domingo, 29 de marzo de 2009

De rutinas y seguridades




Invitación callejera a pensar
(De Jeronimo del Villar Zamacona en Ginebra, Suiza)

Ahora ya mi paseo por las calles dura lo justo, se repiten mis pasos de cada día. El tendero que abre a la hora que paso, el barman que mirando por la ventana prepara el café del señor que lee el periódico en la barra, la limpiadora que barre el trozo de acera delante del portal, en el siguiente portal la señora que sale con el carrito, el del quiosco que arregla las revistas poniendo las portadas más llamativas delante… he vuelto a mi deja vu diario.

Ando abducida por mis pensamientos, solo cuando algo no transcurre como el día anterior, o cuando me cruzo una cara nueva salgo de mi ensimismamiento. Instintivamente sé, dónde he de pararme, qué semáforo es mejor esperar siempre a que se ponga en verde, dónde los coches o las motos no respetan las señales, los segundos que faltan para que el semáforo se ponga en rojo si empiezan a parar los vehículos del cruce. En qué esquina el viento puede desmontar mi paraguas, que acera es más soleada en invierno y cual más fresca en verano. La confianza de lo conocido.

Hay un seto en uno de los cruces con un precioso olivo, dos ficus, una palmera enana y el suelo cubierto por helechos. Justo enfrente tras una valla de piedra, una enorme higuera, y dos pasos más allá, también detrás de la valla, una parra. Cada día cuando paso me admiro de estos árboles que me sacan de mi abstracción y que pese a la polución del tráfico están rematadamente hermosos. El olor de la higuera me embriaga en primavera, es poderosa, parece que sus grandes hojas me sonríen todos los días. Y en invierno, cuando su aspecto es fantasmal, tiene el poder de reconfortarme.

Hace unos días que ya no está dónde siempre. Cuando mis ojos la buscaron al llegar al cruce, y aún asombrados junto a la parte del muro donde crecía, no la vi, me invadió la tristeza. Paré junto a la cancela que hay más abajo y pude ver que toda la zona esta siendo levantada y reconvertida, y a duras penas entreví justo dónde estaba la higuera unas cuantas ramas que no habían recogido. Los muy… la han hecho leña, ni siquiera habrán pensado en replantarla en el futuro parque, serán…

Después de estos días atrás de agobios ya no voy tan absorta. Hoy he pasado comprobando que todo ocurría casi igual. Pero hay fallos.
He leído que la heurística es “la capacidad de un sistema para realizar de forma inmediata innovaciones positivas para sus fines”. Parece que nuestro cerebro humano altamente heurístico y capacitado para gestionar riesgos, anda un poco desorientado. Inmersa en esta lectura otra frase llama poderosamente mi atención “la seguridad es una realidad y una sensación al mismo tiempo, y no son lo mismo” [1]
O sea que puedo estar intuyendo que estoy segura pero en realidad no estarlo, o al contrario.

"El cerebro es una máquina de descarte maravillosamente ingeniada que constantemente escanea el entorno para evadirse de las situaciones. Eso es lo que los cerebros han hecho durante varios cientos de millones de años, y desde hace pocos millones de años, el cerebro de los mamíferos aprendió un nuevo truco: predecir el tiempo y el lugar de los peligros antes de que pasen.

Nuestra capacidad para agacharnos frente a algo que aún no se nos viene encima es una de las innovaciones más importantes del cerebro, y no tendríamos hilo dental ni planes de jubilación sin ello. Pero esta innovación está en las primeras etapas de desarrollo. La aplicación que nos permite responder a bolas de baseball visibles que se nos vienen es antigua y segura, pero la utilidad complementaria que nos permite responder a amenazas futuras está en fase de beta testing"
[2]

Está claro que no hay seguridad absoluta en ningún lugar, y que intentar mejorarla implica hacer concesiones en dinero, tiempo, autonomía... pero más de una vez la concesión que se hace no estará a la altura de la seguridad que se consigue, si la sensación, o evaluación que hacemos de ella no es correcta.

Cuando intentas razonar serenamente sobre ello aparecen este tipo de preguntas: ¿por qué, si las muertes por intoxicación alimenticia matan a 5000 personas al año y un ataque terrorista de la magnitud del 11S mata 2973 personas en un incidente no repetitivo, se están gastando decenas de billones de dólares al año(sin contar las guerras) en defensa antiterrorista cuando el presupuesto total para la administración relacionada con drogas y alimentos es de 1.9 billones de dólares para todo el 2007? [1]
Y te cuestionas por qué una especie que supera con mucho al resto, hace tan malas concesiones en seguridad.

