domingo, 14 de diciembre de 2008

Uno más (IV)




Nuevo empeño mío. Necesidad de comprender.
Evadido en su lectura, indiferente, como cada tarde en su mesa del café.
Uno más. Ha debido pasar su vida ocupado en su quehacer diario, sus necesidades pequeñas, las rutinas en el tiempo, sólo activada su mente con aquello que le atosiga, la fuerza de sus hormonas, las desgracias, quizá la búsqueda de algo más en la vida.
Uno más de la prole inmensa obsesionada con comer, dormir, ganar dinero, tener casa propia, las enfermedades, llevar a sus hijos a la universidad y hacerse envidiar por el vecino. Todo lo que nos han inculcado desde la cuna que debe hacer un hombre o una mujer de bien. Producir y gastar.

Y acaso, no es eso lo que consigue en el humano el aderezo propicio para que la desgana, la maldad, la desdicha, la destrucción, hagan su papel más espontáneo. Lo es, muestras hay diariamente para el que las quiera ver, no hace falta irse a los polos de esta sociedad humana, ni New York ni Tel Aviv. Justo en medio de la endiosada clase media, la alta y la baja.
Y demostrado ha sido a través de los siglos que del abismo, tocado el fondo, renace con el ansía sublime por la belleza, la gentileza, la vida y el ingenio, superando cuanto obstáculo se le cruza para convertirle en sabio.

Desde el primer grito hasta que expiras es un asombro. Un asombro continúo.
Aquel que aprende a reaccionar tras el asombro disfrutando qué se le ofrece, aquella preparada para saborear el momento, esos son. De los que quiero aprender.

Y se les reconoce en los gestos, en la mirada, en el pausado movimiento. Respiran y disfrutan. Sufren y aprenden. Oyen y escuchan. Miran, y ven.



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