sábado, 31 de diciembre de 2011

Despedida...


Duende músico

Es tan letal que arrasa cuanto me daña y tan omnipotente que seduce a su antagonista, tan letal como lenta en su hacer, tan letal que cuando la enfrento me desgarra y cuando la desprecio me sublima, ella calcula el momento, lo elige y lo decreta, es tan letal que no me permite desertar y me obliga a vivirla.

Me asombra, y me asombra en mí con su desencantamiento. Solo soy parte de un mito en el que la importancia la tendré cuando ni el polvo recuerde mis partículas puesto que no hay diferencia entre lo que me hace estar viva y lo que me hará estar muerta.
Nadie me tuvo compasión e incluso lo celebraron, cuando me trajeron para formar parte en el ensamblaje de esta evolución de la que me hicieron ser consciente, y en la que debo llevar ya mucho tiempo pues solo me apetece la oscuridad y el silencio, la nada, donde no hay alegrías pero tampoco tristezas.

En este larguísimo camino quisimos imitarla y crear, pero apenas conseguimos plagiarla con nuestro arte esquizofrénico que no necesita ni de encargos ni de tutelas, ese que nos enseña lo que somos y de dónde venimos, de la nada y del caos y al que despreciamos por recordárnoslo.

El súbito miedo al descubrir que tan solo somos la más ínfima y despreciable parte de un plan donde no estamos como beneficiarios absolutos, y el terror que adolecemos frente a los cambios de raíz nos forzaron a engendrar en nuestro Leviatán social de hoy a los técnicos, elevados a la altura de actores principales de ella para intentar jugársela pensando en futuro, ese futurillo inventado e incierto pero dispuesto a hacernos creer en este otro arte del técnico del negocio, de las ganancias, de las posesiones, que nos embelesa. Esto hace que su desprecio por nosotros sea cada vez más sincero.

Y aquí nos encontramos, en esta despedida que celebramos cada 365 días con la angustia y el desconcierto de lo que ya ha sido, poniendo nuestra energía en lo que será antes que en el trueque y la dicha de lo que está siendo.
Despedida de las partes y bienvenida al todo, ahora más que nunca.


Podemos llegar a ser tan salvajes como en nuestras creencias
Leviatan, por Pedro Fernández *


*Leviatan modelado por Pedro Fernández para Sphere Wars 
http://rafitac.blogspot.com/2011/03/leviatan-por-pedro-fernandez.html

jueves, 8 de diciembre de 2011

El arte y el no arte




“Sólo puede haber verdadero progreso (es decir, progreso moral) en el individuo y por el individuo mismo.” 
Baudelaire



Todo empieza como en el juego de la baraja, tus movimientos dependen de las cartas que te toquen. Si te ha tocado un físico que no concuerda con el estereotipo social del momento, un estatus social bajo, carecer de los afectos más esenciales que proporcionan sustento y cobijo, incluso falta de cariños, tus cartas son realmente malas.
Puedes hacer dos cosas, dejarte llevar por las circunstancias y negociar con lo establecido para estar más o menos bien dentro de lo malo, o convertir el ejercicio de vivir en “casi” un arte.

El otro extremo, los ases y los reyes, una escalera de color, un full pisando alfombras y recibiendo admiración, pierde mi interés en esta ocasión ya que la necesidad de crear es inexistente y el aburrimiento no da para mucho.

Tiene mérito, pienso, cuando entre las cartas que te tocan hay algún triunfo donde vislumbras el brillo de un posible éxito, cavilas en dejar una estabilidad rutinaria, en abandonar una línea recta por un montón de curvas que te conviertan en una displicente libre, y eso, lejos de lo que pudiera parecer es muy duro. Si eres atrevida acabas ponderando en que lo peor que puede ocurrirte es que te caigan las cartas malas de la baraja y ser una artista muerta de hambre, tampoco te lleva muy lejos de dónde estás.
No puedes pensar de otra manera con la educación recibida durante tantísimos años, pero te vuelves atrevida manejando otras parejas, en vez de displicente libre, interesado independiente, en vez de paciente juicioso, equilibrado espontáneo.

¡Hagan juego señoras!

Pocos son los que criados como príncipes se agacharían a coger el pincel caído a sus pies, escapado de las manos de un gran artista hambriento, y aún recogiéndolo, en la brutalidad del deseo de expresar aquello que les consume “sus visiones del mundo, sus audacias, sus entusiasmos, sus furias”, reflejarían el beneplácito que emana de su magnanimidad y arrogancia inconscientes, atributos que les son grabados a fuego con una rigidez congelada, en suma, todo lo que mata al movimiento, al incesante cambio, a la fuerza en el acto que consumen al artista.

Es válido querer saciar tu mundo en las fuerzas que los artistas arrojan en las creaciones donde exponen sus sorprendentes visiones del mundo, donde existe esa belleza con ricos matices que la hacen deseable pero que no resulta cómoda. La fuerza y la seducción de las posesiones, de la riqueza, del tener cosas, han acabado por mostrar lo poco acogedoras que son para el alma humana, actúan en oposición al arte.
El arte de la política, que incluye al de la guerra y que ha puesto de moda hacer de todo un arte, solo es una habilidad retórica y estratégica con un fin, no es más que un oxímoron. Al arte estamos devaluándolo adjudicándole acciones que no tienen nada que ver con la expresión del alma, porque el arte “desactiva la dominación, ralentiza el sometimiento” usando el humor, soslayando y evolucionando la teatralización, espectacularización, la mercadería, el negocio, evitando el uso de la contracultura como pretexto financiero y ocasión de consumo.

Sin que exista ninguna relación significativa entre arte y sociedad, los artistas saben que el resplandeciente brillo del mundo en sus manos ha de quedarse en el instante que nace. Que en el momento que aparece ya ha de instalarse en el recuerdo y perdurar allí, porque si se pretende hacerle permanecer indefinidamente, como los actos de Estado o religiosos, la realidad los matará de un mazazo.
Al igual que a las herramientas del mismo poder que modela la forma social, haciendo de esa forma un acto que convierte la sociedad en materia maleable, en esa misma mansedumbre que la hace irascible y peligrosa.

Hago todo lo posible por dar una extraordinaria expresión a mis emociones para que moldeen mi moral como individuo, cuestionando siempre mi actuación en el progreso social, pero dicen que para que las cosas resulten primero han de ir mal y luego peor.
Todo está dentro de tu cabeza ¿por qué habría de significar que no es real?