Así que parece ser que nuestro cerebro, en la parte de gestión de riesgos no ha evolucionado con la misma rapidez que nuestro entorno. No acertamos con nuestras evaluaciones de peligro, concedemos importancia a peligros que tienen pocas probabilidades, y minusvaloramos aquellos que son de alto riesgo reales.

Y vuelvo a lo mismo de siempre, la falta de conocimiento. No entendemos las nuevas tecnologías y por lo tanto no valoramos adecuadamente sus riesgos. No estamos preparados para vivir en masa puesto que no sabemos valorar en su verdadera magnitud, sus riesgos reales. Y nuevamente los aprovechados del sistema utilizan esta falla heurística en provecho propio, personas, empresas o gobiernos sin escrúpulos.

La cuestión parece estar en alinear la sensación con la realidad en cuanto a seguridad, al hacer el mismo recorrido todos los días, o a la hora de tomar decisiones a las que apenas doy importancia, pero que si la tienen.
Valorar adecuadamente si compensa el coste de lo que parece protegerte o si se puede asumir el riesgo. Como el león que prefiere a la víctima enferma y débil con la seguridad de que comerá ese día, antes que a la sana fuerte y ágil, con posibilidades de no ser cazada. Para nosotros las situaciones son un tanto más complicadas.







[1] Bruce Schneier, “La Psicología De La Seguridad”
[2] Daniel Gilbert, "If only gay sex caused global warming," _Los Angeles Times,_ July 2, 2006.

4 comentarios:

Carz dijo...

Bueno, es la percepción propia del riesgo lo que hace que éste se valore como real. Así, un blanco que sabe que nunca será negro, puede no tener reparo en ser racista. Pero visitar las torres gemelas (cuando estaban en pie), ir en metro, o en tren o en autobús, es algo que hace mucha gente y piensa que es probable que le afecte un atentado, cuando no lo es en absoluto.

Y claro, hacer un excesivo eco de un atentado predispone a los individuos a ceder en sus derechos... poco me toca tanto los cojones como la fracesita de marras "por su seguridad" o "para garantizar su seguridad"... es el como de la hijoputez: aterrorizar con el terrorismo...

En fin, vamos a lo inseguro, a bailar ese bolerito en esa decadente sala de decadente belleza. Yo invito.

gaia07 dijo...

Así es Carz. Te venden hacerte la vida fácil cuando te roban tiempo, libertad y dinero. Al final acabas con estimuladores eléctricos en los abdominales, tirado en el sofá metiéndole al cuerpo un yogur limpiador y viendo la teletienda.

¡Hecho! Donde se ponga un bonito bolero bien bailao, ejercicio, sudor, risas y unos buenos brazos en un decadente entorno, que le den a la seguridad.
Y no pasa nada si la recuerdas a ella, yo pensaré en un él, y acabaremos odres.

Día, lugar y hora… ¿en mi tierra o en la tuya?

ybris dijo...

Vivimos en la rutina quizás para obtener la seguridad de lo que siempre se repite.
Cuando la rutina se altera nos sentimos inseguros y tratamos de poner remedio.
(Oír, como ahora a Chopin es para mí seguridad.)
Las medidas que se toman a nivel mundial o por encima de nosotros, si te fijas, no dependen de su importancia medida en vidas humanas o riesgos para todos sino en el grado en que afectan a los que tienen las riendas del poder y el dinero.
Por eso un sólo atentado terrorista serán inyectado como amenaza global más que millones de muertos por malaria.
Por lo menos mientras la malaria no afecte a la bolsa.
Todo sería diferente si los rayos ultravioleta solares que entran por el agujero de ozono afectaran solamente a los presidentes de los paises del G-20.
O si el sida fuera una enfermedad de los presidentes de los bancos.

Besos.

gaia07 dijo...

Exacto Ybris, cuanto apuntas es el justo final de este post.

Quizás nuestro inmaduro cerebro en gestión de riesgos contemporáneos busque refugio en lo conocido, que aunque sea peligroso, siempre puedes anticiparte utilizando el resto de capacidades mentales.

Pero el conocimiento de estos detallitos hace posible que seas capaz de desarrollar instintivamente, una desconfianza desmedida ante aquellos que, dicen, miran por tu seguridad y bienestar, con lo que redoblas tu circunstancial seguridad al mantener sus “productos” y a ell@s bien lejos de ti.

Un beso.