del todo.

El desconcierto les obliga a confundir que si bien me gustan algunas cosas establecidas como malas, no significa que yo sea mala. Puedo serlo evidentemente, pero cuando utilizan el doble rasero casillero no dan opciones, y un día te los oyes ¡jo! Ni me imaginaba que fueras así, pensaba que… Sí, sí, claro. Pero siguen con el sentido atrofiado de lo que les hace felices, por lo tanto tú, los demás, tampoco está bien que lo sean.


12 comentarios:

ybris dijo...

Una dicha moderada tasada en un 75 % no está nada mal: permite la estabilidad del sentirse bien junto a la sensación de que todavía hay mas felicidad por conquistar.
Se te ve observadora y atenta a la gente que te encuentras. Entiendo que cuando alguien mira así está comprendiéndose mejor a sí mismo y está afianzando esa sensación a la que nos acogemos para poner una línea de separación entre el bien y el mal, entre nuestro bien y nuestro mal.
Eso es lo importante: la confianza en los límites que nosotros mismos nos trazamos. La opinión de los demás sobre nuestra visión del mundo nunca debe imponerse como objetivo.
A fin de cuentas los que hemos de vivir nuestra vida somos nosotros y los que hemos de definir nuestra felicidad somos también nosotros.

Besos.

gaia07 dijo...

No sé por qué me sorprende que puedas entenderme tan bien. También tú, querido Ybris, observador del detalle cotidiano, sabes disfrutar de ese entender tan tuyo que te hace consciente de ti, y por ende de todo aquello que da belleza a tu vivir, sabio, atrayente y distante. Ni cerca ni lejos, justo desde donde estás.

Un abrazo.

Fiebre dijo...

(SIC)Mis incursiones en lo malo establecido para rescatar aquello que me hace sentir bien, sigue creándome posibles descréditos sociales, es cierto, y haciéndome ese aura de peligrosa para muchos, aunque tan atractiva que no acaban de ignorarme del todo.


Juas. Tú por prepará y reculta para algunos; y yo por simple, rubia convencional y facilona para otros...

Al final vamos a vivir las mismas sensaciones ´jaté.
:)

Art_Alegoría dijo...

Buenas tardes,



bueno : muy, muy bueno.

Y sin efectismos ni arroces La Fallera, ni arroces Brillante mediante.

Malvarrosa, 1962


Art

gaia07 dijo...

¿Prepará y reculta? No creas, solo lo parece.
El que yo ande disfrutando entre librajos amarillentos con tufillos a humedad y tú te desahogues a gorrazos con el amigo más cercano mientras se juega el mundial, no significa que seamos dispares en cuanto a sensaciones peligrosas…

Es más, estupenda Fiebre, tanto si somos facilonas preparás como recultas facilonas (lo de simple y convencional no te lo crees ni tú), estamos más cerca de ofrecer sensaciones de bienestar en nuestra natural vida tranquila y risueña, que esa mezcla de ocultos peligros con la que la mayoría desasosegá sueña perderse un día.
:D

gaia07 dijo...

Buenas noches, Art

Los bien pensantes se jactan de llamar pedante o pretencioso al que se siente feliz. Al no ansiar gran parte de lo que tiene ser bueno te dominan a medias y solo les queda disfrazarte de quimérico.

En 1962 no sé cómo estarían las paellas en la Malvarrosa, hoy te puedo decir que usan arroz Bomba.

Un saludo

virgi dijo...

A mí la gente con la que me tropiezo me dice mucho de su vida, pero no siempre sera acertado. Igual les pasará a ellos al mirarme.
También es verdad que todos los días no me siento igual, entonces el feedback será también diferente.
Bueno, querida Gaia, lo que no suelo cambiar es mi sonrisa, hoy la he colgado, besos.
Gracias por la música, sobre todo la de Schubert

gaia07 dijo...

Se acierta más cuando te dicen. El observar a los demás casi siempre te enseña más sobre ti misma.
Bella sonrisa la de quién la sostiene a todas horas, me ha encantado la tuya Virgi. La música resulta un placer, estés como estés siempre te hace sentir un poco mejor.

Un beso ¡guapa!

mirada dijo...

Creo que te entiendo...
:-)
sentir, llenarse de vibraciones, observar, dejarse...
amigarse con la cabeciña para que no nos despiste.
La felicidad está dentro de mí, me considero una mujer feliz, y muy afortunada, me siento entendida, respeto y quiero a personas como tú.
Un abrazo enorme, y alguna que otra cervecita, a ver si va tocando entre brindis y brindis...

mateosantamarta dijo...

No soy tan observador y reflexivo. Soy intuitivo y reservado.
Muchos padecemos de una ansiedad que parece como algo que se hubiese extendido a modo de peste. Sólo deseo perder eso y ganar serena naturalidad. La músic? COMO JUZGAR YO A SCHUBERT.
Las fotos: unos levitan, otros ascienden, caminan o corren por los aires, sujetan o desplazan edificios...
Gracias por tu visita por el comentario y por el enlace. Un abrazo.

gaia07 dijo...

Me entiendes perfectamente Mirada.
A veces las palabras lían los sentidos, y es mucho mejor lo que se siente.
La cervecita es obligada, mientras en silencio me inmiscuyo en tu mundo de sensaciones, queda pendiente, y la visita a tu tierra.
Un beso grande.

gaia07 dijo...

Somos una mezcla mateosantamarta. Yo aquí dejo esa parte.
En tu pintura se plasman tus intuiciones y tus reservas, en ese proceso la ansiedad es el camino, y la serena naturalidad, un estado que dura lo justo para volver a materializar lo que ves y lo que sientes.

El arte de los grandes, las ideas de creadores, como visión del mundo y sus sentidos, llena el alma de los que aprendemos a disfrutarles.
Un abrazo