domingo, 15 de marzo de 2009

Quiero, aunque me equivoque (…)



Supervivencia.
Lago de Ratera. Els Pallars Sobirá del Pirineo Leridano


Para sobrevivir en sociedad has de proteger tus formas de hacer, pensar o decir. Si no lo haces, puedes acabar absorbida por los demás en una serie de intereses que no tengan nada que ver contigo, que te llevan a no reconocer tus propias necesidades y con todo a dejar de ser tú.

No quiero dejar de ser como soy. Esa parte animal, egoísta y solitaria, brutal a veces, que sale en los momentos de agresión o cuando alguien tienta la fibra más sensible de tu manera de vivir la vida. Esa, que cuando tocas fondo, te hace mirar hacia arriba y clavar uñas y dientes en la tierra para salir de la oscuridad, quiero que siga dónde está. Aunque cuando no pueda controlarla, tenga que pedir disculpas, o tenga que dejar de relacionarme con aquellos que dejen de confiar en mi actitud.

No quiero convertirme en sumisa, en conformista, en dialogante y apaciguadora siempre. Quiero discutir, quiero luchar, quiero llorar y gritar, quiero decir lo que pienso. No quiero ocultarme tras la cortesía y la diplomacia, utilizando el protocolo para investirme de lo que no soy, una mujer sin necesidades particulares.

Pero, si quiero respetar a los demás y seguir siendo altruista. Y esto me lleva a hacer un trabajo exhaustivo con mi personalidad.
Creo que ya es hora de llamar por su nombre a mi amigo. Nicolás mantiene que su personalidad ha cambiado constantemente a lo largo de los años, casi siempre por la intervención de otros con sus maneras de ser diferentes.

Si, el carácter de las personas con las que conviví me fue suavizando y educando. Pero tanto me deje llevar, que llegué a estar siempre descontenta y enfurruñada. Y cuando la situación cargante me sorprendía diciendo en una frase cuatro palabras duras, que no insultantes, aquello que pensaba, me sentía bien, aunque supusiera ponerme de patitas en la calle.

Establecí una serie de normas de conducta que debía seguir. Allí dónde pasaba más tiempo, debía ser como soy y actuar en base a mi criterio, sin imponerme a los demás pero no cediendo en mis juicios. Parece imposible pero no lo es. Al principio resultas un tanto pintoresca, luego les molestas y te atacan usando chistes, refranes, bulos populares, incluso te ponen motes. Una maravillosa sonrisa, un par de razones y esperar el momento adecuado para lanzarles la mirada crítica, sobran para apartarles de tu camino. Al cabo vienen a pedirte consejo cuando tienen un problema que no saben como asumir, y te dejan un tanto jodida, de tomarte por un bicho raro te rebautizan como chaman de la tribu, todo esto por saber lo que quieres y cómo lo quieres. Cuesta decidir que es peor.

En fin, a ellos no es conveniente intentar aclararles las ideas que les lleven a asumir sus historias -muy lejos de creer todo lo que les dicen, lo que les ocurre es que no creen absolutamente en nada ni en nadie- basta con decirles lo que piensas, da igual que te entiendan o no, lo ponen en práctica, si les da buen resultado eres una jodida reina y si no, cada día estás más loca. Tanto da, el resultado es el mismo, no te molestan en una temporada. Los que no ven más allá de su propio beneficio son los más fáciles de dirigir, tan solo, con ponerles delante aquello que ansían y que es sumamente fácil de averiguar por cualquiera.

Luego están las amigas y amigos, pocos pero buenos, te quieren y aceptan tu idiosincrasia. Algunas te discuten las ideas, y te lo pasas bomba. Otras no están de acuerdo contigo y razonan, y te lo pasas mejor.
Con la gente que conozco poco “intento” seguir el protocolo por respeto. Aunque es inevitable que si el tiempo lo permite, en alguna que otra ocasión aparezca la verdadera naturaleza de mi pensamiento. Algunos, más poderosos que yo –en conocimientos y experiencias- me rebaten y me acallan tan rápidamente que dejo para mejor ocasión contradecir sus posiciones, no por no tener qué decir, sino por calmar mis ánimos y controlar a un debido tono mis manifestaciones. La réplica ha de ser contundente pero no acalorada.

