Els primers freds - Miquel Blay
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Basta un antecedente para establecer una costumbre.
Longevidad, define otra maldita etapa de la vida de lo más dura. Contra ella no vale estrategia alguna.
Se piensa en ella y entristece, se pierde el ánimo, y te acusan de darte por vencida.
Intentas ignorarla, pero los demás no y te llaman ridícula. ¿En qué quedamos?
Apliquemos algo de lo que dejó dicho Lyotard "una intensidad afectiva no necesita de su negación para darse".
Se es, pulsión, estallido, emoción, no hay que encontrar un por qué a un movimiento preciso y necesario para existir, para ser en esa etapa. Decadente, por supuesto, pero necesaria.
Aprendamos a vivir con ello, vale. Mientras aprendes maduras, sin dejar de hacer evidente los caracteres de fuerza y belleza de la juventud, que no compartes, sino que les haces un aparte para que no molesten. Demasiado lentos, fallos en sus reflejos, desagradables fisonomías, dependientes, molestos sabios que aciertan casi siempre. Un coñazo.
Y vas aprendiendo consciente de cuanto provocas en ellos, rápidos, porfiadores y ofensivos, que menudo leñazo se van a pegar y allá ellos... como tú fuiste.
Hoy cuando se ha marchado dirigiéndose hacía la puerta por la mesa más cercana a la mía, apenas sin detenerse me ha hecho una observación:
C. Parece que el tiempo va a cambiar de nuevo, y con ello las costumbres diarias. Abríguese bien. Buenas tardes.
Yo. Buenas tardes.
Longevidad, define otra maldita etapa de la vida de lo más dura. Contra ella no vale estrategia alguna.
Se piensa en ella y entristece, se pierde el ánimo, y te acusan de darte por vencida.
Intentas ignorarla, pero los demás no y te llaman ridícula. ¿En qué quedamos?
Apliquemos algo de lo que dejó dicho Lyotard "una intensidad afectiva no necesita de su negación para darse".
Se es, pulsión, estallido, emoción, no hay que encontrar un por qué a un movimiento preciso y necesario para existir, para ser en esa etapa. Decadente, por supuesto, pero necesaria.
Aprendamos a vivir con ello, vale. Mientras aprendes maduras, sin dejar de hacer evidente los caracteres de fuerza y belleza de la juventud, que no compartes, sino que les haces un aparte para que no molesten. Demasiado lentos, fallos en sus reflejos, desagradables fisonomías, dependientes, molestos sabios que aciertan casi siempre. Un coñazo.
Y vas aprendiendo consciente de cuanto provocas en ellos, rápidos, porfiadores y ofensivos, que menudo leñazo se van a pegar y allá ellos... como tú fuiste.
Hoy cuando se ha marchado dirigiéndose hacía la puerta por la mesa más cercana a la mía, apenas sin detenerse me ha hecho una observación:
C. Parece que el tiempo va a cambiar de nuevo, y con ello las costumbres diarias. Abríguese bien. Buenas tardes.
Yo. Buenas tardes.
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Y le sonreía.
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