Calle en París de Brassaï
(Gyula Halász, 1899 - 1984)
Puede que exista la pasión sin la locura pero no la locura sin pasión.
Esa desazón que nace del sentimiento tenue, enormemente difícil de expresar con palabras, de que lo que haces se te deshace entre las manos como ceniza, despierta a la duda, porque si no haces por hacer ni miras por mirar acabas viendo otra cosa diferente a la que todo el mundo ve, o cree ver.
Me presiento absorta de pie en el camino, envuelta en la desolación comprendiendo que nadie experimenta el deseo de anular a la torturante duda, intuyo el punto de locura que les exhorta a todos a seguir ignorándola, y convengo en que he de echar mano de toda mi pasión para descubrir los pliegues en que se esconden las rutas, aquellas donde podré elegir la confianza de la inexorable ternura, capaz ella sola de mantener apasionada mi locura.
La pasión me eleva y me deja ver algo nuevo donde miraba antes, en ese rol de pasajera anclada en las libertades formales que no concebí mientras me dejaba llevar, y entonces y solo entonces, oso ser conductora en un mundo concreto de libertades reales aún siguiendo en el asiento asignado.
Es el mal de este siglo no saber descubrir que quién crea monstruos, vive creyendose inmortal, decide de qué vivir y por qué daría la vida, se encadena y tiene la llave para liberarse, eres Tú.
Caen sobre nosotros las miradas, curiosas e indiferentes, hablan las expresiones en el rostro y en el cuerpo, y eso es todo.
Levantaba la cabeza un momento de la lectura y vi que me escogía, me habló y tras mi respuesta oí el leve suspiro en el que reconocí que ya no le interesaba mi reflexión.
Recuerdo haber leído que no hay cosa más vulgar que poseer un espacio medido cuando la tierra entera es nuestra, o algo parecido. Hemos tomado como objeto la vida y la hemos modificado, horarios, cosas, vacíos, esfuerzos, divertimentos, hemos hecho que la vida se haga invulnerable ante alegrías, cansancios, enfermedades, gozos, alejando para siempre la locura de la pasión.
Recuerdo haber leído que no hay cosa más vulgar que poseer un espacio medido cuando la tierra entera es nuestra, o algo parecido. Hemos tomado como objeto la vida y la hemos modificado, horarios, cosas, vacíos, esfuerzos, divertimentos, hemos hecho que la vida se haga invulnerable ante alegrías, cansancios, enfermedades, gozos, alejando para siempre la locura de la pasión.
De manera que la locura enferma y la pasión dura apenas un momento, y te convierte en presa fácil de la decadencia que no solo vive en lo obsoleto, pues habita y se siente como pez en el agua en ese lamentable engaño en el que nos muestran como triunfadores.