domingo, 14 de junio de 2009

MOR o sueño paradójico



Cielo estrellado sobre el Ródano (Van Gogh, 1888)



Era una casa enorme de campo. Tenía un gran porche con varias mesas, donde muchas tardes de los domingos comenzaba a entrar gente de todas las edades juntando todas las mesas y sentándose alrededor. Entre ellos había familiaridad. Reconocía a algunos como mi familia y a otros no los había visto en mi vida. Ellos, entre los que se encontraba mi madre, se saludaban besándose unos a otros. Aunque lo de besar en el saludo no es mi costumbre lo intenté, las normas de cortesía saben de modas y mucho. A la primera que salude, una mujer joven vestida un tanto original que muy seria atendía a un niño, me miró desconcertada y extrañada y siguió en lo que estaba haciendo. Me molestó y me retire a una pequeña sala acristalada observando aquella gente sentada, que entraban y salían de la casa y merendaban entre alegres conversaciones. Cogí un libro que no leía, estaba realmente intrigada con ellos. Los que pasaban por allí me miraban, sonreían, me saludaban con un gesto mientras llevaban pasteles, café o licor a las mesas, y otros ni me veían. Uno de mis tíos, que parecía un pistolero sacado de una película del oeste en sus andares, con bigote y muy delgado, que no se por qué extraña razón me caía asombrosamente bien -lo que no parecía sentir por la mayoría de los allí congregados- se acercaba hacia dónde yo me encontraba, mientras pensaba en cómo y por quién comenzar a preguntar “quién era y por qué estaba allí”. Dándole vueltas a la idea sin moverme del sillón dónde les observaba le vi entrar. Delante de él una chica joven con una botella de vino en la mano pareció acordarse de algo, dio la vuelta y al verle le entrego la botella alejándose hacia una mesa. La tomo sin inmutarse y quedó observando un extraño cuadro en la pared frente a él, tras un momento se sentó de cara a la cristalera con mi panorámica. Le mire un rato, durante el que se sirvió vino y observó al grupo. Otro señor más mayor desconocido entró y se sentó a nuestro lado. Estábamos los tres en silencio. Al cabo y sin poder aguantar más mi curiosidad pregunté:”Vamos a ver ¿Quiénes son toda está gente? ¿De dónde han salido? ¿Y qué están haciendo aquí?” Ambos me miraron, el señor con gesto de no comprender, mi tío sonrió y el impulso de la risa sin sonido le hizo levantar los hombros un par de veces, y dijo: “Niña son de tu familia, por qué no vas y lo averiguas” Entonces un joven que salía volvió para decirme que se alegraba mucho de verme, me soltó dos besos y un trozo de pastel, y siguió a reunirse con los demás.

Justo en ese momento despertaba de la modorra de la siesta pensando en que se hacía tarde para ir a trabajar, y con la certeza de haber tenido ese extraño sueño que ahora rondaba en mi cabeza. Me había dejado cuanto menos en zozobra, aún estaba segura que era mi casa y mi gente, pero la sensación de no reconocerlos era cuando no ingrata, intrigante.
Intento recordar en qué estaba pensando antes de dormirme. Como en lo que me gustaría publicar en el blog de mañana, en las fotos que teníamos que hacer esta tarde-noche del local para la web, y en que la laboriosa mañana no había sido tan dura como la anterior. Esperaba encontrar los residuos diurnos de los que se alimentan los sueños.

La sensación ahora después de reanimada es de bienestar, a pesar de encontrarme allí fuera de lugar, y la de formar parte de la reunión. Ahora aquellas preguntas eran para mí ¿Quién era yo? ¿Por qué estaba allí? ¿Y por qué me sentía así?
Por si acaso lo dejo escrito antes de marchar.


Si soñar es ordenar la información para almacenarla en la memoria, como una realidad virtual funcionando como ella (la memoria) por asociación, y te remite al inconsciente, el despertar durante el MOR (movimientos oculares rápidos en la última fase del sueño) es todo un acontecimiento. Científicamente solo está demostrado que el almacenaje se refiere a los hechos cotidianos acaecidos en los últimos días, pero también reconocen que la actividad del hipocampo aún está mínimamente desentrañada.

Tras el despertar de ese sueño tengo la impresión de haber estado con varias generaciones anteriores y posteriores a la mía. Si es así, increíble sueño, me gustaría volver y conocerles a todos.
Dijo Freud: "El yo no es el señor de su propia casa". No tengo muy claro por qué afirmó esto, pero desde luego yo me he sentido en mi hipocampo, mi sueño y mi almacenaje totalmente extraña. Dormida y despierta.





4 comentarios:

ybris dijo...

Duermo tan poco que quizás ni para el MOR tengo tiempo.
Tendré que poner remedio para probar lo que cuentas.

Besos.

gaia07 dijo...

Yo sin embargo duermo lo necesario. Sueño de vez en cuando, pero éste me dejó impresionada.
No he conseguido transmitir todo lo que viví en esos minutos, no debieron ser más, fue tan real que los sentimientos de congoja y alegría aún permanecían al despertar.
Y aunque prefiera seguir bien asentada en las bases científicas, no deja de asombrarme cuan mágico puede llegar a ser lo desconocido.

Besos.

Danann dijo...

A veces nos sentimos extraños incluso en nuestra propia familia y les observamos desde fuera como si no pertenecieramos a ella, pero sabemos que lo somos, es una sensacion extraña pero a veces la he tenido "más que despierta"...un beso

gaia07 dijo...

Suele ocurrir que, en la confianza de conocerlos, te desentiendas de su evolución y terminas por no entenderlos en su actitud.
Pero también yo cambio y mi actitud me desconcierta. Sabes, estamos demasiado ocupadas.

Un beso.