Otros me sorprenden enriqueciendo mi pensamiento, como Nicolás, y cambiando mi perspectiva a mejores posiciones.
Otros directa o indirectamente me hacen ver que me he pasado y que no están dispuestos a permitírmelo. Con ellos me disculpo y me aparto. Y en esto Nicolás está en desacuerdo conmigo, perder la posible amistad de alguien realmente interesante por no callar a tiempo o por no cambiar gestos o palabras, no es inteligente.

Hoy intento educarme en como tratar a alguien que me gusta sin dejar de ser yo. Me resulta difícil. Demostrar a una persona erudita, que entiende perfectamente lo que estoy diciendo pero no me conoce suficiente, además, de no estar dispuesta a manifestar sus pensamientos, tan solo por respeto a los que lo hacen de distinta manera, guardando para sí la clave de muchas equivocaciones, es harto complicado. Sencillamente porque no le importa.

De hecho aquellos que se manifiestan cotidianamente, los que levantan la voz, los que dicen lo que piensan, son los que consiguen la atención y el seguimiento de la mayoría desconfiada. Las sociedades, las mayorías, las asociaciones, hacen y deshacen guiadas por los respetados irrespetuosos. El pensamiento único, la globalización, la moneda única… para que pensar, no hace falta. Como Pablo de Tarso, aquel histérico integrista misógino –esto no como insulto, sino como definición de una personalidad- que iniciaba el mundo neurótico y lamentable que hemos heredado, mientras aquellos que no pensaban de la misma forma callaban por no polemizar, esperando que la masa pensara en vez de actuar.
Las voces de los que podrían nivelar la balanza de las decisiones más elementales, siguen calladas por respeto.

Viendo las cosas de esta manera difícil me va a resultar conseguir respetar a los demás cerrando la boca a la manera de los inteligentes. Pero debe haber otra forma, estoy segura. Y estoy empeñada en encontrarla. Nicolás sonríe y me mira paciente, ha dado por hecho que está tarde no va a conseguir sacarme del camino tortuoso (que por otra parte yo veo totalmente recto) y casi estoy segura que tiene la brújula preparada para darme en las narices en cuanto me permita escucharle.
Se ha hecho tarde y ya estoy deseando que llegue el próximo día.
Juro que sé estar callada, pero tomaré nota para replicarle adecuadamente, con todo mi respeto y cariño.



Ultrajada África por la insensibilidad y el respeto


6 comentarios:

mirada dijo...

Precisaba leer lo que has escrito, muchas gracias.

gaia07 dijo...

Gracias a ti por compartirlo conmigo.

Babilonio dijo...

El pallars....hace 25 años que no voy y parce que lo tengo delante.
Un beso

gaia07 dijo...

No deben haber cambiado mucho las cosas allí, las montañas y más dónde se las respeta, tardan miles de años en modificarse. Salvo en puntos dónde la mano humana haya intervenido.

Lo que si debe haber cambiado es tu forma de ver el mundo, y con ello las percepciones de lo que vuelves a ver son muy distintas. Deberías volver a disfrutarlo.

Besos.

Babilonio dijo...

Volveré este otoño, 25 de años despues a reencontrarme con las montañas y mis origenes, las montañas seran las mismas, pero yo no se si podré mirar a la cara a estos 25 años.

gaia07 dijo...

Quizá sea hora de dejar de prestarles atención y empezar a ocuparte de ti.

Cuenta hoy, cuenta ahora, cuenta cada vez que giras la cabeza y están los que están, cuentas tú.