domingo, 25 de septiembre de 2011

Inexorable ternura


Calle en París de Brassaï
(Gyula Halász, 1899 - 1984)


 Las sombras que se mueven fuera crean sobre las calles desiertas un trabado bosquejo de luces y sombras vacilantes que tras la ventana instaura un entorno propicio a la reflexión solitaria. ¿Puede existir la pasión sin la locura? ¿Y la locura sin la pasión?
Puede que exista la pasión sin la locura pero no la locura sin pasión.

Esa desazón que nace del sentimiento tenue, enormemente difícil de expresar con palabras, de que lo que haces se te deshace entre las manos como ceniza, despierta a la duda, porque si no haces por hacer ni miras por mirar acabas viendo otra cosa diferente a la que todo el mundo ve, o cree ver.

Me presiento absorta de pie en el camino, envuelta en la desolación comprendiendo que nadie experimenta el deseo de anular a la torturante duda, intuyo el punto de locura que les exhorta a todos a seguir ignorándola, y convengo en que he de echar mano de toda mi pasión para descubrir los pliegues en que se esconden las rutas, aquellas donde podré elegir la confianza de la inexorable ternura, capaz ella sola de mantener apasionada mi locura.
La pasión me eleva y me deja ver algo nuevo donde miraba antes, en ese rol de pasajera anclada en las libertades formales que no concebí mientras me dejaba llevar, y entonces y solo entonces, oso ser conductora en un mundo concreto de libertades reales aún siguiendo en el asiento asignado.

Es el mal de este siglo no saber descubrir que quién crea monstruos, vive creyendose inmortal, decide de qué vivir y por qué daría la vida, se encadena y tiene la llave para liberarse, eres Tú.

Caen sobre nosotros las miradas, curiosas e indiferentes, hablan las expresiones en el rostro y en el cuerpo, y eso es todo.
Levantaba la cabeza un momento de la lectura y vi que me escogía, me habló y tras mi respuesta oí el leve suspiro en el que reconocí que ya no le interesaba mi reflexión. 


Recuerdo haber leído que no hay cosa más vulgar que poseer un espacio medido cuando la tierra entera es nuestra, o algo parecido. Hemos tomado como objeto la vida y la hemos modificado, horarios, cosas, vacíos, esfuerzos, divertimentos, hemos hecho que la vida se haga invulnerable ante alegrías, cansancios, enfermedades, gozos, alejando para siempre la locura de la pasión.
De manera que la locura enferma y la pasión dura apenas un momento, y te convierte en presa fácil de la decadencia que no solo vive en lo obsoleto, pues habita y se siente como pez en el agua en ese lamentable engaño en el que nos muestran como triunfadores.

viernes, 2 de septiembre de 2011

Segundo tiempo


Hyde Park de Londres


Mi misión es matar el tiempo y la de éste matarme a su vez. Se está bien entre asesinos.
Emile Michel Cioran



Todo empieza a estar más claro en esta etapa desde mi rincón en soledad y silencio. En un ambiente de eremita puedo permitirme el lujo de comprender lo que ha estado pasando, aunque no lo entendiera cuando sucedía.
Al proponerte recopilarlo paso a paso solo recuerdas momentos que aparecen de repente, los revives tan claros como cuando sucedieron pero al intentar relatarlos se convierten en instantes difíciles de relacionar. La memoria selecciona, da por buena una versión rechazando las partes inquietantes y nunca te deja segura de que aquello que rememoras sucedió de ese modo.

Es un ejercicio que compensa grandemente, te descubre que tienes rutinas incrustadas en el cerebro con demasiadas cosas y costumbres que carecen de sentido. Pierdes miedos y deshechas las alertas y empiezas a llegar a conclusiones sombrías, tan nefastas como la de haber asumido que no se pueden tomar otros caminos que no sean los establecidos, necesitas ser consciente de este hecho, porque entonces podrás moverte en el único lugar donde existen las salidas.

Las manifestaciones que continuamente se repiten en todos las esferas públicas y privadas de una vida, en las que acabas creyendo a ciegas, te llevan a aceptar las nociones adiestradoras para competitivos miembros socializados. Te enseñan que si quieres pronunciarte debes establecer una guerra, que si deseas modificar tu trayectoria no podrás usar sus raíles, que si pretendes vivir de otra manera tendrás que salir fuera de los límites seguros.

Hace algún tiempo leí una frase en una revista de restauración que me dejo estupefacta y sonriente: “…tan solo el marisco discrimina y divide y le dice a cada comensal con algo de crueldad y sin pelos en la lengua, cuál es su segmento social, a qué clase pertenece”*.
Supuse que si dejaba mi escalafón solo podría comer marisco si antes iba a pescarlo, pero una vez has entendido qué es lo que te mueve y qué es lo que necesitas con todo rigor, comprendes que ni has de entablar una guerra, ni salirte del raíl ni huronear fuera de los límites para asumir tu propia vida.

Toda esta rebeldía pacífica que invade mi vida, esa desvinculación que pretendo con la sociedad socialista de miserias y el capitalismo enloquecido y voraz auspiciados por la democracia, me provee como base el encuentro conmigo misma y ambiciono “lo que es justo de acuerdo con el orden del alma, no con el código civil”.
No debo y no soy prudente, ni en nada tibia ¿de que otra forma el placer sería mi fin? Y si para colmo su búsqueda también es un placer me alía con mi tiempo.

Hasta tal punto está pervertida la cultura que, en lugar de contestar a mis preguntas sobre el camino que busco, me da una multitud de respuestas opuestas a esta autenticidad de la lógica que empiezo a conseguir. Produce ese aturdimiento de la primera vez que entras en una pista de hielo, no sabes cómo colocar el cuerpo y afirmar el pie para no resbalar, pero te deja imaginar el gozo una vez aprendas a deslizarte.

Todo está saliendo como tenía planeado, incluso algo mejor. Este mes también será duro, se hace necesario esperar algunas respuestas. Dispongo de tiempo y de tranquilidad.



*Artículo de José Manuel Vilabella