Obra de Koko Rico en
Laguardia (Rioja Alavesa)
Compañeros
inseparables del viajero
Es difícil saber cómo
empezar.
Hablar y leer
constantemente sobre la crisis hace perder cualquier sentido de progreso. Existe un temor diferente entre los que hemos vivido siempre en crisis, incluso en
tiempos de bonanza, y los que han disfrutado del privilegio de optar a cuanto
han deseado o a la mayor parte de sus aspiraciones. Es como si antes yo me
viera fuera del tiempo y ahora vea a los demás.
Me centro en hacer
progresar aquello que me propuse hace tan solo unos meses. A unos días de la
partida solo está aplazado lo del último momento. El coche puesto a punto, las
maletas y bultos pendientes de cerrar, reservas y billetes de hotel y pasaje,
punto de encuentro en la isla, despedidas.
La aventura que me
espera es sugestiva y emocionante, con tantas posibilidades de éxito como de
fracaso. Del fracaso, rechazo lo que tiene de frustración -usaría quiebro por
lo de no poder conseguir un fin pero no produce la misma inquietud al leerlo que provoca el vivirlo-, ya que a estas alturas de extenuante esfuerzo librándome de ataduras tan pegajosas como
el galipote ya se ha involucrado el éxito.
Y en tanto me queden
fuerzas no quedará en esta pequeña pero bacanal primera aventura.
Experimento alegría
entre mil preocupaciones al enfrentarme a una nueva vida donde soy ajena a costumbres,
a los hábitos para servirme del medio que me rodea, a superar las manías de lo que
no comparto, a la lucha por hacerme un hueco en situaciones de desventaja…
La diferencia entre
mi medio habitual y al que pretendo conquistar está en la mejora de las
condiciones y no a la inversa, ya es un handicap a mi favor, que si bien puede
considerarse positivo podría ser tan duro como irse a recorrer el Amazonas,
pero no imposible.
Al levantar la
mirada tras unos momentos de concentración, vuelvo a sumergirme en los gritos y
las prisas de la gente que habla y gesticula sin decir nada, hemos convertido
la comunicación en una hazaña y utilizamos los gestos y la palabra como escudos
y espadas con los que atacar y protegernos. Lo más curioso es que ni siquiera
nos miramos, curioso porque todos sabemos que nadie va a decir nada nuevo, y algo
triste porque al dejar de escucharnos
hemos hecho de la ciudad un lugar un poco más hostil.
Mi ciudad y mi país
aparecen en el casi ignorado televisor del local. Alguien cerca de mí se queja
de un gobierno al que le votó una mayoría de españoles y que se limita a hacer lo
que siempre ha hecho la derecha política española, están de más ese asombro y
esa irritación exacerbadas. Aún estoy aquí y ya a ambos les noto lejos.
Espero aprender
mucho. Espero entender por qué no ha funcionado el estado de bienestar en mi
país. Espero ser capaz de reeducarme viviendo con otros criterios, otras
maneras y otras formas de aceptar el mundo y a los humanos. Ya tengo práctica
en superar momentos críticos puede que por eso no me resulte tan descorazonador
cambiar con los tiempos.
A veces solo el
respeto que consigas sentir por ti misma puede ser la mejor manera de apuntalar
tu existencia.