Dinastía Ming
Aplastantes
Segunda mitad del siglo II, Valentín de Febron deja escrito: “Lo que soy no lo elijo, lo padezco, como todo lo que existe en el orden del universo”
Solo el ser humano actual, en todo lo largo y ancho de este mundo, cree que tiene libertad para decidir sobre su vida. Cree, porque tiene conocimiento del “yo”, de su existencia y de la existencia de su entorno, e insiste en que la providencia le protege. Y parece que muy pocos somos capaces de detectar cuanta vanidad y prepotencia hay en esto. Además decidimos que somos los elegidos, no sabemos aún muy bien de quién exactamente, pero nos comportamos como favoritos de algo que está por “encima de todo”, pensamos que el resto del mundo nos pertenece. No quiero decir que lo meditamos, sólo que actuamos como si así fuera.
Casi nada.
No todos fantaseamos del mismo modo, y no sé si dar las gracias o aterrorizarme. Y me encuentro aquí de nuevo con aquello que decía en otro post, los que tienen algo que decir prefieren callar para no crear polémica, dejando que todo caiga por su propio peso. Mal momento este para callar y dejar hacer.
Y con todo hemos hecho imperar una normalidad en el mundo, una normalidad inventada y decidida por nosotros, además de sustentada en una fantástica base de creencias esotéricas que siglo tras siglo van desmoronándose ante nuestros ojos. Si profundizamos, solo son una sarta de invenciones para no obsesionarnos con el corto espacio de tiempo que permanecemos en el mundo conscientes de quienes somos o creemos ser, entretenidos más bien en… ¿cómo decirlo?… “reestructurar” aquello que nos ha sido dado por no sabemos quién.
Pero no hay tal normalidad, ni la ha habido nunca.
Llevamos elevando a la categoría de generalidad cada caso particular de negatividad que nos traen histéricos que se autoproclaman profetas desde hace siglos. Sentimos la necesidad de creer en lo imposible, porque lo posible no nos gusta, de manera que pasamos nuestra vida no admitiendo realidades que contradigan lo que nos imponemos, y la mayoría lo cacarea como dogma en pos de aliviarnos una vez dejemos de existir, porque la vida aquí no importa.
Y justo estos histéricos son los que dejamos que decidan por nosotros. Pero en algunas ocasiones ocurre algo que nos hace ver nuestra pequeñez y la importancia de la vida aquí, en comparación con lo que nos rodea.
Las actuales tragedias de China, Afganistán y Gaza, Somalia, India… pasando por los peligrosos movimientos políticos en Sudamérica, demuestran que se avecinan cambios. Solo hay que darle un repaso a publicaciones antropológicas que estudian los cambios que se produjeron antes y después de la desaparición de los Imperios Azteca y Romano, de las Dinastías Chinas, de los Persas,… devastadoras formas de producción y rendimiento de la tierra mediando el control del agua, les hicieron desaparecer, luego siguieron los feudos europeos que también desaparecieron tras una forma de producción más artesanal y otra manera de convivir.
Hoy, de momento, seguimos en la era de la tecnología y el capitalismo, que visto lo visto, en este siglo parece empezar su declive.
Los intereses mueven el mundo y estos cambian cada vez que la cataplasma humana devora cuanto le alimenta. Bien podríamos en esta etapa comprobar si hemos aprendido algo. En la nueva transición de una forma de producción a otra, veremos si estamos preparados para hacer una elección consciente e inteligente de sistema, o por el contrario volveremos a dejar que los intereses de unos pocos consigan, una vez más, que el despotismo de beneficios particulares se haga con el poder, dificultando el avance del conocimiento humano durante unos miles de años más.
Un mundo en el que ya, una gran mayoría detesta las reverencias y la humillación, y piensa que la sociedad es más importante que el Estado, no debe estar dispuesto a que esos magníficos derechos y libertades de los que gozamos algunos, desaparezcan. La amenaza del ocaso de la alta producción capitalista por el exceso de la intensificación de la producción y la disminución del rendimiento, puede hacer zozobrar la idea de que el bienestar general de cada vez mayor cantidad de personas pueda ser una realidad. En estos momentos la tecnología pierde la carrera que mantiene con el deterioro de las condiciones de producción.
No tenemos la capacidad de elegir lo que somos, ni de dirigir cómo funciona el mundo, pero sí somos capaces de aprender. Y son ya muchos los siglos de existencia, los últimos, con datos más que suficientes para entrever que esa posibilidad de cambio en la forma de utilizar el mundo podemos adoptarla con vistas a una provechosa subsistencia humana o, volver de nuevo a priorizar la bonanza durante el corto plazo que dura una sola existencia. La nuestra.
4 comentarios:
Hace casi dos años publique un poema titulado "Ba", en él hacía una defensa de la convicción para lograr las cosas. Lo encabezaba una frase de Henrik Johan Ibsen:
"Pueden prohibirme seguir mi camino,
pueden intentar forzar mi voluntad.
Pero no pueden impedirme que,
en el fondo de mi alma,
elija."
Ayer publiqué un intento de autoconcienciación de que lo invencible no tiene por qué necesariamente vencernos, podemos hacer tablas. Esto me lo recordó una frase que oí a un periodista que hacia una crónica de la guerra entre Iraq e Irán: "Esta es una guerra que Iraq no puede ganar y que Irán no puede perder"... y quedó en tablas, nunca mejor dicho: un millón de ataúdes.
Un beso.
Pues no sé como podemos avanzar hacia la mejora de la calidad de vida, si en cada uno de nosotros mismos no somos capaces de recordar y no somos capaces de volver a repetir el tropezón con la misma piedra, aunque existan buenas voluntades, los hechos son los menos enfocados hacia ese objetivo, o si, porque ejemplos existen, pero ¿entonces? vivimos en el autoengaño constante hasta el día de nuestra muerte, buscando complaciencia para poder seguir respirando.
Ay, Gaia, muchas gracias, por tus textos tan llenos de provocación, hacia un buen camino, la reflexión desde la tranquilidad.
Un abrazo enorme.
Quiero leer ese poema, pero no sé como llegar hasta él.
Tienes toda la razón no se trata de vencer. Y cómo bien dices en “E(s)videncia” hay que mantenerlos a raya.
Y conseguir tiempo, tiempo de hacer una sana reflexión sobre si el deterioro en las condiciones productivas y una tecnología más eficaz están en nuestras manos (nadie puede negar que la tecnología fuera la que consiguió elevar el nivel de vida y alejarnos de la pauperización), entonces y sólo entonces, llegaremos a ser conscientes de lo que vale una sola vida.
Un beso dentro del abrazo.
Muchísimas gracias a ti por compartir conmigo estas reflexiones.
De hecho si que sirven, si que aprendemos, puesto que hemos llegado a entender que un gran beneficio puede llegar a ser una lamentable ruina.
Quizá utilizando un pizca de raciocinio, otra de respeto hacia los demás, y otra pizca de lo que necesitas cediendo el resto, avanzaríamos más deprisa.
Quizás ahí esté la verdadera autosatisfacción.
Un besazo para ti también.
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